Yo, pese a mi descreimiento generalizado, creía en Muerte. Pero mi fe en ella se ha debilitado, porque se ha llevado —y en tan solo dos días— la vida de Roberto Iniesta y Jorge Martínez, antes que la de Nacho Cano y José Manuel Soto. ¿Es que no se da cuenta de que el mundo necesita mucho más a los macarras y antihéroes que a los boceras y populacheros?
