Por Wilkie Delgado Correa/Rebelión
EE.UU. se siente como fiera que se lame lastimosamente el flanco herido. Y bien que se lo merece, por tantos daños ocasionados durante 55 años al pueblo de Cuba, y secundariamente a otros pueblos del mundo.
La condena a Estados Unidos en la Asamblea General de la ONU por vigésima quinta ocasión este 26 de octubre forma parte del antibloqueo que ejerce la comunidad internacional a favor de Cuba y en respaldo a la denuncia anual del criminal e ilegal bloqueo económico, comercial y financiero.
La nación que pretende jugar su papel de líder omnímodo y de ser “el ombligo del mundo”, pasa una vez más por una experiencia bochornosa en la Asamblea General en la cual los países del mundo, con su voz y votos, ponen por el suelo su prestigio e influencia, con ínfulas de hegemonismo, y le apabullan con argumentos e ideas sin importar las tantas veces que los oídos sordos de EE.UU. han tratado de desconocer la voluntad y el mandato de la llamada por ellos comunidad internacional, término este último al que apelan, cuando les conviene como parte de su arsenal ideológico, en las ocasiones en que un conjunto o una coalición de países, generalmente una decenas, les apoya en algunas de sus aventuras, trapacerías y agresiones injerencistas. Por el contrario, cuando, como esta vez, toda la comunidad internacional le da la espalda y se pone de pie para enfrentarle y condenarle por un bloqueo que afecta no solo a Cuba, sino a toda ella, por su extraterritorialidad, Estados Unidos la desconoce presuntuosa y guapetonamente.
Porque ya es reconocido en el mundo que el bloqueo es un acto amparado en un entramado de leyes, disposiciones y resoluciones norteamericanas, que si bien se proclama dirigido contra Cuba bajo pretextos falsos, ilegítimos y risibles, se ejerce igualmente, con injerencia y violación de la política soberana de los estados, contra otros países y sus instituciones. Por tanto, cuando se habla del bloqueo contra Cuba, a través de leyes extraterritoriales, se incluye también al resto de los países del mundo, en menor o mayor medida, según sean las relaciones que tengan o pretendan mantener con esta isla privilegiada con la venganza del imperio por el simple hecho de que un día supo y pudo romper sus ataduras y librarse de sus garras, y ser enteramente libre.
Y a pesar de que el gobierno de los Estados Unidos, en voz de Obama ha calificado al bloqueo como una política obsoleta, y no obstante, de las medidas de flexibilización adoptadas, que no todas pueden ser instrumentadas en la realidad actual, éstas no han sido todas las posibles a tomar en ejercicio de sus amplias facultades presidenciales. ¿Por qué no las aplicó en su reciente paquete de medidas anunciadas junto a la Directiva presidencial de política: Normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba?
Además, está presente un hecho contradictorio, y es que incluso en este año actual de supuestas intenciones de mejoría en las relaciones entre nuestros países, el gobierno de Obama ha continuado su persecución contra los bancos y empresas que han mantenido relaciones con Cuba, imponiéndoles millonarias multas como sanciones. Entonces, ¡en qué quedamos! Si es una política obsoleta y propia de la guerra fría, ¿por qué mantenerla viva en sus propósitos extraterritoriales más dañinos?
Pero no se equivoque nadie, dado que la doblez más rampante es lo distintivo del discurso de los gobernantes estadounidenses, todo lo que diga el representante de EE.UU. en la Asamblea, –por cierto ¡qué aguante tiene ese infeliz que todos los años repite la misma monserga!–, será barrido y echado al basurero de la historia, en los pocos segundos que dure la aprobación del proyecto de resolución 70/5 titulado Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba por la Asamblea General de la ONU, que incluye el aval del informe del Secretario General de la ONU con información de Cuba y de 160 países y 32 organizaciones internacionales sobre el tema.
Una vez más, como 24 veces antes, EE.UU. se siente como fiera que se lame lastimosamente el flanco herido. Y bien que se lo merece, por tantos daños ocasionados durante 55 años al pueblo de Cuba, y secundariamente a otros pueblos del mundo.
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