Revista África
“55 náufragos, 15 días a la deriva, 1 solo superviviente. Si no fuera negro, su nombre abriría todas las portadas. Pero lo es. Será expulsado”. Hace unos días leía este tuit de Hibai, que explica perfectamente la situación. Algo que queda de manifiesto con la tragedia de los alpinistas estos días en el Mont Blanc. Para unos, ha habido cámaras, infografías, enviados especiales y mucho espacio. Para los otros, un refrito de notas de prensa. Y la historia es brutal, según lo que ha relatado a ACNUR el único superviviente de la tragedia: La barca –¡un bote inflable!- habría salido de Trípoli a finales de junio, siendo la mitad de los ocupantes originarios de Eritrea (lo que significa que antes de emprender el viaje por mar, estas personas tuvieron que atravesar todo Sudán y toda Libia, hasta llegar a Trípoli).
Cuando se encontraban por fin cerca de las proximidades de Italia, el fuerte viento los devolvió al mar y estuvieron varios días a la deriva. Pronto comenzó a escasear el agua, hasta acabarse, y muchos terminaron bebiendo del mar. A los pocos días, los ocupantes empezaron a morir uno a uno. Finalmente, el superviviente fue encontrado el lunes pasado agarrado a los restos del bote por unos pescadores, cerca ya de la costa de Túnez.
Y probablemente esa fue la suerte del superviviente. Porque de haberse encontrado los pescadores con medio centenar de personas, probablemente ni los habrían recogido, sabedores de que luego no hay país (ya ha pasado en Nueva Zelanda, Malta y España, por poner sólo tres ejemplos) que quiera acogerlos.