Desde hace unos años, el 8 de septiembre se conmemora el Día del cooperante, con motivo de la firma, en el año 2000, de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, un compromiso histórico adoptado por representantes de 189 países para erradicar la pobreza en el mundo. Leo en la entrada de 3500 Millones del pasado lunes los seis retos del cooperante que nos deja Álex Prats, y que recojo sucintamente a continuación:
- Superar la lógica Norte/Sur. El modelo ‘personas solidarias de países ricos en el Norte cooperan para contribuir al desarrollo de personas pobres en el Sur’ ha pasado ya a mejor vida. (…) Este es, por ejemplo, el caso de la galopante desigualdad entre ricos y pobres que se ha venido produciendo en las últimas décadas, sea en España, Estados Unidos, Brasil, India o Kenia. El cambio climático es otro ejemplo. (…) El reto es cómo cooperar, de igual a igual, con otras personas y organizaciones, estén donde estén, para encontrar soluciones efectivas a problemas comunes que producen pobreza e injusticia.
- Combatir con inteligencia y valentía las relaciones desiguales de poder. Es difícil que hagamos buena cooperación para erradicar la pobreza y crear un mundo más justo sin una clara voluntad de incidir tanto en las reglas del juego como en la forma cómo las reglas se llevan a cabo. (…) No es posible comprender las dinámicas de la pobreza –y por tanto erradicarla- sin comprender las dinámicas –muchas veces injustas- de la riqueza. El reto es abandonar la ingenuidad del pasado y conocer mucho mejor los entresijos del mundo en el que trabajamos; debemos desafiar y cambiar -con inteligencia y valentía- las ideas, los comportamientos, las instituciones -los modelos en definitiva- que causan pobreza e injusticia.
- Forjar más y mejores alianzas. Honestamente, creo que nuestra capacidad para sumar fuerzas con otros para lograr un objetivo común es muchas veces decepcionante. No me refiero únicamente a alianzas con actores gubernamentales, sindicatos, empresas, centros de investigación o universidades, sino incluso entre ONGDs o con movimientos sociales. (…)
- Innovar para encontrar nuevas soluciones e influir en otros para que esas soluciones lleguen a millones de personas. Las ONGDs seguiremos siendo útiles si somos capaces de encontrar mejores soluciones a viejos y nuevos problemas, pero para ello es indispensable salir de nuestra zona de confort. (…) En este sentido, por ejemplo, es muchísimo los que nos queda por aprender sobre el uso de nuevas tecnologías. Pero no basta con encontrar nuevas soluciones para unos pocos: el reto es también influir en otros actores para que las esas nuevas soluciones puedan llegar a millones de personas que las necesitan (…).
- Esforzarnos mucho más por conocer, comprender y aprender del resultado de nuestro trabajo. Debemos admitir que no siempre hacemos todo lo necesario para conocer el resultado de nuestras intervenciones, y aún menos para comprender correctamente la relación entre la intervención y el resultado -sea bueno o malo- y en consecuencia, para aprender de nuestros aciertos y errores. Debemos ser, en mi opinión, más rigurosos (…).
- Repensar la forma como nos relacionamos con nuestras bases sociales. (…) no se trata únicamente de conectar con la misma gente durante un largo periodo de tiempo, sino de conectar, una y otra vez, con personas -e instituciones- cambiantes, a menudo por cortos periodos de tiempo. (…) hay tres vías básicas que, por cierto, tantas veces exigimos a los demás: más participación, más transparencia y más rendición de cuentas (…).
Considero acertadas y oportunas sus reflexiones, que me recuerdan mucho a las que ya compartí en su día sobre la necesidad de fomentar la creación de flujos de intercambio, relación, diálogo y escucha con los nuevos jardines ciudadanos para así, y de forma concreta, poder aumentar el impacto de las ONGs.