Para el ojo inexperto, gestionar un almacén, puede parecer una labor de extraordinaria sencillez. A priori, basta con mantener en sus ubicaciones las referencias que van entrando hasta el momento en que se reclamen. Lo cierto es que tanto a los que nos dedicamos profesionalmente a gestionar existencias en primera línea, como a los responsables de la industria en general, nos gustaría que esto de gestionar un almacén fuese la mitad de sencillo de lo que parece desde fuera.
Si la gestión de stocks ya era un desafío de primer nivel hace años, las tendencias del mercado, la imparable ascensión del ecommerce y las exigencias en continuo ascenso de los consumidores y clientes, todavía lo hacen todo más complicado.
Pero como no hay mal que por bien no venga, esta serie de nuevos retos en la gestión de almacenes ha conseguido que el almacén pase a ser considerado como parte de la propuesta de valor de la empresa. Algo nunca visto ni previsto. En concreto, más que el almacén en sí, lo que ha cambiado es la apreciación de la importancia de su correcta gestión, que ha pasado en los últimos años de estar a la cola de las preocupaciones de la dirección de cualquier compañía, a estar en primera línea.
Gestión significa flujo, trazabilidad, operaciones, procesos, indicadores, información, recursos y costes. Una gestión adecuada de nuestros stocks consigue que todo fluya en la dirección correcta, a la mayor rapidez, precisión y menor costo posible. Cuando el almacén hace que todo fluya, la fiabilidad en la cadena logística y de suministro de la empresa aumenta, los clientes lo notan y las ventas también.