1.- LA CUESTIÓN
DINÁSTICA Y LA GUERRA CARLISTA
1.1.- La cuestión
dinástica
El final del reinado
se vio marcado por la cuestión sucesoria. Fernando no tenía descendencia pese a
sus tres matrimonios previos, así que en 1829 se casó con su sobrina María
Cristina de Borbón, que a los pocos meses queda embarazada planteando el problema
sucesorio. Los absolutistas moderados aliados con los liberales y sectores de
la aristocracia partidaria de las reformas políticas y económicas apoyaron a la
nueva reina, en quien veían la única posibilidad de cambio. Por otro lado los
absolutistas intransigentes se alineaban con don Carlos.
Fernando VII
promulgaba el 29 de marzo de 1830 la Pragmática Sanción que eliminaba la Ley
Sálica y restablecía la línea sucesoria de las Partidas. Significaba poner en
vigor una decisión aprobada por las Cortes de 1789, lo que, si bien era legal
desde el punto de vista jurídico, no dejaba de ser una medida polémica.
Protestada por los carlistas como un atentado contra los derechos de infante
don Carlos, se convirtió en un conflicto de primera magnitud cuando en octubre
nace la infanta Isabel, convertida en heredera.
En septiembre de 1832
se van a producir los sucesos de la Granja, cuando sucesivas intrigas
palaciegas, ante el lecho del Rey agonizante, consiguen que Fernando firme la
supresión de la Pragmática. Pero, sorprendentemente el Rey se restablece y
vuelve a ponerla en vigor. Inmediatamente destituye a los principales ministros
carlistas, defenestrando a Calomarde y sustituyéndole por Cea Bermúdez, al
tiempo que la reina María Cristina es autorizada a presidir el Consejo de
Ministros.
Rápidamente de decreta
la reapertura de la Universidades, cerradas desde 1830 por Calomarde, y se
decreta una amnistía general, que libera a los presos políticos y permite la
vuelta de los exiliados. Los capitanes generales más intransigentes fueron
sustituidos por mandos fieles a Fernando VII y en abril Carlos abandona la
Corte y se traslada a Portugal.
El 29 de septiembre de
1833 moría el rey Fernando VII, apenas dos días después, el 1 de octubre, don
Carlos publicaba el Manifiesto de Abrantes reclamando para sí el trono como
legítimo heredero. A partir del día 3 diversas autoridades locales le reconocen
como su legítimo soberano, como Talavera de la Reina, Bilbao o la diputación de
Álava.
1.2.- Los carlistas
El carlismo tuvo un
fuerte componente ideológico y de clase estando formado por los absolutistas
más intransigentes, herederos de los firmantes del manifiesto de los realistas
puros de 1826. Eran partidarios del legitimismo, la alianza entre el trono y el
rey y la vuelta al gobierno clásico del Antiguo Régimen. Su lema sería “Dios,
Patria y Rey”
Socialmente el
carlismo estaba apoyado por parte de la nobleza y miembros ultraconservadores
de la administración y el Ejército. Además del bajo clero, especialmente el
clero regular, parte del campesinado e importantes sectores del artesanado.
Desde el punto de
vista territorial sus principales apoyos estaban en el ámbito rural, la zona
Norte, en el País Vasco, Navarra, Cataluña y el Maestrazgo
3.- LAS GUERRAS
CARLISTAS
3.1.- La primera
guerra carlista (1833-1840)
En ella el bando
cristino o isabelino, agrupado en torno a la regente María Cristina y su hija
Isabel II, tenía el respaldo de los sectores moderados y reformistas del
absolutismo y de los liberales.
Eran la mayor parte de
los generales, del Ejército, la administración y altas jerarquías de la
Iglesia. También la burguesía de negocios, los intelectuales y profesionales,
las clases medias urbanas, obreros industriales y una parte del campesinado.
Geográficamente era la
mitad sur de España y las ciudades. Además, contaron con el apoyo
internacional, militar y diplomático, de la cuádruple alianza (Portugal,
Inglaterra y Francia)
Los inicios de la
guerra fueron favorables a los carlistas, sobre todo en el norte, donde el
general Zumalacárregui derrotaba a las tropas gubernamentales y ponía sitio a
Bilbao, donde moría en 1835.
En 1836 el general
isabelino Espartero derrotaba a los carlistas en la batalla de Luchana y
levantaba el segundo sitio de Bilbao.
Los carlistas
intentaron varias expediciones al sur, el general Gómez en 1836 y la expedición
Real en 1837 que intentó, sin éxito, tomar Madrid.
Finalmente, el general
carlista Maroto firmará el convenio de Vergara, en 1839, con el isabelino
Espartero. A cambio de entregar las armas y reconocer a Isabel como reina los
carlistas no sufrirían represalias e incluso continuar en el Ejército.
La guerra terminó en
1840 cuando Espartero derroto al general carlista Cabrera en el Maestrazgo.
2.- LAS REGENCIAS (1833-1840)
2.1.- La Regencia de María Cristina: 1833-1840
La Regencia de María
Cristina se inicia en octubre de 1833 tras la muerte de Fernando VII. Se
continúa con el mismo presidente del Gobierno, el absolutista moderado Cea
Bermúdez, este publicó un manifiesto en la que indicaba que las únicas reformas
políticas a las que estaba dispuesto a emprender eran las administrativas y
manifestaba su intención de defender el régimen frente a toda innovación
religiosa o política e insistía en mantener las leyes fundamentales de la
Monarquía. Con un país en guerra este proyecto era claramente
inviable, fue entonces cuando los capitanes generales de Cataluña, Llauder, y
de Castilla, Quesada, enviaron sendos manifiestos a la reina gobernadora
aconsejando la destitución de Cea, además otros consejeros como el marqués de
Miraflores la recomendaron buscar un Gobierno más aperturista. En enero de 1834
María Cristina sustituyó a Cea por Martínez de la Rosa, liberal doceañista
que ya había presidido un gobierno moderado durante el Trienio Liberal.
Desde 1834 el régimen inicia
una tímida apertura política, pero tanto la reina gobernadora como sus
ministros Martínez de la Rosa y el conde de Toreno, fueron reacios a
acometer las drásticas reformas necesarias para sanear la Hacienda, relanzar
la actividad económica, democratizar el sistema y ganar la guerra.
El cambio más importante fue
la aprobación en abril de 1834 del estatuto Real, se trataba de una cara
otorgada que seguía el modelo impuesto por Luís XVIII en Francia en 1817. Era
una concesión de la Corona, constaba de 50 artículos y era obra
fundamentalmente de Martínez de la Rosa. Se excluía cualquier
mención a la Soberanía Nacional, se establecían unas Cortes
bicamerales, con un Estamento de Próceres y un Estamento de Procuradores. El
primero lo componían representantes de la nobleza, clero y miembros ricos de
las clases burguesas, se exigía un nivel de renta y los puestos eran de
designación real y vitalicios. La segunda cámara era electiva mediante sufragio
censitario indirecto, sólo pudiendo ser elegidos aquellos que tuviesen una
renta de 12.000 reales anuales. La convocatoria correspondía exclusivamente
a la Corona, sólo podían discutir lo que se les consultara y podían ser
disueltas a voluntad del Rey. Este sistema político apenas permitía la
participación de los grandes propietarios, se calcula que apenas 16.000
españoles reunían las condiciones exigidas para votar.
Aún así los miembros de las Cortes fueron más liberales que los ministros y
el mismo liberalismo fue evolucionando en dos tendencias, los moderados y los
progresistas. Los Gobiernos de Martínez de la Rosa y el conde de
Toreno se ciñeron al Estatuto Real, evitaron los cambios en el sistema fiscal,
lo que dejó al ejército sin recursos para la guerra, y sostuvieron la censura
de prensa. En las grandes ciudades la tensión fue en aumento. EL regreso de los
liberales exiliados, la proliferación de periódicos, clubes de debate,
tertulias de café, y en definitiva, la formación de una opinión pública, fueron
caldeando el ambiente. En el verano de 1834 el cólera se propagó por varias
ciudades, tras difundirse el rumor de que los frailes habían envenenado las
aguas, se produjeron varios asesinatos y quema de conventos. Los disturbios de
verano de 1835, con el asesinato del general Bassa, nuevas quemas de conventos
y el incendio de la fábrica Bonaplata en Barcelona, llevaron a la formación de
Juntas Revolucionarias en varias ciudades. La Regente se vio obligada
a aceptar la dimisión de Toreno y a nombrar a Mendizábal jefe de Gobierno en
septiembre.
Con la llegada de Mendizábal,
un financiero progresista de prestigio y que contaba con el apoyo de sectores
influyentes en las Bolsas europeas, se inició verdaderamente la revolución
liberal. En los pocos meses que estuvo al frente del Gobierno emprendió
reformas fundamentales para lo cual asumió personalmente las carteras de
Estado, Guerra, Marina y Hacienda. Su programa incluía la reforma de la
Ley Electoral de 1834 para ampliar el derecho al voto y establecer la
elección directa, el restablecimiento de la libertad de imprenta, la resolución
del problema del clero regular, la reforma a fondo de la Hacienda y
la recuperación del crédito público para ganar la guerra.
Mendizábal estableció un
reclutamiento forzoso que permitió alistar 47.000 hombres y ampliar la
rebautizada Guardia Nacional. Para conseguir fondos recurrió a los empréstitos
extranjeros y a los impuestos extraordinarios, restableció la Ley de
supresión de conventos de 1820, ampliando incluso sus efectos mediante un
decreto de marzo de 1836. Su principal medida fue sin duda la desamortización,
mediante decreto de febrero de 1836, base para el posterior arreglo de la
Deuda y para la reforma fiscal.
Mendizábal quiso gobernar con
el apoyo de las Cortes, pero poco a poco se fue distanciando de las cámaras, en
enero de 1836 tras rechazar estas su proyecto de reforma de Ley Electoral, que
ampliaba el derecho de voto hasta 65.000 electores, consiguió que la
Regente disolviera las Cortes y convocara nuevas elecciones. Pese a tener
una mayoría progresista María Cristina se negó a aceptar los cambios de mandos
militares propuestos por Mendizábal, quien se vio obligado a dimitir.
Se nombró a Isturiz como nuevo
jefe de Gobierno, al rechazar las Cortes el nombramiento fueron nuevamente disueltas,
esto provocó protestas que se extendieron a varias ciudades: en julio algunas
guarniciones de la Milicia Nacional se amotinaron (Málaga,
Granada, Sevilla, Córdoba), mientras en Zaragoza en general Evaristo San Miguel
se sublevaba. El 12 de agosto la guarnición de la
Guardia Real de La Granja se pronunció a favor de la
Constitución de 1812 obligando a la Regente ese mismo día a su
nueva puesta en vigor.
Tras el motín de los sargentos de La Granja formo Gobierno un
progresista, José María Calatrava, teniendo como ministro de Hacienda a
Mendizábal y se convocaron nuevas elecciones según el modelo unicameral de
Cádiz.
El Gobierno progresista
emprendió un amplio programa de reformas con tres objetivos básicos: la
instauración de un régimen liberal, el impulso de la acción militar para ganar
la guerra y la elaboración de una nueva constitución. Se restableció la
legislación de Cádiz y el Trienio, se reforzaron las competencias de las
autoridades provinciales, se entregó el mando del Ejército a Espartero y se
tomaban severas medidas para acabar con los apoyos del carlismo en retaguardia,
sobre todo por parte del clero. Además era evidente que ni la
Constitución de 1812 ni el Estatuto Real servían como marco político por
lo que las Cortes aprobaron una nueva Constitución en junio de 1837.
La Constitución de 1837
era de orientación progresista. Reconocía la Soberanía Nacional,
realizaba una pormenorizada declaración de derechos individuales, reforzaba el poder
del ejecutivo, otorgaba el poder legislativo de manera conjunta a las Cortes
y la Corona, además este tenía el derecho de convocar, suspender o
disolver las Cortes y tenía derecho de veto. Se establecieron dos cámaras,
Congreso, elegido mediante sufragio censitario, y el Senado, elegidos por el
Rey mediante ternas propuestas por los electores. El Rey nombraría a sus
ministros, pero estos podrían ser objeto de censura por las Cortes.
En las elecciones de octubre
de 1837 ganaron los moderados, esto fue posible por el sitio de Madrid y el
escándalo que se produjo al conocer las negociaciones secretas llevadas a cabo
por el Gobierno durante el mismo. En los tres años siguiente se sucedieron
Gobiernos moderados que fueron ganando las sucesivas elecciones a Cortes, pero
a nivel municipal vencían los progresistas, al restablecerse la antigua Ley de
Municipios que permitía el voto de los vecinos. La vida política transcurrió
con enfrentamientos entre las dos tendencias liberales hasta el final de la
guerra en 1840.
Con el final de la guerra
desapareció la última razón de consenso entre ambos partidos. El Gobierno
moderado intentó modificar la Ley de Municipios y establecer un
sufragio restringido, al ser aprobada la ley los progresistas promovieron una
ola de protestas en verano de 1840 y pidieron la intervención de Espartero,
héroe popular. María Cristina viajó a Barcelona para intentar convencer al
general pero este rehusó. Al firmar la Regente el decreto la
Milicia Nacional y el Ayuntamiento de Madrid se sublevaron el 1 de
septiembre. Como resultado de ello María Cristina presentó su renuncia como
regente el 12 de octubre de 1840 y marchó al exilio.
2.2.- La Regencia de
Espartero: 1840-1843
La renuncia de María Cristina
creó un problema constitucional, finalmente Espartero asumió una regencia
unipersonal en mayo de 1841 hasta su fracaso y caída en 1843.
Una de las razones estuvo en
la división de su partido, el progresista, entre los más radicales, partidarios
de profundizar en las reformas, y el resto del mismo, más partidario de
consolidar el sistema liberal. Una segunda causa fue el fracaso de su política
económica, amplió la desamortización pero beneficiando a los propietarios, lo
que le alejó del apoyo popular, e intentó llevar al país hacia el libre comercio,
con lo que se enfrentó a los industriales textiles y a los trabajadores.
El personalismo de Espartero y
su talante militarista fueron otros factores de su fracaso. En 1841 sofocó
violentamente un intento de pronunciamiento moderado, ejecutando a los
generales Montes de Oca y Diego de León y recortando los privilegios forales
vascos por la colaboración de dichas provincias en la intentona. En 1842 el
temor a un acuerdo de libre comercio con Inglaterra que pudiera hundir la
industria textil catalana produjo disturbios y manifestaciones en Barcelona. EL
13 de noviembre la Milicia tomó la ciudad y se enfrentó a las tropas
del capitán general van Halen. El propio Espartero ordenó el 3 de diciembre el
inicio del bombardeo sobre la ciudad, tras 1000 disparos de cañón y 400
edificios destruidos se rendía la ciudad. La dura represión que siguió empujó a
todos los sectores sociales de Cataluña a la oposición al regente.
En 1843 tras unas nuevas
elecciones, que dejaron a Espartero sin apoyos, se formó una auténtica
coalición antiesparterista. Este encargó formar Gobierno al progresista Joaquín
María López, pero el programa de éste limitando los poderes del regente y el
rechazo de Espartero le llevaron a dimitir. La insurrección se generalizó en
verano de 1843, los progresistas se sublevaron ante la tiranía del general y
triunfó gracias al apoyo de los moderados, el ejército dirigido por Narváez se
pasó a los insurrectos y el 12 de agosto Espartero partía al exilio en Londres.
Ante la falta de alternativas,
los diputados y senadores votaron el adelantamiento de la mayoría de edad de
Isabel II que fue proclamada reina en noviembre de 1843, cuando todavía ni
había cumplido los 13 años de edad. Los moderados, regresados del exilio,
tomaron posiciones en la corte y Narváez se convertía en el hombre fuerte del
momento. Una nueva insurrección en Barcelona era duramente reprimida por un
entonces joven general Prim.
Tras la dimisión de López en
noviembre le sucedió el progresista Salustiano Olózaga, que fue desalojado del
poder gracias a un verdadero golpe palaciego de los moderados, terminando así
el gobierno progresista. Desde diciembre de 1843 el nuevo jefe de Gobierno,
González Bravo, emprendió una política claramente regresiva. Ordenó la
disolución de las Milicias, aumentó el tamaño del ejército hasta los 100.000
hombres y restableció la Ley Municipal de 1840. Se dieron
órdenes de detención contra los principales líderes progresistas y se cerraron
sus clubes y periódicos. Además el Ejército aplastó dos sublevaciones militares
en Cartagena y Alicante, con el resultado de más de 200 fusilamientos. El 1 de
mayo de 1844 la Reina nombró presidente de Gobierno al general
Narváez, líder ya indiscutible del partido moderado.
3.- EL REINADO EFECTIVO
3.1.- La década moderada 1844-1854
Con el Gobierno del general Narváez se inicia la década
moderada, presidida por la figura de Narváez, hombre fuerte del partido, y en
menor medida por Luís Bravo Murillo. Narváez controló la vida política tanto
como jefe de Gobierno como cuando dejó de presidir el gabinete. Buen
organizador fue el artífice de la Constitución de 1845 y algunas de las
principales reformas legales, controló al Ejército y reprimió con extremada
dureza a los movimientos populares.
Los primeros meses del gobierno de Narváez presentan una
continuidad con la línea política llevada por González Bravo. Se convocaron
elecciones para elegir unas Cortes constituyentes que aprobaron en 1845 una
constitución moderada, que en teoría era una reforma de la de 1837. Los principios
básicos de la nueva Constitución eran los siguientes: una Soberanía compartida
entre el Rey y la Cortes, una declaración de derechos muy teórica, la
exclusividad de la religión católica, la eliminación de los límites de los
poderes del Rey, un Senado de miembros vitalicios nombrados por la Corona,
ayuntamiento y diputaciones sometidos a la Administración al ser designados,
poder de la Corona para disolver el Congreso y supresión de la Milicia Nacional.
Además se produjo una importante obra legislativa y reforma
del Estado. En 1846 se aprobaba una Ley Electoral mediante sufragio censitario
que limitaba el voto a 99.000 personas sobre una población de unos 12 millones
(en 1837 votaban 635.000 personas). Desde 1844 se suspendieron las ventas de
bienes desamortizados y se devolvieron a la Iglesia los no vendidos. Se aprobó
una Ley de Imprenta que restringió la libertad de publicar y se restableció la
censura. Ese mismo año se creó la Guardia Civil con el objetivo de asegurar el
orden y la propiedad sobre todo en el ámbito rural. Contaba con 6.000 efectivos
y se caracterizaba por la disciplina militar, las Casas Cuartel y su actuación
por parejas. En 1851 se aprobaba un nuevo Código Penal y se sentaban las bases
del futuro Código civil. Siguiendo el modelo francés y la reforma provincial de
Burgos de 1833 se fortaleció el poder de Gobernadores civiles y militares.
Finalmente en 1845 se reformaba la Hacienda eliminando el viejo sistema fiscal
y refundiendo los numerosos impuestos existentes en cuatro tributos esenciales.
En 1851 se firmaba el Concordato con la Santa Sede siendo
jefe de Gobierno Bravo Murillo. Se normalizaban las relaciones entre el Estado
y la Iglesia Católica. Roma aceptaba la venta de los bienes desamortizados y la
legitimidad de la monarquía isabelina. A cambio, el Estado restituía a la
Iglesia el resto de sus bienes, establecía un presupuesto de culto y clero y
reservaba a los religiosos la supervisión de la educación y la vigilancia y
censura en materia doctrinal. Regulaba la jurisdicción eclesiástica y la
intervención del Estado en los nombramientos de la jerarquía.
Durante los primeros años un grave problema fue el matrimonio
de la reina, finalmente unida a su primo Francisco de Asís. Otro conflicto
serio fue la Segunda Guerra Carlista, iniciada en 1846 al fracasar el enlace
entre el pretendiente carlista y su prima Isabel. En 1848 al igual que en toda
Europa se produjeron sublevaciones, Narváez obtuvo plenos poderes de las
Cortes, suspendió las garantías constitucionales y emprendió una durísima
represión en las calles.
La crisis del partido moderado se produjo a partir del
intento del jefe de Gobierno Bravo Murillo (1851-1852) de reformar la
Constitución. Presentó un proyecto de reforma que prácticamente significaba la
eliminación de la vida parlamentaria y casi una vuelta al absolutismo. Tres
semanas después de presentar su proyecto, en diciembre de 1852, tuvo que
dimitir sucediéndose varios Gobiernos a cual más ineficaz. A finales de 1853
era jefe de Gobierno Sartorius que había disuelto las Cortes y gobernaba de
forma dictatorial.
3.2.- El Bienio Progresista (1854-1856)
Este periodo comenzó con la revolución de 1854. El inicial
pronunciamiento de general Leopoldo O´Donnell fracasó tras un enfrentamiento
con las tropas del Gobierno en Vicalvaro, la Vicalvarada. Pero los pronunciados
publicaron el Manifiesto de Manzanares, redactado por Antonio Cánovas del
Castillo. Prometía un estricto cumplimiento de la Constitución, cambios en la
Ley Electoral y de Imprenta, reducción de los impuestos y la restauración de la
Milicia Nacional. Apoyado por los también generales Serrano, Dulce y San Miguel
y por la población el golpe triunfó e Isabel II encargó el 26 de julio formar
Gobierno al viejo general Espartero con O´Donnell como ministro de la Guerra.
Como primeras medidas los militares golpistas se auto
ascendieron, se recuperó la Ley de Milicias de 1822, la Ley municipal de 1823 y
se convocaron Cortes Constituyentes. En estas elecciones apareció una nueva
fuerza política la Unión Liberal. Era un partido con vocación de centro,
estando integrado por los más moderados de los progresistas y los más
progresistas de los moderados como Joaquín María López, Posada Herrera, Cánovas
o el mismo O´Donnell.
La coalición de unionistas y progresistas pasó a dominar abrumadoramente
las cámaras. Demócratas y republicanos formaban la oposición con Castelar o Pi
i Margall como figuras destacadas. Además de la constitución que debía
sustituir a la de 1845 y que nunca entró en vigor sus principales reformas
fueron la Desamortización de Madoz de 1855, la Ley de Ferrocarriles y la de
Sociedades Bancarias y Crediticias de 1856.
La Constitución de 1856 era la imagen del pensamiento
progresista. Soberanía nacional, una detallada y precisa declaración de
derechos individuales, libertad de imprenta y religiosa, limitación de los
poderes de la Corona y del Gobierno, los ayuntamientos y diputaciones pasaban a
ser electivos, se restablecía la Milicia Nacional, el Senado sería electivo y
se ampliaba el derecho de voto a 700.000 personas mediante sufragio censitario.
La Ley de Desamortización General se promulgó el 1 de mayo de
1855 siendo ministro de Hacienda Pascual Madoz. Se trataba de completar la de
Mendizábal de 1836 mediante la subasta pública de toda clase de propiedades
rústicas y urbanas pertenecientes al Estado, la Iglesia y los propios y baldíos
de los municipios. Parte de los ingresos se destinaron a poner en marcha la Ley
de Ferrocarriles de 1855. Se pasó así de 200 km de vías en 1853 a más de 5.000
en 1866 y se amasaron grandes fortunas especulando en Bolsa con las acciones de
las empresas ferroviarias. La Ley de Sociedades Bancarias y Crediticias de 1856
permitió el surgimiento de un mercado financiero moderno.
Una de las claves del fracaso del Bienio fue el permanente clima
de inestabilidad social. En 1854 se produjo una epidemia de cólera, se vivió un
alza del precio del trigo como consecuencia de la guerra de Crimea, las malas
cosechas, las tensiones entre patronos y obreros y sobre todo por el
incumplimiento del Gobierno de las promesas hechas al principio del periodo. En
Barcelona se produjo una huelga general en verano de 1855 tras la ejecución del
líder obrero José Barceló. En octubre el Gobierno aprobó una Ley de Trabajo que
reducía el trabajo infantil a “sólo” 12 horas, se permitían asociaciones
obreras que no superasen los 500 miembros y se establecían jurados integrados
sólo por patronos.
En los primeros meses de 1856 se sucedieron violentos motines
en el campo castellano y las principales ciudades. El Gobierno perdió el apoyo
de las Cortes y en julio la reina aceptó la dimisión de Espartero encargando
formar Gobierno a O`Donnell. La protesta de las Milicias fue duramente
reprimida por Serrano que llegó a bombardear el recién construido Congreso de
los diputados.
3.3.- El Gobierno de la Unión Liberal 1856-1868
La Unión liberal será el partido que dominará la vida
política durante este periodo, incluía a militares como O`Donnell o Serrano ya
miembros de los viejos partidos como Alonso Martínez, Ríos Rosas o Cánovas. Mientras
se mantuvo la etapa de cierta prosperidad, hasta 1863, la Unión Liberal
consiguió ejercer el poder sin graves problemas, desde ese año una crisis
económica llevó a los Gobiernos a una actitud cada vez más intransigente.
Tras un breve periodo de Gobierno de O`Donnell en octubre
Isabel II encargó la formación de un nuevo gabinete al general Narváez. Éste
suspendió la desamortización, anuló todas las disposiciones de libertad de
imprenta y cuantas se opusieran al Concordato y restableció el impuesto de consumos.
1856 y 1857 fueron años de malas cosechas y las protestas fueron duramente
reprimidas. En materia legal, desarrolló una importante legislación financiera,
se multiplicó la moneda en circulación y se continuó la política de obras
públicas y construcciones ferroviarias. En 1857 se hizo el primer censo
demográfico de población y se aprobaba la Ley de Instrucción Público, conocida
como Ley Moyano.
En julio de 1858 la reina llamó al Gobierno a O´Donnell que
comenzó su “gobierno largo” más abierto que Narváez era igual de autoritario.
Otra figura destacada fue Posada Herrera “El gran Elector” que desde el
ministerio de la Gobernación aseguraba la mayoría a su partido en las Cortes.
Hasta 1863 hubo una estabilidad política, fue una etapa dorada para la especulación
y la construcción ferroviaria, de la aparición y crecimiento de las sociedades
de crédito y de los bancos, de una nueva expansión de la industria textil
catalana y del surgimiento de los primeros altos hornos en Vizcaya y Asturias.
Sólo hubo dos problemas a destacar, por un lado en 1869 el
conde de Montemolín intentaba un golpe de Estado en San Carlos de la Rápita,
siendo detenido. Y en junio de 1861 se producía una insurrección campesina en
Loja sofocada con la habitual dureza.
3.4.- La política exterior de la Unión Liberal
A lo largo del siglo XIX España había carecido de una
política exterior clara, lo que provocó una dependencia de Londres y París,
hasta el punto de ver la ingerencia de ambas potencias en el asunto de los
matrimonios de Isabel II y su hermana Luisa Fernanda entre 1845 y 1846. Sin
embargo el Gobierno de la Unión liberal desarrolló una activa y agresiva
política exterior para exaltar la conciencia patriótica y desviar la atención
de los problemas internos.
La primera intervención fue la expedición hispano-francesa a
Indochina (1858-1863). Luego la Guerra contra Marruecos (1859-1860). Tras las
victorias de Castillejos y Wad-Ras se firmó una paz por mediación británica. La
tercera intervención fue en el Méjico de Juárez en 1862 que terminó con la
retirada española. Otras dos fueron la reincorporación de Santo Domingo en 1861
y la Guerra del Pacífico en 1866.
3.5.- La crisis final del reinado (1863-1868)
La unión liberal se descomponía ante la falta de objetivos
políticos y el desgaste que producía el ejercicio del poder. Militares como
Prim y políticos como Sagasta se alinearon abiertamente con la oposición al
sistema.
Los primeros síntomas de la crisis se produjeron en 1864 al
comenzar a detenerse las construcciones ferroviarias, faltaron inversiones
extranjeras, los precios cayeron, se produjo una falta de algodón y en 1866 un
crack bursátil en toda Europa supuso la ruina de muchos pequeños inversores.
A todo ello hay que sumarle el clima de descontento político.
En 1864 comenzó a enrarecerse el clima universitario. Determinados profesores
krausistas como Sanz del Río, Canalejas o Cautelar defendían una apertura. En
octubre de 1864 el ministro de Fomento, Alcalá Galiano, distó una Real Orden
prohibiendo la difusión desde las cátedras de ideas contrarias a la religión
católica, la monarquía o la Constitución. Desde la prensa Castelar o Salieron
protestaron por el recorte de la libertad de cátedra, pero cuando se vendió
parte del patrimonio nacional para cubrir el déficit y resarcir a la reina con
el 25% de las ventas un artículo de Castelar se criticaba la legalidad de la
operación. El Gobierno expedientó a Castelar y ordenó al rector Montalbán su
expulsión. Éste rehusó y dimitió. Los estudiantes solicitaron permiso para una
serenata de despedida. La noche del 10 de abril de 1865 se produjo un
enfrentamiento entre miles de estudiantes y fuerzas de la policía que se saldó
con 9 muertos y centenares de heridos. Las protestas por la matanza de la noche
de San Daniel se generalizaron, además algunos de los estudiantes muertos
pertenecían a familias influyentes. El propio Alcalá Galiano murió de un ataque
de apoplejía y la reina llamó a formar Gobierno a O´Donnell.
El 22 de junio de 1868 se producía la sublevación del Cuartel
de San Gil, donde 1.200 artilleros se amotinaron e intentaron hacerse con el
control de Madrid. El cuartel fue tomado al asalto produciéndose 60 muertos a
los que habría que sumar 66 ejecutados. Otro intento en Gerona fue aplastado
por Narváez y el mismo Prim tuvo que exiliarse al fracasar su pronunciamiento
en Villarejo de Salvanés. Narváez suspendió la Cortes, cerró todos los
periódicos críticos y persiguió a cualquiera que criticase al Gobierno.
En 1868 progresistas, demócratas y republicanos firmaban el
Pacto de Ostende. En 1867 moría O´Donnell y en 1868 lo hacía Narváez. Cuando
Serrano y la misma unión liberal se unieron al pacto estaba claro que era el
fin de la monarquía isabelina que se produciría en septiembre de 1868 tras la
Revolución Gloriosa.
Revista Historia
6.1. El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra carlista. Evolución política, partidos y conflictos. El estatuto real de 1834 y las Constituciones de 1837 y 1845
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