Anthony
Denselow, BBC
Miles
de viudas han hallado un nuevo hogar en un pueblo del norte de India.
Expulsadas por sus familiares o simplemente solas en el mundo,
algunas han viajado cientos de kilómetros para llegar allí y nadie
sabe bien por qué.
India
está repleta de sitios sagrados y destinos de pegrinajes. Pero pocos
lugares están tan asociados con Krishna, una de las principales
deidades, como la localidad de Vrindavan, a orillas del río Yamuna,
en el estado norteño de Uttar Pradesh, a escasas horas en auto de
Delhi.
En
esta ciudad colmada de templos, el nombre de Krishna y el de Radha
está en boca de todos.
Krishna,
de acuerdo al texto conocido como Mahabharata, nació y pasó su
infancia y adolescencia en los bosques de Vrindavan. En India todos
conocen los cuentos relacionados con el bebé dios, llamado a veces
Krisná khir-chor ("el ladrón de mantequilla"), que le
roba a su madre la mantequilla recién hecha.
Uno
de los relatos más famosos narra como su madre adoptiva, al hacerle
abrir la boca a Krishna para ver si se estaba comiendo la
mantequilla, vió el universo entero contenido dentro de ella.
La
deidad pasó su niñez entre pastores y pastoras y tuvo encuentros
amorosos con una de ellas, Radha.
Radha
y Krishna son los dos nombres unidos para siempre en la mente de los
muchos peregrinos que llegan a Vrindavan para cumplir el ritual
recorrido por el circuito de templos.
Pero
la ciudad tiene un lado más oscuro.
Cuando
uno comienza a observar los peregrinos que ingresan y salen de sitios
sagrados, puede verse numerosas mujeres entradas en años, vestidas
de blanco y muchas veces mendigando.
Las
viudas en India ya no se lanzan a las piras funerarias de sus
maridos, como en tiempos pasados, pero su vida puede ser
extremadamente dura.
Muchas
viudas son expulsadas de sus pueblos, a veces excluidas del círculo
familiar por los parientes del marido para evitar que reclamen alguna
herencia.
Historias de quebrantos
Nadie
ha podido explicar exactamente por qué Vrindavan atrae tantas
viudas, especialmente de la región de Bengala.
Se
estima que hay por lo menos 6 mil viudas en Vrindavan, y muchas más
en las zonas rurales cercanas.
Algunas
llegan para dedicar el resto de su vida a la oración y el servicio a
Radha/Krishna. Pero muchas otras lo hacen para escapar de contextos
familiares brutales, o porque han sido expulsadas por sus yernos o
nueras como si fueran una carga no deseada.
Este
es un aspecto de la sociedad india que el gobierno preferiría
mantener lejos de la atención internacional, a pesar de sus genuinos
esfuerzos por combatirlo.
La
organización no gubernamental Maitri, basada en Delhi, provee
alojamiento y comida para algunas de las viudas.
En un
pequeño templo algunas están sentadas en el patio, mientras jóvenes
voluntarios reparten arroz y guiso de legumbres.
La
mayoría ha viajado desde el estado de Bengala Occidental, en el este
del país, en una travesía de cerca de 1.600 kms. Muchas lo han
hechos solas, dejando atrás a sus nietos y amigos.
Saif
Ali Das tiene sólo 60 años, pero parece mucho mayor y camina
cojeando. Su marido era alcohólico, cuenta, y murió hace 12 años
luego de una caída.
Su
hija murió en el hospital y su hijo fue asesinado en una disputa por
tierras.
Luego
de la muerte de sus hijos y sintiéndose sola en el mundo, Saif se
dirigió hacia el lugar en el que, según había escuchado, podría
encontrar seguridad.
Sondi
es una mujer fuerte de 80 años. Su esposo murió siendo muy joven y
tuvo que criar sola a sus cuatro hijos. Su nuera la echó de la casa,
diciendo que su esposo mantenía el hogar "pero tú no tienes
marido así que deberás arreglárterlas por ti misma".
Para
muchas de estas viudas originarias de Bengala Occidental, donde se
habla otra lengua, vivir en Vrindavan rodeadas de personas que hablan
Hindi es como haber llegado a otro país.
Algunas
luchan y no se permiten caer, otras se ven asustadas y quebrantadas.
Supersticiones
Las
autoridades han abierto cuatro ashrams
o comunas espirituales, donde algunas mujeres tienen alojamiento.
Pero muchas se ven forzadas a pedir limosna para pagar la renta.
Algunos
testigos señalan que las viudas son maltratadas por la población
local y son sólo los peregrinos quienes les dan dinero para ganar
méritos.
Gauri
Dasi abandonó su hogar en la frontera debido a la tensiones de la
guerra que derivó en la independencia de Bangladesh en 1971. Llegó
a Vrindavan con su marido, con quien tuvo tres hijas, pero su esposo
la abandonó y sus tres hijas fueron prometidas en matrimonio cuando
cumplieron 10 años.
Dasi
ha vivido sola en Vrindavan durante los últimos 15 años y dedica su
vida a la devoción a Radha, recibiendo algunas monedas a cambio de
cantar en los templos.
Muchas
de las devotas parecen protagonizar vidas trágicas en las calles de
Vrindavan.
El
gobierno y los peregrinos pueden salvar a las viudas de la inanición,
pero será mucho más difícil acabar con las injusticias y las
supersticiones en la región de Bengala.
Para
algunas personas aquí, incluso mirar una viuda es considerado mal
agüero.