Un escrache es la sentencia social utilizada para marcar, para señalar a alguien o algo que hizo las cosas, según el parecer de una parte de la comunidad, mal. Generalmente, las víctimas de estas acciones irracionales, ilegales y muy alejadas de la vida democrática de un país fueron (y son) políticos, militares, asesinos, violadores, etc.
Argentina vive en tiempos de locura total, donde el vicepresidente renuncia al partido que lo llevó a ocupar el cargo y, según los medios concentrados, lidera a la oposición política; donde los precios de los productos y servicios suben escalonadamente entre un 2% y un 5% (según la consultora); donde la pobreza y la marginalidad han llegado a puntos extremos que se mata por una dosis de droga y, finalmente, donde después del que se vayan todos el todos siguen siendo los mismos políticos de siempre ¿acaso Kirchner vino a renovar la política? ¿Duhalde reencarnó progresista después de aquel retiro? ¿Cobos sin méritos de nada o proyectos de país es el cambio que necesitamos?
En este contexto de más dudas que certezas, han comenzado a sucederse una serie de escraches al periodismo. Matemos al mensajero. Aquellos quienes pactaron con Clarín y beneficiaron sus negocios, hoy se espatan de las atrocidades que dicen esos mismos medios de comunicación. Es verdad, el pasado de Clarín lo condena y feo ya que su cercanía al último golpe militar es clara. Pero ¿por qué atacar a quienes trabajan allí? ¿por qué apuntar contra periodistas que cumplen con su trabajo? ¿Acaso los periodistas de medios oficiales como TV Pública o Radio Nacional son independientes? La independencia en el periodismo es una falacia tan grande que ya nadie se la cree. Entonces, ¿por qué tomar el mito como verdad?
El juego es tan claro que asusta. En reiteradas ocaciones desde Enfoqe se dijo que lo que se hace desde 678 es lo mismo (o muy parecido) a lo que ellos mismos critican. En síntesis, recortan la realidad a su antojo (como todos los medios de comunicación) y editan y compaginan tapes que dejan mal parados a los opositores. Exactamente lo mismo que, por ejemplo TN o América.
Lo que impresiona ver es cómo en 678 se lavan las manos e ironizan en relación a los escraches a sus colegas. Por caso, el famoso afiche contra el staff de Clarín y TN, los gritos contra Hilda Molina y el último contra Gustavo Noriega, ex trabajador del INDEC y escritor del libro"Indek, historia íntima de una estafa" en el que su presentación terminó a los sillazos.Ver video.
Peor aún, desde el panel de 678 dudan de la originalidad de los escraches y dan a entender que son esas mismas personas quienes arman el escándalo para beneficio propio. Una locura. Entonces, para la TV Pública (es decir el gobierno) los escraches no son otra cosa que un autobombo y una manera de victimización de los trabajadores de prensa que no comparten las políticas kirchneristas. Otra locura.
Por último, vivir en democracia implica reconocer al otro. Reconocimiento no sólo verbal y discursivo (como el ministro Fernández o el senador Pichetto que dicen estar en contra de los hechos pero no hacen nada para aclarar quiénes son los autores) sino también en las acciones (políticas sobre todo). Reconocer que existen varias ideologías (peronismo, radicalismo, comunismo o neoliberalismo) y que confluyan en una sociedad es una tarea de todos, principalmente de quienes levantan sus respectivas banderas. Como sociedad democrática, no podemos señalar, acusar y marcar a quienes piensan distinto sino volveríamos a un pasado fascista-autoritario.