1 de junio de 2013, estadio municipal de La Romareda, no recuerdo la hora pero sí que era por la noche, y domingo. También recuerdo perfectamente dónde vi el final de aquel partido contra el Atlético de Madrid, a Diego Costa marcando gol, el tercero de su equipo y pidiendo perdón, ni celebrarlo ni nada, ese fue su único gesto. Recuerdo también a un Zaragoza inerte durante casi todo el partido, sin energías, sin fuerzas, sin acción. Lo único que tenían que hacer era poner toda la carne en el asador, ganar el partido y con suerte no descender. Nada de eso fue posible. ¿En qué momento nos creímos que habría un milagro y el Real Zaragoza no acabaría desendiendo?
Era la noche del domingo, estaba en mi casa del Actur, en Zaragoza, viendo el partido y rezando para que, lo que se veía venir, no sucediera en realidad. Que no me quería creer que al final fuéramos a descender a Segunda división y siendo realistas, hacía falta algo más que un milagro para que eso sucediera. Recuerdo que el Atlético de Madrid corría y empujaba el balón casi sin querer, aunque tampoco necesitaban mucho esfuerzo viendo como jugaban los blanquillos. Acabó el partido y veía las imágenes de los aficionados saliendo, lanzando vallas al aire por los alrededores de La Romareda mientras desde mi sofá de tela con dibujos feos no hacía más que llorar, llorar y seguir sin poder secarme las lágrimas. Uno de los hermanos Hernández relataba los hechos en las afueras de La Romareda mientras enfocaban a aficionados en las gradas llorando, salía Simeone (entrenador del Atlético) a dar una inexistente rueda de prensa en la que no quería entrar en detalles de lo sucedido y Zaragoza se preparaba para un futuro en que ni de lejos nos creímos que sería como está siendo.
Tras esa noche vino la aceptación de estar paseando por Segunda división, por acudir a estadios en los que no creíamos que volveríamos a ellos, por luchar por no bajar otra categoría más en el fútbol español, por estar muchas jornadas en descenso, por luchar por ascensos en Play Off después de una gran escalada en la segunda vuelta, de quedarse a 6 minutos y un gol menos de volver a Primera división. Nos han sacado los colores demasiadas veces equipos que no deberían ser de nuestra categoría o nosotros de la suya, se ha hecho el ridículo demasiadas veces incluso en el propio vestuario del Real Zaragoza, y nos hemos acordado de París porque tenemos que demostrar que fuimos grandes cuando ahora no queremos ver lo que somos, el resugir de un equipo que hace muchos años lo ganaba todo.
¿Quién no se acuerda de la noche del 4-1 en Girona remontando lo imposible y recibiendo al equipo en la estación? Eufóricos le gritaban a William José que era su momento. ¿Y a Diego Rico llorando tras haber perdido el partido de Las Palmas y rozar la Primera División? ¿Quién no es capaz de acordarse del desastroso partido contra el Llagostera? Una lluvia de goles que no paraba contra un equipo que ya descendido, no se jugaba nada. Vi ese partido en el pueblo de mi madre, en un bar, me fui de la comida familiar por verlo y al volver a donde estaba mi familia entré cantando “Soy del Zaragoza si señor, de corazón, me importa un huevo la Segunda división..” al descanso, pero al acabar solo sentí rabia, sobre todo, contra Lluis Carreras, que reconoció al final en la rueda de prensa que coger al equipo le había venido grande. Prefiero no acordarme de todo lo que dije esa noche. Ese partido fue horrible, pero desgraciadamente aún nos quedaría algún partido más trágico.
Hace dos temporadas se jugaba otra vez el ascenso en Play Off y el rival más fácil que podía tocarle al Zaragoza se emparejó con él tras tenerlo complicado entrar en esos puestos: el Numancia. ¿Quién no se acuerda de los fallos de Borja Iglesias en Los Pajaritos? ¿Y de los cabezazos que se desviaban y nos entraban en las porterías de La Romareda? ¿Y la negociación de Natxo durante esos Play Off? Otra vez volvimos a tener los aficionados la esperanza de que era posible pasar de fase, aunque la fiesta en la Multiusos sobraba, la disfrutamos quienes estuvimos, para volver a llorar horas después. No pudo ser, una vez más. Yo me fui a trabajar durante el partido y salí convencida de que habíamos ganado. Llegué a casa y vi el resultado, me negué a creerlo. Lo vi en las noticias y volví a llorar en el sofá del Actur. Tras una temporada difícil estaban a 3 partidos de subir. Había que aprovechar la oportunidad.
El desastre de la temporada 18/19 me gustaría pasarlo por alto, pero Marc Gual, Álvaro Vázquez y alguno más no me dejan. Menuda cuadrilla aquella que se juntó. Hubo muchas noches de frío invierno en las que, aun teniendo un abono, prefería no ir al campo antes que pasar frío y ver los desastres que se producían en el campo.
A día de hoy, en esta última temporada, la actual, el Real Zaragoza ha pasado por todo lo que podía, hasta el momento. Lesiones, 3 partidos aplazados, un jugador reclamado por la justicia, muchas jornadas en segundo puesto y cuando mejor estaba el equipo el coronavirus paralizó el país y el mundo, y con ello también el fútbol. A pocos días de reiniciarse la liga, tanto en Primera como en Segunda, los aficionados estamos con ganas de ver que este puede ser el año de acabar con todo lo que hemos vivido durante estos 7 años de desierto. A 5 puntos de distancia del siguiente clasificado, el tercero, las ganas, la ilusión y la motivación se han contagiado ya desde hace meses de jugadores a afición y al revés. No podremos celebrar masivamente el ascenso, ni siquiera estar en las gradas de La Romareda cuando se produzca, si es que se produce pero tras haber escrito esto: https://siempreel8.wordpress.com/2013/05/31/el-hundimiento/ espero que después de los 11 partidos que quedan lo que escriba sea para cambiar el color y la sensación que hubo con aquel hundimiento.