por Raquel Bonsfills
¿Cuántas veces hemos escuchado que mejor solo que mal acompañado? Algunos puede que lo hayamos incluso verificado, ya sea en lo personal como en lo profesional. Sin embargo, tener un socio cuando emprendes puede ser un gran apoyo ante los retos que se presentan, además de aportar al negocio de diversas formas, lo que de algún modo te beneficia y rebaja la carga que tendrías que soportar tú solo.
¿Qué tipos de socios existen y por qué elegirlos bien?
Elegir bien a tu socio te ahorrará muchos problemas porque muchas veces, el propio problema viene derivado por la relación con el socio o por la forma de ser o proceder que tenga cuando ésta difiere mucho de la tuya, por no haber definido claramente lo que se espera de cada uno o cómo se van a resolver las cosas en caso de conflicto entre otras muchas opciones.
Por eso, en este artículo quiero compartirte algunas claves que consideramos en 2miradas que son esenciales para elegir adecuadamente a tus socios.
Antes de ello, quiero hacer un inciso para explicar que hay diferentes tipos de socios, cuyas características dependen del tipo de sociedad que definan. Aunque, sobre todo, podemos diferenciar tres tipos:
- Socios capitalistas: son aquellos que aportan dinero a la sociedad y no suelen aportar trabajo, aunque sí van a estar al tanto de la gestión para asegurarse el retorno de su inversión.
- Socios trabajadores: son aquellos que aportan su trabajo a la sociedad a cambio de una compensación y beneficios derivados de su trabajo. También pueden ser empresas que se asocian aportando parte de sus productos o servicios, es decir del desarrollo de su trabajo para el beneficio común.
- Socios pasivos: son aquellos que constan en la sociedad y no participan aportando su trabajo, aunque sí reciben su parte correspondiente de beneficios. Esto suele suceder con empresas familiares.
7 claves para elegir bien a tus socios
Así que no solo hay que elegir bien a tu socio/a, sino que has de elegir de qué forma se incorpora dicho socio a tu negocio.
- Ten claro el "para qué" de tener un socio. Si eres una persona muy individualista, que no te gusta contrastar tus decisiones con nadie, que trabajas mejor solo, quizá tu opción es el de un socio capitalista si necesitas inversión, aunque has de saber que hoy en día hay posibilidades para conseguir fondos más allá de incluir a una persona en la sociedad. Piensa siempre en cómo eres tú, en cómo trabajas y sé honesto contigo. Tener a alguien valioso a tu lado es un regalo, tener un hombro en el que llorar o apoyarte es un alivio. Tener un respaldo y alguien con quien compartir los éxitos que vayas alcanzando es gratificante. Recuerda que hoy puedes elegir porque se pueden hacer múltiples acuerdos de colaboración sin tener que incorporar socios a la sociedad y también puedes crear junto con tu socio una empresa mucho más enriquecedora.
- Conoce a tu socio antes de decidir incorporarlo a la sociedad. A veces creamos sociedades con la idea de un futuro común y luego en el día a día empiezan los roces. ¿Por qué? Porque idealizamos todo lo que va a ocurrir cuando creamos la empresa con nuestras ilusiones y sueños y no incluimos las discusiones, las opiniones diversas, las diferentes formas de actuar, los tiempos y prioridades del otro... Por eso, no te precipites. Aunque tengas una corazonada comienza a trabajar, reunirte, descubre a esa persona lo más posible. La personalidad y el grado de madurez emocional va a influir en el día a día. Eso no significa que seáis iguales, porque será mejor si cada uno aporta un matiz que el otro admire y sea complementario. Lo que sí han de confluir son los valores, las formas de trabajar, el querer crecer y aprender juntos, tener una visión y misión compartida.
- Dejar claras las funciones y aportaciones de cada uno. Esto es necesario más que nada para no generarnos falsas expectativas que lleven a conflictos por exceso y por defecto. Cuando sabes cuál es tu posición y hasta dónde alcanzan tus funciones no te metes en el trabajo del otro salvo que sea parte de tu trabajo, no hay luchas por ostentar cargos, sino que queda predeterminado de antemano... En cualquier caso, lo mejor es consensuarlo cuando se esté creando la sociedad o incluso antes y es mejor que aquello que decidamos tenga en cuenta las capacidades, talento, pasión, experiencia, formación e ilusiones de cada uno. Cada uno tenemos talentos, puntos fuertes diferentes o algo que sabemos hacer francamente bien. Siempre hay alguien a quien le encanta algo que a ti no. Así que, encuentra ese perfil si quieres un socio que cubra unas determinadas funciones en las que esas cualidades sean necesarias. Además, en los estatutos de la sociedad se pueden redactar y estipular las reglas del juego que serán esenciales en caso de conflicto, en caso de que uno de los socios quiera marcharse o en el caso de que no cumpla con lo que vino a hacer. Si lo tenemos por escrito siempre será mejor porque cuando todo va bien, nada resulta un problema, pero cuando llegan las desavenencias, somos expertos en sacar punta a cada detalle. Así que acogernos a un escrito con el que estábamos de acuerdo puede ayudar.
- Mejores cuentas, mejores amigos. Aunque parece que esto está ya muy manido, "cuando el dinero deja de entrar por la puerta, el amor sale por la ventana". Y lo mucho que querías a tu socio deja de importar porque ahora estamos preocupados por el dinero, por lo que te llevas, por lo que haces para conseguirlo, etc. Por eso, dejar bien claros los repartos de beneficios, los sistemas de ganancias, los ingresos y gastos, que sea transparente todo lo respectivo a los asuntos financieros es elemental para mantener la confianza en el otro. De la misma forma que hay que tratar todos los temas de dinero con honestidad porque también es fuente de conflicto el hecho de que uno de los socios necesite más dinero y se lo dé la empresa, si se devuelve o no, si es que deja de ser equilibrado lo que uno recibe frente a lo que recibe el otro, aunque sea por cuestiones personales. Siempre es mejor tener lo personal al margen de lo profesional. Llevar las cuentas claras entre ambos y llegar a acuerdos sobre cómo gestionarlas ayuda a estar tranquilos en cuanto a ese tema para poder dedicarte a lo demás.
- Comunicación: hablando se entiende la gente. No te guardes pensamientos que te van a llevar a rumiarlos toda la noche o por días. Si algo te molesta o si te afecta alguna cosa que te ha dicho tu socio o un comportamiento que no te ha gustado o que has interpretado de una forma que te hiere, háblalo. Conversar, con apertura para escuchar sin ponerse a la defensiva y sin ponerse a justificar, es imprescindible. También la comunicación es necesaria para exponer situaciones, para crear juntos, valorar opciones, reconocer el trabajo y el esfuerzo, poner metas comunes, vender propuestas o ideas... Es algo de ida y vuelta, requiere de feedback, de empatía, de curiosidad, de comprensión, de atención al otro. Si no te importa lo que tu socio te dice, entonces, mejor cambia de socio.
- Cuando no funciona, recuerda que es reversible. Como en una selección de personal, a veces contratas a alguien y luego resulta que en el día a día hay algo que no termina de encajar. Si has hecho todo lo anterior que te he compartido, probablemente esto no te ocurra nunca. Sin embargo, como pueden surgir diferentes situaciones y también las personas cambian o varían sus intereses, has de saber que hay opciones. No tienes que mantener a ese socio para siempre cuando es algo que ambos veis que no funciona. Por supuesto, si has dejado todo por escrito antes, si sois capaces de seguir comunicándoos con respeto y con empatía, la salida no tiene por qué ser agresiva. La parte más compleja es en la que se valora la empresa para adquirir el socio que se queda su parte o bien para llegar a un acuerdo económico por su marcha, aunque hoy en día hay profesionales que te pueden ayudar para que todo el proceso sea más sencillo.
- Saber poner límites y a la vez mantenerse cerca. Una de las principales claves del éxito de muchas empresas que comienzan es que los socios fundadores se pasan muchísimas horas juntos compartiendo cada detalle de su trabajo y también, de su vida. Esa relación hace que se elija en numerosas ocasiones a amigos y familiares como socios. Conocemos a sus hijos, padres, resto de amigos, y acabamos siendo una gran familia. Sin embargo, contar cosas en casa de cómo te ha ido en el trabajo puede generar en quien escucha alegría o tensión respecto al socio en cuestión al que conocen. Entonces esas personas opinan y pueden en un momento dado minar la relación o hacerte dudar. O si solo pones en realce a tu socio, pueden tener celos porque dedicas más tiempo al socio que a ellos, lo que es fuente de conflicto. Por eso, y dado que emprender se trata de una decisión vital en la que uno quiere involucrarse, necesitamos el apoyo de nuestros familiares y por beneficio de todos, es necesario que aprendamos a poner límites. Has de recordar que tu vida tiene otras áreas que requieren de tu tiempo, que has de encontrar el equilibrio para tener bienestar en la forma que tú quieras. No todo es trabajo porque te perderás otras cosas, aunque por supuesto, requiera de un esfuerzo y tiempo sacar adelante una empresa. Estás con tu socio (vida laboral) y también tienes vida personal, tienes amigos con los que disfrutar, también tienes tus propios gustos y tus momentos de ocio solo o acompañado y has de seguir cuidando de ti como persona para poder ser el mejor profesional y el ser que tu socio quiera tener a su lado.
Con todo lo que te he compartido, espero que puedas tener más claridad a la hora de elegir socio y que si eliges caminar junto a otra persona, que estéis alineados, que en el día a día sea la persona con la que quieres estar. ¿Qué te ha resonado de todo esto? Seguro que de ahí saldrá una conversación contigo mismo o con tu socio. ¡¡Mucho ánimo!!
Elegir bien es posible.
Aprendiendo en el camino del crecimiento.
Fuente: https://2miradas.es/blog/7-claves-para-elegir-bien-a-tus-socios/