7 mil millones de personas, esa es la cifra estimativa que según los expertos, alcanzamos el pasado lunes 31 de octubre de 2011. Estimativa porque sería harto difícil saber exactamente donde o cuando se producía la llegada de ese nuevo ser a nuestro superpoblado mundo. Quizá en un lujoso hospital en el centro de una rica urbe o probablemente, y más difícil de localizar, en un barrio pobre de un país subdesarrollado donde los nacimientos ni se certifican.
Según recoge el diario ABC, la población planetaria crece a un ritmo medio de 227.000 seres humanos cada 24 horas. Y es que el salto de los 6 mil millones que se diera en 1999 hasta la cifra alcanzada en estos días, hace presagiar que viviremos en un mundo del que será difícil sacar recursos alimenticios en un futuro no muy lejano. Sino piensen de qué manera podremos vivir si se abandona el sector primario, se industrializa y urbaniza un alto porcentaje de suelo y encima no se controla la natalidad.
Hace unos días, charlaba con mi amigo Facundo; un hombre que ha recorrido mundo, y me mostraba lo agobiado que se encuentra. Facundo, ser espiritual donde los haya, me relataba que ya le resulta increíblemente difícil tener un sitio donde poder encontrar paz y tranquilidad. Primero porque en casi todos los países hay conflictos, ya sean armados, sociales o políticos y segundo porque por culpa de ello, la gente vive intranquila.
Facundo me aseguraba que el ser humano tiene la facilidad de no aprovechar, y sobre todo no valorar lo que tiene. Prueba de ello es que si tienen una vida ordenada, temen que ésta se pueda desordenar, pero sí no la tienen, anhelan poseerla. El descontento generalizado lo llama Facundo. Y como me encanta hablar con él, también quise saber su opinión sobre la llegada del habitante “7 mil millones” a la tierra.
Sereno y pausado, Facundo me dijo: La cantidad de la que se habla es la mitad de la población que ya existe. Yo, que he recorrido el mundo, cada vez que me encontraba con alguien, lo apuntaba en mi cabeza y alrededor del mundo pude contar hasta 15 mil millones, así que mientras haya amor y fraternidad, los humanos podrán seguir incrementando su presencia en la tierra. Cuando esto se acabe, llegará el fin de ser humano.
Tras tales aseveraciones, dejé el sanatorio mental y me alegré de tener allí a un amigo como Facundo, que aunque esté recluido, en su cabeza ha visto y recorrido el mundo. Y es verdad que a veces la visión de un loco, es la más razonable que puedes encontrar, porque sólo ellos pueden comprender la locura del mundo en el que vivimos.
Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…