Revista Cine
Por más de un cuarto de siglo me he dedicado a escribir crítica de cine. El cine y sus hacedores han sido -y deben seguir siendo- el tema central de mis afanes pero no estorba que, por lo menos de vez en cuando, los dardos críticos sean dirigidos hacia el oficio mismo. O sea, creo que es saludable hacer la (auto)crítica de la crítica. Así que aquí van, listados, siete pecados de la crítica de cine desde la perspectiva de quien esto escribe.¿Que con qué autoridad escribo esto? Van tres argumentos: 1) Como anoté antes, tengo más de 25 años dedicado profesionalmente a la crítica de cine -es decir, me pagan por hacerlo-, así que algo de experiencia tengo en ello; 2) Tengo aun más experiencia como lector de crítica de cine: por lo menos unos 35 años, desde que descubrí en una biblioteca pública y cursando la secundaria, la existencia de varios tomos enciclopédicos, la original Historia Documental del Cine Mexicano, que fue mi puerta de entrada para empezar a leer a Emilio García Riera, Jorge Ayala Blanco y Cube Bonifant, entre muchos otros. 3) Y la razón central: prácticamente en todos estos vicios listados he caído yo, así que puedo escribir con el debido conocimiento de causa. Dicho de otra manera, esto no es un "Yo acuso" sino un "Yo, pecador", como sigue
1) Insultar al lector. Acaso el peor vicio de todos. Si el crítico afirma "esta película es solo apta para imbéciles", no está diciendo nada del filme, sino insultando al hipotético público que guste de él. Por supuesto, es completamente válido lanzarse en contra de la cinta y de sus hacedores, pero me parece una falla ética insultar a quien está leyendo lo que uno escribe. Además, es un disparo en el pie: ¿así quieren ganar el respeto de los lectores, afirmando que tal cinta solo puede gustarles a los "idiotas que adoran a Eugenio Derbez", al "público snob de la Cineteca" o a "imberbes ignorantes que no conocen otra cosa que súper-héroes"?
2) Colgar los adjetivos sobre/sub/valorados a cualquier película que acaba de estrenarse. Cuando alguien escribe: "tal cinta es sobrevalorada", lo que está diciendo, en realidad es: "esa película es una porquería y solo yo la estoy juzgando de manera correcta". Y si se usa la etiqueta "subvalorada", la idea es: "todos son unos imbéciles y solo yo tengo la suficiente sensibilidad para entender que es una obra maestra". Otra vez: al usar estos adjetivos estoy hablando de mí, no de la película. Por supuesto, entiendo que en la historia del cine ha habido filmes sobre/sub/valorados, pero para afirmar esto, hay que dejar pasar algo de tiempo. Por ejemplo, leyendo la edición facsimilar de la Revista Nuevo Cine de agosto de 1962, veo con asombro que los críticos de ese legendario magazine calificaron a Psicosis con un 6.6. García Riera le enjaretó un 6, Pérez Turrent un 7, José de la Colina un 7, Paul Leduc (sí el futuro cineasta) ¡un 2! y así por el estilo (la excepción: Salvador Elizondo, quien le dio un 10 a la cinta de Hitchcock). Con la ventaja que nos dan los más de 50 años de distancia, podemos decir que, de acuerdo con el canon fílmico de hoy, el grupo Nuevo Cine -con la excepción de Elizondo- falló en entender la grandeza de Psicosis y que subvaloró una de las cintas más importantes e influyentes en la historia del cine. Por lo mismo, ¿no es ridículo cuando alguien, sin más, escribe que una cinta reciente o incluso en cartelera, digamos la nueva Mad Max está sobre/sub/valorada? ¿No es mejor esperar un poco de tiempo para ello? O, en todo caso, si se va a colgar el adjetivo, ¿no sería bueno tratar de justificarlo y no dejar colgada la etiqueta así, sin más?
3) Fungir como papá regañón. "Me quedó a deber", "me decepcionó", "no esperaba eso de él"... Nuevamente, cuando el crítico escribe algo así, está hablando de él, no de la película. El crítico toma el papel del papá que revisa las calificaciones que trae en su boleta su hijito-cineasta baquetón, que puras vergüenzas le hace pasar. No tiene sentido escribir de las expectativas que se tienen de una cinta: lo importante es analizar lo que se ha visto en pantalla. Y si un crítico esperaba algo de una película y no lo encontró, ¿es culpa del cineasta o del crítico?
4) Ser un aislacionista/formalista radical. A partir de los invaluables trabajos formalistas de David Bordwell, hay una moda creciente de contar, por ejemplo, el número de tomas. Es cierto, una buena crítica de cine no puede darle la espalda a la forma fílmica. Es más, como escribiera de manera memorable García Ascot en la ya citada revista Nuevo Cine, "la forma de un film implica... una actitud existencial ante el mundo". Sin embargo, si la crítica no hace más que describir la forma sin conectar este mismo análisis con el tema, el genero -o la corriente- a la que pertenece la cinta o, por supuesto, la obra anterior de un cineasta, ¿qué se está haciendo? Yo diría que, acaso, investigación académica, pero no crítica de cine. Recuerdo haber leído hace tiempo un tuit en el que un crítico lanzaba el reto de escribir una crítica de cine sobre, digamos, el último filme de Scorsese sin mencionar el nombre de Scorsese ni hablar de él. Una auténtica gansada: por supuesto que se podría escribir una crítica así pero, ¿para qué? ¿No tiene mayor sentido y riqueza escribir del más reciente filme de Scorsese, Allen, Eastwood, Leigh, Hou, Joe, Alonso o Reygadas tratando de conectar ese filme con el conjunto de su obra?
5) Ser un contextualista radical. De cualquier forma, el otro extremo es todavía peor: el crítico que escribe de todo, menos de la película. Hay los que aprovechan la crítica para escribir, digamos, del estado de cosas en su país (o sea, la película le sirve de pretexto para escribir de las noticias del día) y hay otros que aprovecha su espacio para recordarnos que, por ejemplo, Roman Polanski sigue siendo un fugitivo de la justicia gringa o que Woody Allen se casó con su hijastra. Es cierto que, a veces, la vida pública extracinematográfica -e incluso la privada- de algunos cineastas pueden brindarnos un entendimiento más profundo de su obra. Digamos, saber algo de la vida del joven Mizoguchi ayuda a explicar su interés en las películas sobre geishas y su inclinación por denunciar la explotación femenina, pero no entiendo por qué algunos estimables colegas sacaron a colación, por ejemplo, que Clint Eastwood habló con una silla vacía en un acto político republicano para criticar negativamente Francotirador. Vamos, no sé que tiene que ver una cosa con otra. Y, además, hasta para escribir de chismes y de la vida privada de los astros fílmicos se necesita un talento especial. No todos pueden ser Kenneth Anger.
6) El crítico poeta que en el aire las compone. ¿Para qué se escribe la crítica de cine? Yo diría que para construir un puente entre la obra y el espectador. El crítico no tendría por qué ser un cadenero (Mauricio González dixit) que le dice al lector si debe entrar o no a ver tal película, sino alguien, como lo ha dicho hasta la saciedad Ayala Blanco, que sea capaz de extender el placer -o la molestia, en todo caso- que le causó un filme en particular. Creo que casi nadie lee a un crítico solo por leerlo, sin hacer la conexión con la película que él está analizando -a menos, claro, que el crítico de marras sea poseedor de una prosa notable, como Graham Greene, Guillermo Cabrera Infante, James Agee o el Ayala Blanco de La Aventura del Cine Mexicano, a quienes se puede leer nomás por el gusto de leerlos. A lo que voy es que el crítico tiene una obligación con el lector: ser claro, dejarse leer -que, por lo demás, supongo que debería ser la obligación de cualquier persona que escribe algo. Y la verdad es que a veces leo unos textos llenos de tal jerigonza que me pregunto; ¿a quiénes están está dedicadas estas líneas? Y si la pedantería académica a veces puede resultar pesada de leer, lo que sí es imposible es cuando el crítico se la da de (dizque) filósofo y poeta: "la edición delicuescente y la fotografía lixivada del último filme de Serra construyen una imaginería decantada que deja al espectador en estado ontológico". Digo, no está mal como oración, pero no significa nada y no dice maldita la cosa sobre la película.
7) El crítico como cineasta frustrado. Decía el admirado camarada Gustavo García que en México los críticos de cine no son, en realidad, cineastas frustrados. Que los únicos cineastas frustrados son los propios cineastas cuando hacen películas impresentables -o peor aún: cuando ni siquiera pueden levantar sus proyectos. Lo cierto es que, de todas formas, el crítico como cineasta frustrado sí existe y es, acaso, el vicio más arraigado de todos: he ahí el crítico que, desde la comodidad de su asiento en el Starbucks de la esquina, le informa a tal cineasta que la cinta debió haber tenido otro final, que para tal personaje debió haber sido contratado otro actor, que la música de fondo debió haber sido eliminada en tal secuencia y hasta le aconseja decisiones profesionales ("Oye, Eimbcke, ya cambia de temática", "Mira, Hong, ya no hagas la misma película") o, peor aún, manda a retiro a algún venerable veterano ("Ojalá Clint ya deje de dirigir", "Ánimas que Woody Allen deje de trabajar"), como si tuviera alguna autoridad moral para hacerlo. Y no, en realidad, no la tiene. Lo importante sigue siendo el cine. Sobre él habría que seguir escribiendo. Y esperemos que con la menor cantidad de vicios posibles.