Hace un par de meses publiqué una entrada en la que escribía sobre 10 diferencias entre equipos y redes productivas. En dicha entrada me centraba, sobre todo, en las diferencias entre equipo y red porque, a diferencia de lo que ocurre con los equipos, las redes son estructuras todavía poco conocidas en el mundo organizativo.
En este caso me gustaría compartir contigo una serie de reflexiones únicamente acerca de las redes, a fin de profundizar un poco más en sus características y contribuir en lo posible a una mejor comprensión de las mismas.
Mi primera reflexión tiene que ver con la diversidad que, a menudo, se confunde con la simple diferencia. Una red productiva es una suma de diversidades complementarias, es decir, de diferencias concretas que se aportan mutuamente algo positivo y enriquecedor. Me parece importante destacar esto porque, en mi opinión, permite distinguir entre una red y una red productiva. Una red puede ser un popurrí de personas que comparten un determinado interés. Sin embargo, una red productiva requiere algo más. Para ser productiva, una red debe sustituir el popurrí de diferencias por una “diversidad enriquecedora”, es decir, una red productiva debe posibilitar la existencia de un sistema en el que determinadas diferencias se combinen de forma positiva en lugar de anularse mutuamente. Una consecuencia directa de esto sería que no es suficiente que un grupo de personas compartan un interés para que puedan formar una red productiva. Además de diferentes, necesitan ser complementarias.
Mi segunda reflexión es sobre el tamaño. Una red puede tener un tamaño ilimitado pero, para ser red productiva, su tamaño debe permanecer dentro de lo que en #redca llamamos “dimensión humana”. Dicho de otra forma, los nodos de la red deben conocerse entre sí y poder interactuar de forma fluida. Esta aparente limitación debida al tamaño tiene fácil solución, ya que la red es una estructura escalable gracias a su capacidad para generar meta-estructuras, es decir, para dar lugar a meta-redes (redes de redes). Una meta-red es una red N-dimensional, es decir, un conjunto de redes distribuidas en una especie de multi-capa de N dimensiones. Desde un punto de vista práctico, se da la paradoja de que, aún existiendo una limitación de tamaño en la estructura básica “red”, el tamaño máximo de la estructura reticular es ilimitado gracias a las posibilidades que ofrece la estructura superior “meta-red”. Por eso las empresas del futuro serán meta-redes productivas.
Mi tercera reflexión trata sobre el origen y crecimiento de las redes. Una red surge a partir de dos o más personas que comparten un interés. A partir de ahí, la red crece por adherencia de nuevos nodos, bien porque estos nuevos nodos vayan llegando de forma espontánea, bien porque sean invitados por alguno de los nodos ya existentes en la red. En el caso de redes productivas, creo que es importante que exista una relación previa de interés entre al menos un nodo de la red y cualquier persona externa a la red que desee convertirse en nodo. Esto permite un “crecimiento cualificado” de la red y reduce el riesgo de popurrí que mencionaba en mi primera reflexión. Tendríamos así que la red se genera a partir de pares de personas que comparten al menos un interés. Podríamos hablar de un “interés P2P“, aunque yo prefiero hablar de “relaciones I2I” (Interest to Interest). Una relación I2I es la que existe entre dos nodos de una red que comparten conscientemente un interés determinado. Una red productiva se genera a partir de relaciones I2I entre los nodos ya existentes en la red y personas externas a la red que desean formar parte de ella, o que son invitadas a ella. Por tanto, una red puede describirse como el espacio que resulta de agregar las intersecciones de interés de sus pares de nodos.
Mi cuarta reflexión tiene que ver con el proyecto como elemento generador de redes. La mayoría de las organizaciones que conocemos son estructuras ya creadas que abordan proyectos. Este tipo de relación entre proyecto y estructura significa que, en la práctica, el proyecto debe en cierta medida ajustarse a la estructura, ya que ésta es previa al proyecto y, por lo general, poco flexible. Esto no es bueno ni malo en sí. Tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Lo que ocurre es que un tiempo de grandes cambios acelerados como el que vivimos, la flexibilidad es un valor al alza y si algo caracteriza a las organizaciones tradicionales es su escasa flexibilidad. En el caso de las redes productivas, el proceso es el inverso. El proyecto nace antes que la red que lo aborda. De hecho, la red se configura a la medida del proyecto. Como dice mi amiga @Odilas en su metared The Project, las redes productivas permiten tejer “equipos especiales para proyectos únicos“. El proyecto llega y despierta un interés. Alrededor de ese interés comienzan a adherirse nodos y así se teje la red. Es el proyecto quien genera la estructura, no la estructura quien condiciona y limita el proyecto.
Mi quinta reflexión contempla la relación entre la eficacia de una red y el grado de cohesión entre sus nodos. Del mismo modo que hablamos de relaciones de interés, o “relaciones I2I”, existen relaciones de desacuerdo, o “relaciones D2D” (Disagreement to Disagreement). Una relación D2D es la que existe entre dos nodos de una red entre los que existe un desacuerdo consciente determinado. Las existencia de relaciones D2D es resultado natural de la diversidad existente en las redes productivas. El grado de cohesión de una red viene definido por la mayor o menor tensión internodal de la red (TI). La tensión internodal (TI) es la diferencia entre el grado de desacuerdo (D2D) y el grado de solapamiento de intereses (I2I) entre los nodos:
TI = ∑D2D - ∑I2I
Cuanto más negativa sea la tensión internodal, más cohesionada estará la red. Cuando la tensión internodal es positiva, significa que el grado de desacuerdo entre nodos es superior al solapamiento de intereses y por tanto la red se deshace o simplemente no llega a existir.
Mi sexta reflexión guarda relación con el proceso de toma de decisiones en el seno de una red productiva. A diferencia de lo que ocurre en los equipos y, en general, en las organizaciones tradicionales, la toma de decisiones en una red no es por consenso sino por consentimiento. De hecho, si existe una diversidad real, es poco probable que las decisiones puedan tomarse por consenso, al menos en su mayoría. Esto nos lleva a la necesidad de que los nodos de una red productiva sean personas con criterio formado, pensamiento crítico, capaces de exponer y defender ideas y, sobre todo, habituadas a hacer un uso creativo del conflicto desde una marcada voluntad integradora, es decir, personas enfocadas en construir sobre el área fértil en la que se solapan los nodos.
Mi séptima reflexión es acerca de la necesidad que tiene una red productiva de contar con una representación equilibrada de roles. Además de las competencias de cada nodo y de los necesarios solapamientos de intereses, para que una red productiva trabaje de forma eficaz y eficiente es preciso que se jueguen todos los roles necesarios que a día de hoy se asocian con un alto rendimiento. A diferencia de lo que ocurre en estructuras más rígidas, los roles en una red son dinámicos y ni están asociados a una o varias personas ni cada persona tiene por qué desempeñar siempre los mismos roles. Esto otorga un plus de plasticidad a las redes a la hora de adaptarse a las necesidades concretas del proyecto en cada momento.
En el mundo de las redes productivas está – también – todo por hacer. Estas siete reflexiones pretender ser únicamente un punto de partida para una conversación más amplia sobre qué conviene, refuerza y caracteriza a una red productiva. Me encantaría contar con tus reflexiones en los comentarios a este post. ¿Te animas a participar?
Este artículo, 7 Reflexiones sobre Redes Productivas, escrito por José Miguel Bolívar y publicado originalmente en Optima Infinito, está licenciado para su uso bajo una Licencia Creative Commons 3.0 España.Muchas gracias por suscribirte a Optima Infinito.