Acaba de nacer un nuevo bebé en el mundo, que sumados a los que vinimos antes y aun no nos hemos ido, hace la redonda cifra de siete mil millones.
La buena noticia es que es un ser humano que vivirá incluso después de muerto, sin más mérito que estar en el sitio correcto en el momento justo. La mala noticia es que, desde la cuna, le persigue el sambenito de ser un testaferro de la ONU, un impostor copartícipe de un cruel amaño. Me explico.
Estaremos de acuerdo en que no hace falta saber de estadísticas oficiales, ni de husos horarios, ni de partos provocados, ni de loterías amañadas, para darse cuenta de que es imposible determinar quién es el angelito que hace exactamente el número siete mil millones en el planeta tierra.
Por eso, y para resolver el entuerto diplomático, la ONU ha establecido, de manera simbólica, que sea Danica May Camacho, nacida en Manila, Filipinas, un minuto antes de la medianoche del 31 de octubre de 2011, la ganadora de la preciada distinción.
Por esta arbitrariedad, el enfado de India, Turquía, Sri Lanka y Rusia no se ha hecho esperar. Quizá porque querían coronar a su bebé ‘siete mil’ como icono paradoja de los millones de niños no deseados que nacen cada año en estos países.
Y nosotros, habitantes eméritos de un país que se considera desarrollado, como España, donde fluyen estadísticas oficiales de distinto rango, a veces contradictorias, a veces difíciles de creer, a veces recalculadas, a veces intencionadas y, a veces mal expresadas, no me explico cómo los censos nacionales de países como los mencionados pueden saber cuándo y dónde nace exactamente su niño 'siete mil'.
En cualquier caso, lo importante no es la cifra, que también, sino la velocidad con la que se ha incrementado en mil millones el censo mundial. Porque hemos necesitado tan solo doce años para pasar de los seis mil a los siete mil millones de habitantes.
Por ello los vendedores de pesimismo nos pintan el futuro como si fuera un enigma borroso como la niebla. Yo no lo veo así; entre otras cosas porque tengo una opinión sin criterio al respecto.
Lo que yo sí imagino es un mundo en el que, cuantos más seamos, más oportunidades habrá para la acción, para la diversión, para el heroísmo, para las traiciones y para las pasiones, de tal manera que la historia de la humanidad continúe como hasta ahora y así, por lo menos, hasta el final.