Hoy es el día en que, según los demógrafos, se llega a los 7.000 millones de habitantes en el planeta Tierra. Y es tiempo de hacer ciertas reflexiones.
A pesar de que hay espacio suficiente para albergar esa cifra de habitantes y recursos suficientes para todos, el problema reside en la desigualdad y la injusta distribución de esos recursos.
Así, nos encontramos que millones de seres humanos pasan hambre, a pesar de la abundancia que existe en muchos países.
Son unos mil millones de personas las que sufren hambre y desnutrición. Por hambre, muere un niño cada seis segundos, mientras que muchos otros, en países ricos, tienen problemas derivados de su obesidad. Y todo ello, sin que los distintos gobiernos o las organizaciones internacionales sean capaces de solucionar el problema, a pesar de que es una cuestión de mejorar la distribución de los recursos.
Además, la mala utilización del planeta hace que éste tenga daños ecológicos irreversibles que demuestran que el ser humano ha sido y es la especie más destructora del universo.
Sin cuidado, con insolidaridad y buscando la solución egoísta y cortoplacista, hemos sido capaces de poner en peligro la existencia de nuestra casa, de la Tierra.
Extracción de los recursos de forma exacerbada, acumulación de la riqueza por parte de muy pocos. Incendios provocados. Exceso de consumo de combustibles fósiles. Obras faraónicas que hacen peligrar el sistema ecológico. Estas acciones son algunas de las que están provocando un deterioro incontrolado y acelerado de nuestro planeta.
Somos muchos, pero lo peor es que para que vivan bien unos, tienen que morir otros. Unos sobrealimentados y otros muriendo de hambre, incluso en países con recursos. Todo, fruto de esa insolidaridad capaz de hacer al ser humano probablemente el mayor enemigo de su propia especie.
El crecimiento demográfico dice que en el 2050, el planeta alcanzará los 10.000 habitantes.
Sin una rectificación este mundo está abocado a su desaparición. Por poner un ejemplo de nuestro país, a finales de abril habíamos consumido la parte de los recursos que nos correspondería en todo el año. Lo que significa que estamos consumiendo recursos que pertenecen a otros.
O cambiamos el chip, o las generaciones venideras no podrán corregir nuestros errores y estarán condenadas a vivir peor, en el mejor de los casos.
Hay que consumir menos, hay que aprender a consumir y hay que repartir los recursos. No se trata de consumir de acuerdo al poder adquisitivo que se tiene, sino de hacerlo solidariamente. El consumismo puede ser la antorcha que encienda el final de una era. Si queremos que nuestras generaciones no lo sufran, hay que rectificar ya.
Salud y República