Revista Opinión

75 años bombardeando bioéticamente

Publicado el 31 enero 2013 por Eowyndecamelot

Hoy (ya ayer) hace 75 años que bombardearon la plaza de Sant Felip Neri. Murieron, entre otras personas, muchos niños. Más tarde, siguiendo con este escaso respeto por la infancia y la maternidad, los herederos de los que perpetraron ese crimen pasaron 30 (o quizá 40, o 50 o…) años robando bebés a sus madres, por rojas o inmorales, y continuaron después  bombardeándonos (menores incluidos) con desahucios, enfermedades, explotación, humillación y hambre mientras malgastaban en lujos asiáticos nuestros necesarios y escasos ingresos. Aunque por fin deben de haberse arrepentido, porque cada vez más defienden a los niños hasta tal punto que quieren obligarnos a tenerlos cuando, cómo y en la cantidad que ellos deseen, con quienes a ellos se les antoje y dentro del modelo de familia que a ellos les salga de la polla. Todo bioética y científicamente, por supuesto. Porque si no seremos rojas, inmorales, y además, y ellos bien pueden emplear ese término porque conocen su significado a la perfección, asesinas.

75 años y no ha cambiado nada. Nada. Siempre han sido los mismos, casi desde el principio de esta broma ridícula y cruel llamada España, en ocasiones más cautos, inventándose transiciones modélicas como solución de continuidad de su poder casi eterno, en ocasiones, como ahora, más envalentonados por las circunstancias. Pero es igual, esta repugnante piel de toro llena de ineptitud cobardía, represión, envidia, egoísmo, corrupción, hipocresía y sadismo no cambiará si nosotros no la cambiamos, si no invertimos el estado de las cosas, si no envíamos a tanto católico de alma negra a ese infierno del que todos provienen y de donde no deberían haber salido nunca. Después de todo, Sor María ya ha marchado hacia allá, por su propio pie caduco y chocho o cordialmente empujada, sacrificándose, como toda una santa heroína de la patria, por un sistema podrido que llena de cáncer purulento las instancias más altas de esta sociedad pervertida, empeñándose en subsistir a pesar de la repugnancia que causa.

Mientras nosotros, los únicos cirujanos que podríamos atajar el mal, todavía temblamos al coger el bisturí. Tal vez sea porque nos han obligado a hacer  turnos demasiado largos, de acuerdo, pero ¿acaso vamos a ser menos bioéticos que ellos?


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