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78. Derrapaje en la Academia Sueca

Publicado el 28 octubre 2021 por Cabronidas @CabronidasXXI

    Cuando la Academia Sueca tuvo a bien galardonar con el Premio Nobel de Literatura del 2016 a Bob Dylan, caí en una depresión que hizo temblar las existencias de todas las licorerías. Tuve que releer Skagboys (2012), Los versos satánicos (1988) y La máquina de follar (1974) para recuperar la fe en el arte de la expresión escrita. No di crédito y mi alma se diluyó pies abajo como agua por el sumidero. Franz Kafka y León Tolstói murieron sin tan merecido galardón. Clama al cielo que todavía hoy talentos tan portentosos como los de Joyce Carol Oates o Margaret Atwood —por citar dos de muchos— todavía no tengan tan reconocido premio.

    Aquel día del 2016 La Academia Sueca derrapó y aún hoy reverbera el eco de semejante desatino.

    Queridos, queridas: las grandes obras se escribieron desde la locura y en tiempos oscuros. ¿Existe talento en las letras de alguien que no haya muerto hace cien años? ¿Hay esperanza para un mundo prosaico, incoherente, sobrealimentado y borracho de sí mismo cuya única obsesión no es la calidad humana sino su propia egolatría inflada hasta la obesidad mórbida por las categorías sociales, Netflix, la huida de la soledad, la masturbación como forma de vida, explotar burbujas de embalaje como pasatiempo, los barbitúricos y el psiquiatra?

    Amigos, amigas: este delirante bloguero no tiene las respuestas. Aunque ahora que se acerca la fiesta pagana de origen celta, podría consultarlo con Charles Bukowski a través de la Ouija. El muy cabrón siempre sabía qué decir y escribía desde las entrañas. Está claro que Bob Dylan es un gran letrista, incuestionable cantautor poético de voz nasal que debería sonarse la nariz más a menudo. Su influencia en lo musical es enorme y eso es innegable. Como es innegable que el rapero Natch y Roberto Iniesta de Extremoduro también lo son y jamás conseguirán el galardón.

    Puede que literatura y música muchas veces viajen en la misma dirección, pero lo hacen por caminos diferentes. Pero tampoco nos pongamos trascendentales. A Barack Obama le concedieron el Premio Nobel de la Paz, y resultó ser el presidente de Estados Unidos que más tiempo ha estado en guerra. Por eso quizás Murakami —el eterno aspirante— debiera probar a componer canciones.

    A lo mejor suena la flauta.


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