Revista Cultura y Ocio
El tiempo es inexorable, tal día como hoy en España hace ocho años llegaba la noticia de la muerte de David Bowie. Nos había mantenido oculto con su maestría habitual su enfermedad, un cáncer de hígado que le estaba devorando, y cuyas secuelas eran visibles en el vídeo de Blackstar, tema que daba título a su último álbum de estudio, otra vuelta de tuerca más en un artista que no paraba de evolucionar. Free-jazz al estilo Bowie, una locura podía parecer, pero a mí el trabajo que salió a la luz el 8 de enero de 2016 me gustaba y me sigue gustando, dos días después fallecía y se descubría el pastel, se estaba despidiendo, cómo no, a lo grande.Curiosamente el tema Blackstar tenía un contenido religioso en la letra, donde se hablaba del nacimiento de un líder (Estrella Negra) el día de la muerte del anterior que pide que sigan los demás habitantes de Ormen (supuesto planeta), pero que se da cuenta que al final terminará siendo ejecutado mientras las mujeres se arrodillan y sonríen. Musicalmente un tema tétrico en su inicio con ritmo de tambor y teclados, pero cuya segunda parte después de una transición, tenía un tono más alegre con arpa y sección rítmica.
Como es sabido, Bowie no fue sólo músico en toda la extensión de la palabra, es decir, compositor, intérprete, productor, etc., sino también actor y ocasionalmente pintor. Pero en el terreno musical su peso ha sido enorme, y siendo tan diferente, genuino y auténtico, realmente ha sido una figura inigualable, también incluso en los momentos menos álgidos, que algunos tuvo. Su imagen cambiaba en cada álbum, eso siempre lo cuidaba, pero a la vez lo hacía su música. Por si fuera poco, hablamos de una carrera musical de 51 años, aunque de 2004 a 2009 estuvo algo retirado, bien es cierto, después de su operación de corazón. En todo ese tiempo, una vida entera casi, tocó todos los palos imaginables, pero a la vez inventaba y se reinventaba a si mismo, como siguió demostrando hasta el final de sus días.Mucha gente consideró que todo lo que tenía que decir acabó a principios de los 80, y yo digo que no, que mucho de lo que hizo en los 90 y en este siglo, es de un nivel superlativo, pero que había que entender por donde iba. Cada uno tendrá su época favorita del camaleón, y casi todos coincidiremos en los 70, pero creo que es un artista que siempre tuvo una capacidad de regeneración como pocos, cosa que parece fácil y no lo es. ¿Cuántos músicos han intentado regenerarse y salir de su apatía y falta de actividad compositiva e ideas y no han podido? Os aseguro que muchos, pero Bowie no era de esos.
Suele suceder que una vez desapareces se te empiezan a reconocer tus méritos, si es que en vida no lo habían hecho, pero sucede que cuando mueres a una cierta edad, ese reconocimiento no es tan exagerado, pero negar la importancia de este genio, es bastante absurdo. Una vez terminada su gira de Outside de 1996, David Bowie se introduce en el estudio con el guitarrista Reeves Gabrels, con el que ya colaboraba desde Tin Machine, para encerrarse a grabar el nuevo material inspirados en el sonido de bandas como Prodigy, Underworld o incluso Nine Inch Nails, cuyo auténtico alma máter, Trent Reznor, incluso colaboró en el disco. El trabajo creativo se llevó a cabo en los Mountain Studios de Mountreux (Suiza), durante dos semanas, donde las líneas de guitarra se mezclaban con sintetizadores y equipos de sampleo. Es por eso, que el disco suena muy a rock industrial, como fachada sonora, pero esconde temas realmente sabrosos y disfrutables, de hecho el propio Bowie veía paralelismos entre este trabajo y Scary Monsters de 1980, ambos eran discos agresivos, pero cambiaba el envoltorio. En Scary Monsters, la nueva vuelta de tuerca de aquel momento, se basaba en la utilización de teclados ochenteros con un estilo glorioso dentro de su nueva concepción del rock, pero claro, aquí adaptado a los tiempos que corrían Bowie saca de nuevo su coctelera, y mezcla como nadie, y cómo no, también hay ecos lejanos de la trilogía berlinesa, sobre todo en el asunto de los saxos.Y aquí es donde El Duque Blanco siempre me ha fascinado, porque un artista genial y grande es aquel que no se amolda a los tiempos, sino que hace que éstos se amolden a él, que no se deja arrastrar por la corriente, sino que es quien la conduce, además de no venderse a modas pasajeras.Looking for satellites es un medio tiempo que empieza con coros de dobles y triples voces del propio Bowie realmente deliciosas y en diferentes tonos, mientras la guitarra de Gabrels dibuja una línea genial (con su punteo final sideral) bajo lo que sustentar el ritmo, delicioso y fantástico tema.Os dejo con Lokking for satellites.