6. The Good Wife
Desde mi experiencia personal, desde A Dos Metros Bajo Tierra, no me había sentido tan interesado por seguir a todos los personajes. Hay un cuidado envidiable por todos ellos; no ya los habituales, sino los propios episódicos que, al cabo, vuelven en más de un capítulo: veáse el retorno de Michael J. Fox como cabrón resuelto a cualquiera estrategia: hasta beneficiarse de su discapacidad (genial, en este sentido, el capítulo 13 de la segunda temporada, Real Deal).
Hay muchos más aspectos destacables y uno de ellos le proporciona un añadido de originalidad: el seguimiento de la actualidad. La bailarina improvisadora que tiene tan embelesada a Grace Florick es real, y tiene vídeos reales colgados en la Red. Y, paralelo a ese pie bien asentado en las noticias, la relevancia de las nuevas tecnologías: twitter, vídeos, webs, blogueros… De ambos detalles, da buena cuenta Alberto Nahum aquí.
Otro elemento muy apreciable es eso que apunta Asesino en serie: The Good Wife pertenece el género de abogados. Con esas limitaciones, Michelle y Robert King han creado algo nuevo, donde a veces ni vemos el juzgado. No está nada mal.
Sin embargo, me quedo con ese ritmo bien medido que viene empujado por la episodic plot (el caso correspondiente). Trama episódica, que, sin embargo, no impide en absoluto el desarrollo de la Trama principal que se desarrolle en ese momento. Si a eso le sumamos que dicha Trama tampoco es única, y se subdivide en pequeños desarrollos, tenemos que es de esas series de las que no quieres perderte ni un solo episodio. La trama de la conquista del bufete por Bond; la trama de la campaña; la trama con Will Gadner; la trama con Kalinda… Una maravilla de “arquitectura narrativa” como lo define muy acertadamente Alberto Nahum. Probablemente, la única serie que se atreve con tanto (en lo narrativo), y que, además, tenga éxito.
Además, dichas evoluciones hacen cambiar, y mucho, a los personajes. Alicia Florick ha ido cambiando, y la sorpresa es que, justo por ese ritmo, justo porque ya empatizamos con todos los personajes, casi no nos percatamos. Esto sería prueba, de paso, de que la evolución desde el idealismo hasta el pragmatismo ha sido sutil.
Aunque conviene que leamos esto que nos cuenta Crítico en serie: los guionistas y showrunners cambiaron y matizaron a los personajes a partir de las propias interpretaciones.
¿La escena elegida? Lo cierto es que es más sencillo elegir líneas de diálogos. O momentos aislados, (silencios, gestos, o ese plano de Kalinda en el parking...). Pero por intensidad dramática y porque es un caso de cómo darle al espectador lo prometido (no es tan usual como parece), me quedo con el final del capítulo 20. Cuando Alicia averigua lo que averigua.
Todo un acierto, que mientras Alicia se aleje se escuche de fondo el "Es un muchacho excelente" que le cantan a Peter Florick... "Y nadie lo puede negar". Bueno. Alicia y nosotros, los espectadores, podríamos.
Otra curiosidad: me ha tentado tanto incluir esta escena, como la del parking con Kalinda (ya mencionada). Es decir, me importaba y me impactaba tanto el dolor de la Protagonista como la de una secundaria (muy relevante). The Good Wife, como Perdidos en su momento, es de esas series que permite que sus seguidores discutan qué personaje les gusta más. Para unos, será Will; para otros, Diane; para otros, Eli Gold. Yo, por ahora, los abrazo a todos. Todos me interesan. Todos me divierten. Todos me resultan humanos.
Por cierto, que, ahora que lo he revisado, me queda una duda respecto al episódico Andrew Wiley: ¿lo que hace lo hace por venganza, por su ética personal (como deja entrever)? ¿Por qué, en realidad?
7. "¿Quién eres, Brody? ¿Y qué eres?" Homeland
Homeland demuestra que el suspense y la enseñanzas de Alfred Hitchcock construyen aún hoy día buenos guiones. Durante la serie, se juega con la ambigüedad. Si como espectadores se nos escamotea (sin timarnos) una información fundamental, cada acción de los personajes posee al menos dos interpretaciones.
Una imagen que habla de esa potencial interpretación doble de cada acción es el momento en que Brody reza como musulmán.
Aunque casi cada una de las de este personaje lo es. De ahí, la pregunta. Pese a que sepamos lo fundamental sobre él en el capítulo 10 (The Weekend) en el aspecto narrativo, Brody permanece como una incógnita en lo dramático. ¿Es o no es? Más de un plano de él se reparten durante la serie, donde es imposible, al tiempo que atractivo, tratar de ahondar en él.
Porque Homeland rellena el esquema de suspense con personajes interesantes. Y con ellos, es menos arriesgado que la serie opte por mostrar una de sus cartas nada menos que a mitad de temporada. Brody, además de la ambigüedad, es un misterio en su modo de relacionarse. Con su familia. Con Carrie.
Carrie que es casi su opuesto. Segura de sus intuiciones y hasta de sus locuras. Un personaje que se nos hace complicado de seguir. Con la que sufrimos eso tan difícil de crear en un guión: ganas de penetrar la pantalla, cogerla por la camisa, y decirle que pare. Algo que también aparecía en ese capítulo 10, uno de los mejores, si no el mejor, de la temporada.
Carrie es de los mejores personajes de las series televisivas de los últimos años. Y de su mano -una mano esquizoide, obsesiva- tenemos como espectadores que seguir este proceso de suspense de si pasará lo que sospechamos o no. Y, de propina, un final donde cabe la sorpresa al tiempo que la coherencia. Es más que suficiente para que Homeland sea de lo mejor del año.