La Caracas de 1937 era poco más que una aldea grande de 200.000 habitantes, en la que los lugares de diversión y esparcimiento estaban en los alrededores de la Plaza Bolívar, erigida como el nervio motor capitalino.
Los más renombrados eran la cervecería Donzella, de Torre a Principal; el Montmartre, de Padre Sierra a la Bolsa; el bar La India, de Gradillas a Sociedad y el Roof Garden, situado en la terraza del Hotel Madrid, en la esquina de La Torre, lugar donde el 31 de diciembre de aquel año debutó una orquesta de jóvenes músicos, proveniente de la República Dominicana, para animar la fiesta de Año Nuevo.
Se trataba de la Billo’s Happy Boys, dirigida por Luis Rafael Frómeta Pereira, conocido artísticamente como Billo Frómeta, un joven que a los 22 de edad salía de su isla natal a cumplir su primer contrato internacional.
El debut en el Roof Garden a sala llena resultó más que auspicioso y marcó el comienzo de una prometedora temporada para la agrupación en ese local. Para aquella época no había programas de radio con orquesta, por lo que Billo se limitaba a sus actuaciones en el Roof Garden todos los días (menos los lunes), de 10 de la noche a 4 de la madrugada, más el Vermouth Danzante de los domingos, entre las 12 del mediodía y las 5 de la tarde, este sí transmitido en directo por Radio Caracas.
Así estuvieron hasta 1939, cuando Frómeta se vio afectado por el tifus y los médicos no daban buenos pronósticos sobre su salud. Entonces la orquesta se disolvió.
Exitoso renacer
Pero el músico hizo quedar mal a los médicos y meses después, “tras haber perdido el cabello”, según uno de sus biógrafos, volvió a tomar la batuta y el saxofón. Se impuso entonces organizar otra formación musical para proseguir trabajando en el Roof Garden, su escenario habitual.
Allí debutaría el 31 de agosto de 1940, hace ya 80 años, con su nueva orquesta, la Billo’s Caracas Boys. Ese día se da inicio a la trayectoria más larga y completa que orquesta alguna haya desarrollado en Venezuela.
En el nacimiento de la agrupación fueron parte importante el cantante dominicano Kuroky Sánchez, intérprete de las canciones más movidas, y el bolerista César Espín (que años después integró con Ángel Guanipa el famoso dueto Espín-Guanipa ), así como el saxofonista y violinista Freddy Coronado, un venezolano amigo de Frómeta desde que ambos estudiaban medicina en la Universidad de Santo Domingo, estudios que ambos abandonaron para dedicarse a su verdadera pasión, la música, con la Santo Domingo Jazz Band, orquesta que habían creado y con la cual empezaron a foguearse profesionalmente en el arte del pentagrama.
La Billo’s Caracas Boys interpretaba música caribeña, caraqueña, costeña colombiana y cubana. Bajo este concepto, armó un repertorio compuesto de porros, guarachas, boleros, merengues dominicanos y merengues criollos.
Así estuvieron durante casi cuatro años, hasta que al terminar su contrato con el Roof Garden fueron llamados para inaugurar el Sans Soucy, un exclusivo club de baile y restaurante creado por los empresarios Luis Plácido Pisarello (el mismo que trajo a Carlos Gardel a Venezuela en 1935) y Roberto Levy. Estaba ubicado entre las esquinas de Cují y Salvador de León.
El debut en su nueva sede artística fue el sábado 10 de junio de 1944, teniendo como cantantes a Rafa Galindo en los boleros y Víctor Pérez como guarachero.
Desde el 1° de julio de ese mismo año comienzan las transmisiones de sus bailes en el Sans Soucy, a partir de las 9:30 de la noche los días sábados por Radio Caracas, Radio, Radio Continente y posteriormente por Radiodifusora Venezuela. Este espacio le sirvió como preámbulo para su propio programa radial, ¡A gozar muchachos!, estrenado a finales de 1945 por Radio Caracas, emisora que lo emitió semanalmente, a las 5 de la tarde, hasta 1957, bajo la animación de Marco Antonio Lacavalerie -el ya famoso Musiú Lacavalerie-, programa al que por largo tiempo se consideró el más popular de la radio venezolana.
Otras producciones radiales que tuvieron a la orquesta como atracción principal fueron: Variedades Esso, Hora íntima con Billo Frómeta, La Canción Palmolive, Gran Reserva Musical y Fiesta Fabulosa, este último de gran popularidad también, conducido igualmente por el Musiú Lacavalerie.
Para los años 50, la Billo’s Caracas Boys estaba más que consolidada.
Competía de igual a igual con las grandes orquestas bailables de entonces, que eran las de Luis Alfonso Larrain, Pedro J. Belisario, Aldemaro Romero, Chucho Sanoja y Rafael Minaya, éste último compatriota de Billo y su amigo desde la niñez.
Una cadena de tropiezos
Es en esta etapa cuando le toca a Billo afrontar una cadena de enojosas situaciones, que lo llevarían a la cárcel acusado de bígamo, lo enfrentarían con sus músicos y lo harían salir del país “para no tener que, literalmente, morirse de hambre”, según lo apuntan los periodistas Mariana Alarcón y Pedro Revette, responsables del bien documentado blog de casos judiciales Crónicas de Tánatos.
Y lo narran de esta manera: “En la época posterior a su llegada a Venezuela, Billo viaja a la República Dominicana para contraer nupcias con Mercedes Olimpia Senior, hermosa joven quisqueyana hija del venezolano Juan Agustín Senior; lamentablemente la pareja no funcionó y con el tiempo opta por separarse.
El 31 de mayo de 1944 Billo otorga un poder a su padre, el licenciado en Derecho José María Frómeta, para que lo representara en el juicio de divorcio que intentó ante los tribunales de República Dominicana.
La demanda fue admitida y la disolución del matrimonio ejecutada de tal forma que para 1946 Billo tenía en su poder la sentencia de divorcio.
“Tiempo más tarde, Frómeta decide fundar una nueva familia, esta vez con la venezolana Haydée Grillo Rodríguez, cosa que hace por todo lo alto, tanto por la iglesia como por lo civil; la pareja vive años felices y tranquilos, hasta que a mediados de 1956 estalla una bomba: Mercedes Olimpia Senior, ex conyugue del músico, lo demanda ante los tribunales venezolanos por el delito de bigamia”.
Este fue el detonante de un complicado proceso judicial, que la prensa de la época resaltó exhaustivamente, dada la popularidad de su protagonista.
Finalmente, el 26 de febrero de 1957, se le concede la libertad provisional y luego la definitiva. Lo que no sabía es que lo esperaba otro agobiante caso.
Poco después de salir de la cárcel, ya había reestructurado su orquesta, pero tuvo una efímera duración.
No había pasado un año, cuando en febrero de 1958 la Asociación Musical le impuso un veto sindical, debido a la contratación inconsulta del saxofonista dominicano Sócrates De León. La sanción -que muchos atribuyen a envidias de otros músicos hacia Billo, al que no le perdonaban su éxito- le prohibía realizar cualquier actividad musical dentro de las fronteras venezolanas.
Así las cosas, Billo se radica en La Habana, donde graba temas con Victor Piñero y Alfredo Sadel y se gana la vida trabajando como copista. También hizo los arreglos del primer disco de una nueva orquesta venezolana próxima a debutar, Los Melódicos, encargados por su joven propietario, Renato Capriles, pero como Frómeta estaba vetado en Venezuela, no pudo atribuírsele su autoría.
Para 1960 la tormenta sindical había amainado y Billo pudo regresar al país debutando con la nueva Billo’s Caracas Boys el 14 de julio de ese año.
A la tercera va la vencida
Era la tercera orquesta que el dominicano estructuraba desde su fundación en 1940, por lo que a esta etapa él mismo solía calificarla jocosamente como “La Tercera República”, que no sólo sería la última, sino también la más exitosa y la que la afianzó definitivamente como “la más popular de Venezuela”, tal y como lo destacaba su eslogan publicitario, ideado por el locutor Juan Francisco Rodríguez.
En la parte vocal de la nueva Billo’s Caracas Boys se estrenaban dos artistas emergentes, ambos marabinos: Felipe Pirela como bolerista y José “Cheo” García como guarachero. Pirela, de 17 años, venía de actuar con Los Peniques, orquesta de planta en el famoso Show de las 12 de Víctor Saume en Radio Caracas Televisión, mientras que García, de 34 años, tenía un recorrido artístico más prolongado, pues se inició como vocalista infantil y posteriormente como intérprete de diferentes bandas zulianas, para luego venirse a Caracas y formar parte de las orquestas de Juanito Arteta, Pablo Armitano y Los Peniques, de donde pasa a la Billo’s. Ambos, cada uno en su estilo, marcaría época.
Uno de los primeros éxitos de Pirela fue el bolero de Italo Pizzolante Puerto Cabello, al que seguirían Para qué recordar, Por la vuelta, Quisqueya, Pobre del pobre, El malquerido y Sombras, con los cuales inició una serie interminable de sucesos discográficos, nacional e internacionalmente.
Cheo no se quedó atrás y de la mano de Billo se convirtió en uno de los guaracheros más populares, gracias a su sabroso y muy contagioso estilo, con el cual convirtió en éxitos temas emblemáticos de la orquesta, como La vaca vieja, Canto a Caracas, Toy contento, Jardinero, Ariel, Caballo Alazán, Al Paso, Si yo tuviera una novia, Bacosó, Pájaro Picón y un largo etcétera.
Antes de irse Felipe Pirela de la orquesta en 1963 para emprender su internacionalización, entra en su lugar José Luis Rodríguez, quien venía del quinteto vocal Los Zeppy. Para entonces ya el maestro había reforzado su pareja de cantantes con otro zuliano, Joe Urdaneta.
El futuro Puma permaneció tres años con Billo y sus grandes éxitos fueron Vida consentida, Quiero verte una vez más, Charlemos, Tarde gris, Nada, Un cigarrillo, la lluvia y tú, Y qué quieres, Desconocidos, El mundo, Nuestro balance y muchos otros.
A la salida de Joe Urdaneta, Billo contrata a otro marabino, Memo Morales, quien tuvo una actuación prolongada y exitosa que duró 12 años, con voz y talento especial para cantar los aires españoles, razón por la cual lo bautizaron artísticamente como “El gitano maracucho”.
De su repertorio más difundido bajo la dirección del dominicano figuran los pasodobles Ni se compra ni se vende, Que viva España, Cuna cañí, Cántame un pasodoble español, Si vas a Calatayud y los boleros morunos Niña Isabel, Te lo juro yo y Mambo moruno, entre otros.
En los años 70 continúan los triunfos de la orquesta. Siguen actuando Cheo García y Memo Morales, hasta que el 15 de julio de 1971 se les une el bolerista Ely Méndez, quien ya tiene 49 años consecutivos con la Billo’s, muchos más que los 21 años que tuvo Cheo García.
Con otros vocalistas, con mayor o menor notoriedad, aunque nunca con la idolatría que como individualidades tuvieron los que hemos mencionado, la orquesta ha mantenido su peso específico, algo disminuido, hay que decirlo, a raíz de la muerte del maestro en 1988.
Record Guinnes en Canarias
Entre los hitos que la orquesta ha establecido en estas fructíferas ocho décadas figura un Record Guinness, que obtuvo en 1987 en el marco del carnaval de Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias.
Junto a la cantante cubana Celia Cruz y la Sonora Matancera, establecieron la marca, al protagonizar el concierto bailable más grande al aire libre de entrada gratuita, con una asistencia de 250.000 personas Se realizó el 3 de marzo, martes de carnaval. Un espectáculo hasta entonces nunca visto en las islas.
Emilita la de Cuba
La cantante cubana Emilita Dago, quien como solista femenina de la orquesta Los Melódicos obtuvo notable popularidad en nuestro país a partir de la década de los años 60, cuando llegó exiliada de su isla natal, escribió en su libro autobiográfico, de reciente publicación y titulado Entre tambores y castañuelas, la siguiente semblanza del maestro Billo Frómeta:
“Billo Frómeta es uno de esos hombres que aún después de muertos siguen haciendo historia. Nacido en la República Dominicana y exiliado en Venezuela durante el régimen dictatorial de Trujillo, al cual combatió, marcó una época de oro en la música de este país.
“Como todo exiliado pensó que sería por corto tiempo y escogió Venezuela para esperar el fin de la dictadura, mas el destino tenía otros planes para él.Formó una orquesta, tuvo éxito y decidió quedarse. Se divorció en República Dominicana y se casó de nuevo en Venezuela. Se olvidó sin embargo de acreditar su divorcio en el país y un buen día la ex esposa lo hizo encerrar en la cárcel por bigamia. Una forma muy poco elegante de quitarse el despecho.
“En esos días yo estaba de visita en Venezuela. En mi viaje anterior había conocido a Pérez Jiménez y los personajes del gobierno. Un día se me acercó la dueña de la cafetería de Radio Caracas. Teresa era su nombre, una señora argentina encantadora y me pidió que intercediera ante Pérez Jiménez para que pusieran en libertad al señor Billo Frómeta.
Me hizo una breve historia de él, pues yo no lo conocía. Me dio tanta pena el asunto, que me puse en contacto con la oficina del presidente y le pedí una entrevista. Le hice la petición suplicándole que le diera la libertad mientras el tramitaba el exequátur (autorización para ejecutar una sentencia, en este caso de divorcio). Me prometió darle solución al problema.
“En esos días yo regresé a Cuba y me olvidé del asunto Frómeta. Pasó un tiempo y un día recibí la llamada de un señor venezolano, el cual me dijo que quería conocerme. Seguramente me dio su nombre, pero yo no le puse mucha atención.
“Cuando llegó traté de reconocer a la persona. Jamás lo había visto en la vida. Parece que mi expresión le dio gracia, se sonrió, me extendió la mano y me dijo: ‘Yo soy Billo Frómeta y tenía una gran curiosidad por conocerla’.
“Me dijo que era músico, que aunque había nacido en República Dominicana vivía en Venezuela con su familia.
Estuvimos hablando un largo rato. Jamás se mencionó el problema en el cual estuvo envuelto. No era necesario. Ese día comenzó una linda amistad. Era agradable en el trato, muy campechano, cuando iba a Cuba siempre pasaba a saludarme. Cuando me fui a Venezuela huyendo del régimen, fue cuando conocí el talento musical de este hombre. Fue tanto el amor que sintió por el país, que le dedicó hermosas canciones.
“Yo visitaba su casa de vez en cuando. Sentía un gran cariño por su esposa Haydée, allí él se sentaba al piano y me cantaba alguna composición todavía en ciernes.
“Una tarde llamó y me pidió que sintonizara su programa Esta noche Billo. ‘No dejes de hacerlo, pues tengo una sorpresa para ti’. Y vaya si me sorprendió. Cuando anunció que había compuesto una canción para mí, me dio un vuelco el corazón.
Emilita la de Cuba. Una vez me comentó que esa canción era musicalmente su mejor creación.Yo en broma le decía que mi abuelo no había llegado a Cuba en una barca chiquitica, como las carabelas y él me respondió riéndose: ‘No es la realidad, pero es poético’.
“Siempre soñé con grabar un disco con sus más famosas canciones. No lo logré. Atesoro el recuerdo del amigo entrañable y aún más, del extraordinario músico que un día dejó su adorada patria para adoptar como suya la del Libertador Simón Bolívar”.
La historia detrás de “Ariel”
En 1949 Billo Frómeta conoció a Ariel Severino, cineasta, pintor, escultor, escenógrafo y productor de televisión uruguayo, que había llegado a Venezuela como parte de la producción de la película La balandra Isabel llegó esta tarde”, producción entre México, Venezuela y Argentina, dirigida por Carlos Hugo Christensen y protagonizada por Arturo de Córdova y Virginia Luque, ganadora en 1951 del premio a la Mejor Fotografía en el Festival de Cannes.
Ariel Severino quedó fascinado con Venezuela y decidió quedarse a vivir en nuestro país. Poco después entabla una entrañable amistad con el maestro Billo Frometa, quien ese mismo año le compone la famosa guaracha Ariel, uno de los clásicos bailables de su orquesta, canción grabada originalmente por Manolo Monterrey y versionada en 1963 por Cheo García y después por Oscar D’León en 1987, con la misma agrupación, en una grabación en vivo.
En agradecimiento, Ariel Severino diseñó el conocido logo que ha identificado desde entonces a la orquesta bailable más popular de Venezuela.
Ariel Severino fue una de las víctimas fatales del terremoto de Caracas, ocurrido el 29 de julio de 1967. Falleció junto a su esposa, Mercedes Chocrón -hermana del dramaturgo Isaac Chocrón- y los dos hijos del primer matrimonio de ella. Habitaban en las residencias “Neverí”, de la urbanización Altamira, uno de los edificios que se derrumbó durante el movimiento telúrico.
Su muerte fue un duro golpe para Billo y la canción no volvió a ser interpretada por la orquesta hasta casi una década después, cuando convencieron al maestro de que el mejor homenaje que le podía hacer a su amigo Ariel era seguir tocando su canción. Así lo hizo y continuó formando parte importante del repertorio regular de la Billo’s Caracas Boys.
Con información de El Universal