Hoy voy a hacer una recomendación de primera mano, si me seguís en Instagram sabréis que el viernes estuvimos allí y la experiencia fue genial, pero antes de meterme en valoraciones quería contaros la historia de ese día.
En Madrid por desgracia si quieres salir a cenar a algún restaurante de moda, o lo prevés con bastante tiempo de antelación o en rara ocasión puedes hacerlo en el primer sitio que tenías pensado, por eso yo el viernes llevaba plan a, b y hasta c! Nuestra primera intención fue ir a Pajarita, un nuevo restaurante en la calle Apodaca, en la zona de Tribunal, que ofrece platos distintos e innovadores y que tan solo lleva abierto dos meses. Intentamos llamar durante toda el día para reservar sin éxito, comunicaba todo el rato, así que fuimos hasta allí a las nueve menos diez con la intención de o bien que nos dieran mesa para más tarde o cenar en ese momento si había mesa. Cuando entramos se lo comentamos al camarero y con cara de susto nos dice que imposible para después, así que le pedimos para ese momento - el bar estaba vacío - y nos dice que tampoco, que tiene reservas y está todo cogido. No nos da soluciones, ni os reservo para otro día, ni os apunto y si se quedara algún hueco os aviso, cero proactividad, a lo que yo le digo que como ha podido reservar la gente si el teléfono no para de comunicar, a lo que me contesta que están desbordado porque el viernes salieron publicados - creo que en Madrid confidential -, y han optado por descolgar el teléfono porque no podían con el agobio. Nos fuimos alucinando, por una gestión tan nula y la falta de intención por materializar nuestra reserva para cualquier otro momento. En los últimos meses se están abriendo muchos sitios que crían fama y se echan a dormir, con una nefasta gestión de sala, solo espero que no mueran de éxito.
Soltado todo este rollo, nos dirigimos a la opción b, 80 grados en la calle Manuela Malasaña, muy cerca de allí. Este sitio es del otro perfil, no aceptan reservas, si quieres cenar te apuntas en la lista y esperas que te toque. Yo personalmente casi prefiero esta opción, así no tienes que planificar tus salidas con semanas de antelación y sabes que si esperas cenarás allí, sin negativas y caras de susto. Cuando llegamos había muchísima gente, era prácticamente imposible acceder, casi desistimos pero viendo que había muchas mesas y el ritmo se veía activo decidimos entrar y apuntarnos. El chico que lleva la sala todo un profesional, activo, atento y sobre todo muy amable para el agobio que tenía encima. Tardamos 40 minutos en sentarnos, pero después de lo rica que estuvo la cena puedo decir que la espera mereció la pena.
La comida espectacular, pedimos 5 platos para compartir, esa es la idea de este restaurante, picotear y probar muchas cosas. Nuestra elección fue tartar de salmón con puré de mango, huevos trufados, chipirones rellenos de butifarra, salmorejo con helado de parmesano y fingerchips de pollo. Yo me quedé totalmente encandilada con los huevos trufados, una delicia, pero todos los platos son impresionantes, y lo mejor es el precio, que casi ninguno supera los 5 euros. De postre pedimos leche con galletas - uno de los mejores postres que he probado últimamente - y tarta de queso.
Otro punto importante son las bebidas, pedimos Distinto de verano y Agua de Valencia y están impresionantes, recomendado 100%. Todo esto por 20 euros persona, relación calidad precio de lo mejor que he probado en los últimos meses. Además el personal es simpatiquísimo y muy profesional, cosa que es difícil encontrar en la hostelería hoy en día.
Después de estar allí y ver el ritmo vertiginoso del restaurante me dio ganas de ir a Pajarita, coger al camarero que nos atendió y llevarle a 80 grados a que sepa que es estar desbordado.
Poco más puedo añadir, que lo visitéis y probéis vosotros mismos la experiencia 80 grados ;)
¿Habéis estado en 80 grados? ¿Y en Pajarita? ¿Creéis que muchos restaurantes que están de moda morirán de éxito?