
Vetusta Blues. -
“84”
Hace poco más de un mes que mi madre cumplió 84 años. Mucho más allá de lo que espero llegar. Si algo caracteriza estos tiempos extraños es el culto a la juventud, a esos tiempos donde tratábamos de volar sin alas, de llegar a quimeras, de abrazar lo imposible... Bueno, quizás en mis tiempos, algo ya alejados también de esas utopías, acuciados por el día a día, casi sin poder mirar más allá de lo que permite nuestra miopia.Ochenta y cuatro, ¡qué maravilla! Deberíamos reverenciar el hecho de alcanzar esa edad en plenitud. Porque mi madre conserva la cabeza perfecta, esa es la mayor suerte, su cerebro funciona. Quizás los huesos, las piernas quebradizas, la espalda que la ha encorvado hasta presentar una joroba en su espalda, aquella caída maldita en el chalet de La Encomienda,... renovado con el sudor de su trabajo y su buen hacer para manejar las finanzas, toda esa rémora física contra la que ella se rebela cada mañana pedaleando, empeñada en hacer muchas de las tareas de su hogar, afrontando el dolor como un compañero tan desagradecido como el que se separó de ella unos pocos meses después de cumplir unas bodas de oro donde tanto tuvo que ceder.
No le ha gustado especialmente mi contribución a “O. Anatomías del Antiguo”, creo que sé por qué. Quizás porque ha visto -y sentido, como sólo una madre lo puede hacer- los altibajos de esa relación. Ella suele escuchar cada artículo -éste no- la primera, me da su opinión y la valoro. Aunque muchas veces no estemos de acuerdo, me ha enseñado el valor fundamental de esa tolerancia que hoy está en entredicho, que tanta gente violenta y mancilla en ese mundo brutal de las redes. Ella que nació en Portugal huyendo de la Guerra Civil, ella que luchó por sus derechos de mujer hasta conseguir que se la reconociese en RTVE como “locutora comentarista” -la primera- tras un juicio a principios de los 70, ella que estudiaba mientras educaba a sus dos hijos y tiene tres carreras, ella que entrevistó a grandes de la literatura como Camilo José Cela o Miguel Ángel Asturias, ella que nunca presumió como otros tantos que alardearon con mucho menos...
Y, ahora, a los 84 llegan las cosas de la vida (a ella, aunque le encanta el cine francés que ya no puede ver en versión original) no le gustó especialmente “Les choses de la vie” de Claude Sautet, que a mí me emociona. Digo que llegan las cosas de la vida: una bicicleta que le roza, alguien que se quiere colar en el supermercado mientras ella aguanta a duras penas sobre su bastón, una listilla que le quiere dar mal una vuelta para sisarle diez euros en el arreglo de unos pies de martillo que apenas consiguen entrarle en sus zapatos, una cajera que cree que está gagá y le repite hasta tres veces -probablemente con toda su buena intención- que tiene un cupón de descuento para la quincena siguiente, un joven que se pone frente a ella y pretende que se aparte en medio de la calle, tanta y tanta gente que cree que los mayores sobran, en vez de pensar en todo lo que nos pueden aportar.
84.No creo que llegue, porque mi hígado me está avisando y yo soy muy cabezón y me importa poco que el final pueda estar cerca o lejos. Sólo quiero seguir viviendo. Disfrutar de la vida que me queda. En Oviedo, en mi ciudad. Y en eso, mi madre y yo no podemos estar más de acuerdo.
MANOLO D. ABADPublicado en el diario "El Comercio" el sábado 7 de octubre de 2017
