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88. Contribución al erotismo blog

Publicado el 02 diciembre 2021 por Cabronidas @CabronidasXXI

    Ay, conejilla, conejilla, heme aquí en tu jardín desprovisto de toda ropa y con una erección más dura que el acero diamantino, brincando entre las flores con gráciles movimientos de ballet. Dulces fragancias me arropan y me hacen entornar los párpados, al tiempo que una brisa inquieta susurra entre las delicadas hojas de la mimosa. En la punta de mi capullo palpitante que, ay, conejilla, conejilla, rivaliza en esplendor con todos los capullos que engalanan tu Edén, refulge como una mágica perla una gota de baba preeyaculatoria.

    Como la declaración de la renta en verano, tornan los recuerdos y resucita el deseo. Ay, conejilla, conejilla, parece que fue ayer cuando dancé para ti por vez primera, pero no podemos retener el tiempo ni atraparlo; se esfuma como los hondos suspiros que me profesas cada vez que me ves. El sol perla mi piel como una erótica deidad de ensueño, y llega hasta mí tu mirada preñada de deseo atravesando el cristal de la ventana, y el brillo chispeante de tus ojos que no cesan de devorarme tras los gruesos cristales de tus enormes gafas de pasta.

    Apoyas los codos en el alféizar y juntas las manos formando un cuenco donde descansar tu prominente mentón, desdibujado en una sonrisa de oreja a oreja que muestra el deleite con que admiras la bella coreografía que te brindo. Estimulo mi virilidad arriba y abajo en una cadencia progresiva, con movimientos que producen armonías angelicales. Y así permaneces, en un mudo embeleso sin perder detalle de mi dominio de las artes escénicas, hasta el punto de que un hilillo de saliva desciende con pereza de tu boca desdentada hasta el suelo, formando un charco donde podríamos chapotear cómplices como dos amantes.

    Arriba y abajo fricciono al ritmo de tus pulsaciones, que aumentan a cada movimiento experto de mi mano, y en el momento en que la tensión es liberada en éxtasis, tu mentón resbala de su apoyo y caes aparatosamente en el charco de tus babas en el cual íbamos a retozar como dos enamorados. Por eso no puedes ver cómo un cuantioso torrente de vida no nata estalla de mí hacia afuera, proyectado hacia las alturas como misiles de destrucción masiva prestos a conquistar la inmensidad del universo. El sol parece intensificar su brillo y estallo una, dos y tres veces, en un trinar de pájaros y mariposas aleteando a mi alrededor en una hermosa macedonia multicolor.

    Pero, ay, conejilla, conejilla, no te preocupes por no haber podido disfrutar del final de tan arrebatador espectáculo. Porque cuando te arregles la quijada, si tú quisieras y yo me dejara...


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