Revista Cultura y Ocio

9 lecciones que he aprendido después de escribir tres novelas

Publicado el 30 mayo 2016 por Luisasantamaria

Se dice que los escritores estamos en continuo aprendizaje. Confieso que es algo que me costó entender. “¿Apendizaje de qué? -me decía-. ¿Esto no va de escuchar a las musas y dejar que las palabras viajen de tu cabeza al papel como en un ritual mágico?”

Nada más lejos de la realidad.

Con el tiempo, la experiencia que me ha dado escribir tres novelas (en el momento que escribo estas líneas, empezando la cuarta) es que los escritores debemos estar las 24 horas del día abiertos a nuevas lecciones. Es maravilloso, de hecho. A mi modo de ver, es una de las pocas actividades que puedes aprender mientras disfrutas. Leyendo un libro (bueno o malo) se aprende a escribir. Navegando por Internet se aprende a escribir. Y sí: escribiendo se aprende a escribir.

Si me pongo a pensar en trucos o recursos que he aprendido en todos estos años, me daría para un libro, y no para un artículo de blog. Pero como no quiero aburriros, me quedaré con los nueve recursos que más me han ayudado a publicar novelas cada vez más completas. Son estos:

#ESPEJOSDEPAPEL

1. TERMINO UN CAPÍTULO CON UN PÁRRAFO IMPACTANTE

O lo que también se conoce como cliffhanger.
Cuando empecé a escribir, ni siquiera me planteaba cómo debía terminar los capítulos. Simplemente escribía la trama que tenía en la cabeza con el único requisito de dividir los capítulos por personaje principal, cambios de tiempos, etc.

Ahora, tres novelas y media después, me sale sin darme cuenta: es empezar a afrontar el último párrafo del capítulo, y mi cerebro de escritor se pone en modo “el lector se va a enterar”. Así, todo lo que pasa por mi cabeza es: “¿cómo podría enfocar esto para que el lector se quede con unas ganas enormes de continuar leyendo?”
Confieso que es uno de los momentos más divertidos de la escritura. A modo de ejemplo, aquí tenéis uno de los cliffhangers que más me gustan de mi última novela, El Aleteo de la Mariposa:

Entonces algo ocurrió, y Alyssa sintió un intenso malestar en sus entrañas. Tac.Pocos minutos después, el sonido seco de un disparo se oyó como un trueno en el 219 de Cowley Road, rompiendo la calma de la noche y alarmando a

Puede que te estés preguntando: ¿esto es tan importante?
Bajo mi punto de vista, rotundamente sí. La literatura ha cambiado. Ahora el lector es impaciente, ávido de acción y de avances en la trama (lo digo por experiencia propia, que yo también soy lector). Necesita en todo momento de una excusa para seguir leyendo y no arrojar el libro al suelo para ponerse con otra cosa que lo entretenga más. Por eso, enganchar es clave, y si es entre capítulo y capítulo, mucho más.

2. LEO JUSTO ANTES DE ESCRIBIR

Como escritor, leer libros de autores con cuyo estilo me identifico, me ayuda a inspirarme. De hecho, algo que me pasa muy a menudo es que, según termino de leer, me entran unas ganas tremendas de escribir. Es como si mi cerebro me susurrara: “oye, que se me están ocurriendo un montón de ideas cojonudas para nuestra novela, tío”.
El problema de esto es que, a menudo, no suelo tener tiempo de escribir justo después de leer. Entonces, ¿qué hago? Pues exactamente lo contrario: diez minutos antes de enfrentarme con mi texto, leo unas páginas del libro que tenga en la mesilla. De esta forma, sé que la inspiración me estará esperando cuando me ponga a teclear.
Esto no lo hago muy a menudo, solamente cuando siento un vacío de inspiración que me imposibilita escribir algo decente.
Dicho de otra manera, leer me inspira.

3. VISUALIZO LA ESCENA

Ojo, no me estoy refiriendo a tener la novela planificada y tener claro lo que quieres que pase en la escena en cuestión. Eso es planificar (y en este artículo explico al detalle cómo planifico mis novelas). A lo que voy en este punto va más allá: visualizar cada detalle de la escena. Lógicamente, en el texto no describiremos todos esos detalles, pero las palabras fluirán mucho más naturales si en todo momento conocemos cosas como las condiciones medioambientales, el cómo van vestidos los personajes, sus estados de ánimos, el mobiliario de una habitación, etc.
Pondré un ejemplo con una escena visualizada de dos maneras diferentes:

Dos hombres dialogan en la mesa de un bar sobre el partido de fútbol de anoche. Empiezan de cachondeo, pero al final acaban discutiendo y tirándose la bebida por encima.

Y ahora, la visualizaremos de verdad:

Dos hombres dialogan en la mesa de un bar de estilo irlandés sobre el partido de fútbol de anoche: Betis-Málaga. El bar está casi vacío, de modo que no tienen que alzar la voz para hablar. Se percibe un ligero aroma a lejía, y a través de la ventana se ve cómo una fuerte tormenta cae sobre la ciudad. Los hombres están bebiendo sendas pintas de cerveza. Por los altavoces suena música folk. La conversación comienza con banalidades, y pronto pasan a comentar el partido. Uno de los dos hombres, el más vacilón, se mofa del equipo del otro…

A lo mejor nos ponemos a escribir y decidimos que ninguno de los detalles anteriores es relevante para la historia, así que los desechamos. Pero una cosa es segura: la escena será mucho más natural teniendo esta imagen en la cabeza.

4. SOY ESPECÍFICO, PERO NO DETALLISTA

Hace tiempo leí una frase en Internet que se me quedó grabada. Decía algo así como:

“Si dices que había elefantes volando, nadie te creerá; si dices que había siete elefantes volando, te creerán todos”

Esta frase, obviamente, es una exageración, pero viene a decir que los detalles sirven para otorgar realismo a una escena.
Ojo, con esto no quiero decir que me guste describirlo todo. De hecho, calculo al milímetro mis descripciones (no me gusta ser pesado). Pero si uno de mis personajes se está bebiendo un batido, me preocupo por dejar claro los ingredientes del batido.

5. COMPRUEBO QUE TODO ESTÁ CLARO Y EN ORDEN

Algo que me ha pasado en innumerables ocasiones es dar por hecho algo que el lector no sabe. No está bien, por ejemplo, poner a hablar a dos personajes sin antes haber situado al lector. Los personajes, ¿dónde están? ¿Cómo van vestidos? ¿Qué hora de día es? ¿Llueve o hace sol?
Al igual que en el punto anterior, no estoy diciendo que haya que responder a todo ese tipo de preguntas en cada escena, pero es de vida o muerte que el lector pueda situarse.

Lo mismo ocurre cuando cambiamos de personaje principal, fecha o lugar de una escena a otra. Si esto ocurre, lo primero que hago es asegurarme de que sitúo al lector en el nuevo contexto.

6. ¿QUÉ TIPO DE ESCENA ES?

No todas las escenas son iguales. Las hay de acción, descriptivas, de transición, románticas, flashbacks, introspectivas, escenas resumen…

Cada tipo de escena la enfoco de una manera. Por ejemplo, en las escenas de acción hay las descripciones justas y mucho movimiento. Frases cortas y concisas. Por otro lado, en las escenas introspectivas, mi personaje se plantea preguntas, analiza sus sentimientos. Es el momento de describir la personalidad del personaje. Son las escenas donde iré describiendo el viaje del héroe, su metamorfosis. Sus miedos y fortalezas. Así que me pongo un poquito filosófico y trato de empatizar con el personaje. Frases más complejas e impactantes. Es la hora de hacer que el lector se enamore de él (o le odie).

7. ME PONGO EN SU PIEL

Nada más escribir una escena o un capítulo, me quito el traje de escritor, me enfundo el pijama de lector, y releo lo que acabo de redactar. Me hago preguntas: ¿está todo claro? ¿Las frases son coherentes? ¿Me sitúo en la escena? Los personajes, ¿qué tal me caen? ¿Tienen cada uno su voz particular? Y lo más importante: ¿la escena es relevante para la trama? En caso negativo, elimino lo que acabo de escribir.

8. SOY MORBOSO

Una novela de ficción tiene que dar la sensación de que todo podría ocurrir, pero al mismo tiempo tienen que pasar cosas que no se ven a menudo. Personalmente, procuro escapar de lo monótono o aburrido. Si un personaje mío puede abofetear a otro, lo hará. Si puede orinar sobre el despacho de su jefe, lo hará. Si puede colarse desnudo dentro de la cama de su amado, lo hará (de hecho, esto último ya lo hizo Alyssa Grifero).

9. AVANZO SIEMPRE

He dejado este punto para el final porque es el más difícil. En esos momentos en los que el folio en blanco me puede y no se me ocurre nada bueno para la trama (a todos los escritores nos ocurre, eso es un hecho), siempre procuro escribir algo. Es muy posible que dentro de una hora tenga que tirarlo todo a la basura, porque admitámoslo, no era el día y punto. Sin embargo, siempre que escribo sin inspiración, saco algo en claro: un pequeño cambio en la trama, el rasgo de un personaje, una frase ingeniosa, una escena nueva que complemente el capítulo…

Siempre hay que escribir, aunque no hayan venido las musas esta tarde. Aunque sepas que todo lo que escribas hoy será pasto de los pájaros. Nunca sabes cuándo se te va a ocurrir la idea de tu vida. Y como dijo pablo Picasso (que de inspiración sabía algo):

“Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”

Así que ya sabéis, si os han parecido interesantes estos nueve recursos, os animo a que los utilicéis en vuestros propios escritos. Y sobre todo, dejad sorprenderos a vosotros mismos leyendo mucho y escribiendo más aún; descubriréis vuestros propios trucos, y con ellos, vuestro estilo.

Podéis ayudarme a difundir este artículo compartiéndolo en las redes sociales. Me estaréis ayudando a seguir escribiendo novelas y, sobre todo, a continuar dando vida a este blog que tanto cariño he cogido.

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9 LECCIONES QUE HE APRENDIDO DESPUÉS DE ESCRIBIR TRES NOVELAS

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