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2014 actualidad // Miguel Benavent de B. // Opinión
9N EN CATALUNYA: UNA JORNADA PARA RECORDAR
Escrito por Miguel Benavent de B. Sin comentariosTal y como están las cosas en estos tiempos, ver cómo la gente se ilusiona por algo es un privilegio. Eso fue posible ayer en Catalunya, donde tuvo lugar un acto revindicativo sin precedentes en nuestra historia reciente. Los ciudadanos fueron los iniciadores, promotores y ejecutores de una consulta popular, en la que las personas que acudieron a votar manifestaban su derecho a ser consultados y a tener mayor participación en la democracia, pudiendo decidir temas importantes que nos afectan a todos. Ese para mí es un derecho inapelable que todo país y ciudadano debería ejercer, siempre y en todo momento.
En este proceso de la posible independencia de Catalunya de España se están dado factores nuevos y dignos a resaltar. Por primera vez, las instituciones y los partidos políticos van por detrás de la voluntad e iniciativa de los ciudadanos. El que más de 2.000.000 millones de personas mayores de 16 años acudieran ayer a votar en una consulta sin validez legal ni política, ni tan siquiera vinculante, es una proeza que debería dar que pensar a nuestros políticos y hombres de Estado. El pueblo decide y ejerce su soberanía, base fundamental de cualquier Democracia. Y las instituciones y políticos van detrás y buscan la fórmula para que tal participación tenga su efecto, en un país -España- en la que los derechos de los ciudadanos, los sistemas de participación electoral y el demostrado desinterés de los políticos que nos gobiernan por la verdadera voluntad de los ciudadanos, son más que notorios, ponen en peligro la propia democracia y solo ha propiciado la corrupción y la defensa de unos intereses ajenos al pueblo, aunque beneficiosos y lucrativos para las propias castas políticas y las grandes empresas que participan y se benefician de su complicidad con el poder, del signo que sea.
Ayer fue una gran fiesta y un precedente de supuesta desobediencia civil, que valdrá la pena recordar, para siempre. En unos momentos difíciles para el ciudadano de a pié, para el tejido empresarial y la economía real -nada que ver con la macro-economía que defienden y auspician nuestros políticos, hoy-, que la gente se organice, se movilice y lo sienta con ilusión como una fiesta, es algo que se ha demostrado que no sabe hacer la clase política de hoy para recuperar el control y crear ensusiasmo en un país, hoy sumido y perplejo ante la crisis, las corruptelas, la apatía personal y colectiva y el miedo. Evidentemente el miedo es lo que utiliza el poder para imponer su autoridad cuando ya ha perdido la credibilidad y la propia autoridad y liderazgo social. Ya sea imponiendo leyes -que deberían emanar del pueblo, eso es, precisamente, una democracia- que deberían defender los derechos de los ciudadanos y que, en cambio, los esclavizan o, en este caso concreto, amenazando a los participantes institucionales y funcionarios que han colaborado y que han permitido que el interés ciudadano se imponga a la poca sensatez y al siempre opaco interés de nuestros gobernantes.
Había que estar allí ayer para ver familias enteras y personas de toda condición social, ideología, procedencia, nivel económico, etnia, edad y sexo, para darte cuenta de que fue una fiesta popular. Gente haciéndose fotos y selfies en el momento de votar, grupos de personas debatiendo y comentando la jugada una vez ejercido su derecho a voto, festejos populares para amenizar la especial jornada revindicativa. Todo un espectáculo que evidenciaba la poca capacidad de nuestros políticos e instituciones por ilusionar y la incapacidad de nuestra democracia actual para responder a nuestras necesidades y deseos como ciudadanos. Después de muchos años de apatía de los ciudadanos por participar de manera responsable y activa -y, lo que es peor, habiendo cedido y confiado la defensa de sus derechos y deberes a unos políticos sin escrúpulos y solo interesados por perpetuarse en el poder y, en muchos casos, por enriquecerse personalmente- en las decisiones importantes del país y de su futuro colectivo e individual, un acto del 9N como el de ayer en Catalunya marcó un antes y un después.
Detrás de una consulta descafeinada y vacía de contenido legal, electoral y político y mientras los políticos de uno y de otro bando se atacan y amenazan con triquiñuelas legales, procedimentales y formales para intentar recuperar el poder de la anómala situación, la gente se sintió partícipe de una histórica y lícita revindicación catalana y participó cuanto pudo, ya sea como voluntarios en la organización de la consulta o como votantes que ejercieron su derecho a decidir. Y todo eso con una sonrisa de satisfacción en sus labios y con alegría en sus rostros. Y, lo que es mejor, sin interés económico ni más beneficio que el orgullo de participar y ejercer su derecho a expresarse libremente y decidir su fururo. Evidentemente los políticos hoy seguirán con su lucha de consignas de partido e intereses electoralistas -ajenos al interés del pueblo-, mientras otros intentarán por todos los medios manipular los resultados hacia un u otro sentido o simplemente buscarán la manera de exigir responsabilidades políticas y/o legales e imputar legalmente a los que permitieron la consulta.
Al fin y pese a algunos, el cambio real ha llegado. Centenares de observadores políticos e institucionales y medios de comunicación de todo el mundo vinieron a constatarlo, en vivo y en directo. Que, por cierto, un cambio que poco tiene que ver con el cambio que ofrecen unos y otros partidos y políticos a la hora de intentar ganar unas elecciones, en cualquier país del mundo. El cambio real es la cada día mayor capacidad moral y soberanía del pueblo, la necesidad de una cada vez mayor participación directa y contínua en la democracia y la necesidad de cambiar -o de hacer- leyes nuevas y viables que favorezcan el reenfoque de un país hacia los intereses y problemas reales del ciudadano, que es quien hasta ayer pagaba, callaba y, a la vez, sufría los abusos del poder del pensamiento único, autoritario e impuesto a través del miedo. ¿Logrará una sonrisa y la alegría empezar el cambio que todos esperamos y que el mundo necesita urgentemente?