Ayer yendo en coche con Oliver y Simon por la M-40 con bastante tráfico, dentro de uno de los túneles había dos coches parados y abandonados en el medio del carril izquierdo con las luces apagadas y sin triangulo puesto. Los conductores habían salido y estaban pegados a la pared de pié hablando a unos cuantos metros. Cuando los vi ya estaba prácticamente encima y esquivé los coches a pocos centímetros y de milagro echándome a la derecha sin saber si el coche que tenía a mi lado le iba a dar tiempo a reaccionar o no…
Tuve suerte o, tal vez, fueron los angelitos de mis hijos.
Primero solo sentía rabia – un odio tan intenso hacía las personas que son capaces, sin pensar supongo, de jugar con la vida de los demás.
Ahora mismo siento amor tan intenso hacía la suerte, el destino, los ángeles de la guarda, la casualidad o lo que sea… La vida. Hoy me cunde el día.