“Yo representé a un hombre que escuchó dónde estaba secuestrado”
En 1970 fue contactado por un testigo que dijo saber en qué lugar estaba cautivo. Los amigos de la víctima juntaron
una cifra millonaria como recompensa. Pero el informante dejó de colaborar y el dictador fue ejecutado por Montoneros.
Por Juan Alonso
La noticia conmocionó a la sociedad y los diarios de la época llevaron el anuncio en sus tapas. La revista Primera Plana le dedicó varios párrafos al episodio en su edición aniversario –un año después– en 1971.
Si bien el crimen de Aramburu significó un cambio estructural en la política argentina y el debut armado de Montoneros, el dato del testigo que escuchó una conversación en un tren, bien pudo haber cambiado el curso de la historia. Es una posibilidad entre mil. Y, según afirma hoy Malamud, muchas veces los hechos suelen convertirse en “causalidades”.
–¿Cómo fue que tomó intervención en el caso Aramburu?
–Un cliente vino un día y me dijo: “Sé donde está secuestrado Aramburu.” Por supuesto, mi primera reacción fue no querer saber el lugar, porque lo que uno no sabe no se lo pueden sacar. Lo puse en contacto con la gente del grupo de Aramburu, porque yo conocía profesionalmente al general y abogado Luis Leguizamón Martínez (NdR: uno de los protagonistas del golpe de Estado a Juan Domingo Perón en 1955), que se entrevistó con ellos y los datos que les dio deben haber resultado verosímiles, puesto que se pusieron a juntar el dinero que ofrecían como recompensa. Incluso en alguna que otra oportunidad, en horas de la noche, vino a mi estudio el doctor Eugenio Aramburu, que no sé cómo su presencia fue descubierta por periodistas del diario Clarín que publicaron la noticia de su visita al día siguiente. Todo esto sucedió antes de la aparición del cadáver, por supuesto.
–¿Qué sucedió después con ese hombre?
–No lo volví a ver nunca más. Hay dos hipótesis: desapareció o lo desaparecieron. La novia que tenía en aquel momento viajó a los Estados Unidos y se radicó allí.
–¿Cuál es el nombre de su cliente?
–No lo puedo decir, me reservo el secreto profesional.
–¿Qué sucedió luego con el testimonio?
–En su momento, de resulta de las conversaciones, se firmó el acta que apareció transcripta el jueves 16 de julio de 1970 en el diario La Prensa, en la página 10, y en la que a expreso pedido mío se incluyó una cláusula que en tanto y cuanto no apareciera Aramburu con vida, no se abonaría un solo peso de la recompensa ofrecida (*). Lamentablemente se perdió contacto con mi cliente, que desapareció o, quizá, en el terreno de la hipótesis, lo desaparecieron del mapa, eso no lo sé, como le dije.
–¿Su cliente era militante?
–No, no tenía ninguna vinculación política, ni tampoco estaba relacionado con los secuestradores, sino que en forma casual tomó conocimiento por una conversación que escuchó.
–¿Cree que estaba en lo cierto?
–Desde el momento que conversó con la gente de Aramburu y a ellos les resultó verosímil y se pusieron a juntar el dinero, supongo que tenía buena información…
–¿Entonces…?
–Cuando se pierde contacto con este hombre, no recuerdo si fue por medio de la prensa escrita o por la televisión, que todo esto que se había mantenido en el máximo secreto fue destapado por el doctor Manuel Rawson Paz (NdR: también ex funcionario de la llamada Revolución Libertadora), que habló sobre el tema, y eso obligó a que conjuntamente con Leguizamón Martínez, hubiéramos dado una conferencia de prensa en mi estudio, donde exhortamos a este hombre para que se pusiera en contacto para concluir con el tema, cosa que no hizo. Incluso recuerdo que una revista, no sé si 7 Días o Gente, dio la versión de que nuestra conferencia habría sido el detonante de la muerte de Aramburu.
–¿Por qué considera que pudo haber sido el detonante?
–Eso no lo sé, porque tendría que estar en la cabeza de quienes lo mataron y lo secuestraron. Cosa que me resulta imposible.
–¿Cuál es versión del caso?
–Mi impresión es que todo tuvo un trasfondo político. Se vivía en un régimen militar. Aramburu no era hombre de la simpatía de quienes gobernaban en aquel momento, y la política tiene sus vericuetos que quienes no estamos adentro no los conocemos.
–¿Usted temía ser torturado?
–La tortura era una práctica común de esa época. No era que yo tenía miedo a ser torturado, pero de ser torturado no me hubieran podido sacar lo que no sabía. Por eso me limité a actuar como correo para ayudar a que todo se concretara de la mejor manera para que las cosas salieran bien.
–¿Tiene alguna hipótesis de lo que sucedió luego con el cuerpo?
–Mire, cuando apareció un cadáver en Timote, en ese momento yo estaba en Canal 13 porque me iban a reportear en Telenoche y cuando dieron la primera noticia hubo un detalle que me llamó la atención, que ahora que han pasado tantos años no lo recuerdo con toda precisión. Me dio a suponer que el cuerpo encontrado en Timote no era el de Aramburu, y que en el viaje de la ambulancia a Buenos Aires hubo un cambio de cadáveres. Yo siempre me acuerdo de esa novelita de Alejandro Dumas, El hombre de la máscara de hierro.
–¿Y por qué dice que hubo un cambio de cadáveres?
–No sé, desconozco, pero quizá hubo un propósito con ese descubrimiento de causar una conmoción en la opinión pública.
–Tengo copia del expediente. El cuerpo era el de Aramburu.
–Sí, el que llegó a Buenos Aires, sí.
–¿Su sospecha es que no lo mataron en Timote?
–Yo descreo del lugar físico del asesinato. Del asesinato sí estoy convencido.
–¿Qué significó para usted el caso?
–En mi vida personal tuvo la repercusión que causa la muerte por causas no naturales de todo ser humano, sea cual fuere su situación social, política o económica. La muerte de todo hombre siempre causa una perturbación.
–En este caso se trató de una bisagra en la historia.
–Sí, por supuesto.
–Y aceleró la caída del régimen de Juan Carlos Onganía.
–Claro. Usted sabe que todos los grandes movimientos se devoran a quienes los inician, eso sucede en todas partes. Son presunciones.
(*) Por un error involuntario, en la página 105 de mi libro ¿Quién mató a Aramburu?, editado por Sudamericana en 2005, se dijo que Hugo Malamud había cobrado la suma del rescate por el secuestro de Aramburu. Los hechos demuestran que no fue así. Por su iniciativa se inscribió una cláusula en el acta notarial para que la suma se cobrase únicamente con la aparición de Aramburu con vida. Cosa que, como se sabe, finalmente no ocurrió.
Nota publicada en la edición del 29 de mayo de 2012 del diario Tiempo Argentino.
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