En sólo cinco días, por primera vez en mi vida, pisaré Vietnam y conoceré a personas vietnamitas, y probaré a qué sabe la comida de allí y me enfrentaré al caótico tráfico del que todo el mundo habla y sabré cómo suena un hola en vietnamita y qué tamaño tienen las monedas de un dinero llamado ‘Dong’.
Y sabré si la gente sonríe o es seria y, me supongo, que me enfrentaré a un taxista que querrá sacarme unas perras de más, porque eso es algo que pasa aquí y pasa en la Cochinchina (nunca mejor dicho, ¿sabíais que la Cochinchina es una región de Vietnam?)… los taxistas son conocidos en todo el mundo por querer estafarnos siempre, los pobres….
¡Cuántas cosas me van a pasar en tan sólo cinco días! Tras seis meses de vida tranquila en mi pueblo asturiano, con la gente de siempre, los mismos bares, la misma rutina diaria….Y, si os digo la verdad, estoy agobiadísima. Siempre, siempre me pasa. Los días previos a un viaje son una auténtica tortura china (jolín, ¡qué de expresiones tenemos sobre los asiáticos!). En los días previos a una mudanza de este calibre, me encantaría dormir durante horas y horas y así no tener tiempo de pensar y no tener que hacer esas cositas que siempre se dejan a última hora, hasta que en el día de ‘mañana’ ya no es posible hacerlas.
La gente me dice que soy valiente, pero en realidad no lo soy. Me da muchísimo miedo llegar a un país nuevo. Y eso, a sabiendas de que nada más que esté allí, nada más que pose un pie en tierra, me daré cuenta de que todo será genial y de que no hay nada que temer.
El año pasado cuando fui a Marruecos estaba de verdad acojonada. A veces tenía hasta pesadillas, en las que muchas salían las serpientes esas que unos tíos con turbante encantan en la plaza Djemaa el Fna en Marrakech para sacarse un dinero (no podían hacer malabares, no, tienen que poner serpientes con el asco que les tengo). El miedo venía por todo lo que dicen de los marroquíes y por la mala fama que tienen, que es totalmente falsa y de la que un día tengo que hacer un post, porque está muy lejos de la realidad. Este año estoy algo más tranquila porque todo el mundo dice que los vietnamitas son muy acogedores y amables. Pero eso no quita que a veces no me haga esa pregunta de ‘¿por qué no puedo ser como otra gente? ¿por qué me gustará a mí meterme en estos fregados?’. En fin…
Este es fin de semana de despedidas. ODIO LAS DESPEDIDAS. Me paso la vida así, ¡qué amargura! De hecho, nunca me gusta despedirme oficialmente. Soy más de hacer como si nos fuéramos a ver al día siguiente. Si me despidiera ‘de guay’ cada vez que toca, mi vida sería un sufrimiento constante, así que mejor así.