Magazine
Todos y todas tenemos amigos que llegan tarde, pues no siempre se peca de puntual, y cuando aparecen ya no es necesaria su ayuda o se han perdido lo mejor, siendo en ese momento cuando alguien levanta la voz y dice: ¡A buenas horas mangas verdes! ¿Sabes de donde surge la expresión? ¿No? Vamos a averiguarlo.
A buenas horas, la mitad de la expresión, no tiene mucho misterio pero mangas verdes deja a la expresión en una suma que forma parte ya de nuestra cultura verbal, pero desconociendo su origen.Referirse a las mangas verdes nos lleva hasta el siglo XV, concretamente al año 1476 cuando se funda y conforma la Santa Hermandad, que es considerado el germen o primer cuerpo de policía organizado en España. La nueva organización se había conformado uniendo las hermandades que existían en la Península, que funcionaban a modo de cofradía y cuyo objetivo sería combatir el bandolerismo persiguiendo a los ladrones y bandoleros, así como defender los pueblos de los posibles ataques de nobles rebeldes. Tenían plenos poderes para juzgar y castigar a aquellos que capturaran.
Inicialmente esta policía rural tuvo buen resultado, pero poco a poco iría perdiendo eficacia, cuando sería sustituida en el siglo XIX por la Superintendencia General de Policía.
¿Pero qué tiene que ver la Santa Compaña con la expresión?
Los miembros que componían el cuerpo vestían con un chaleco con faldones y bajo el una camisa de color verde de la cual solo se veían las mangas. Por ello eran conocidos como los mangas verdes.Estos señores de atuendo llamativo patrullaban en grupos de cuatro, por lo que recibían el nombre de “cuadrilleros” y como ya indiqué anteriormente, en principio funcionaban bien pero irían degenerando (al fin y al cabo la corrupción no es un invento del siglo XXI) y serían más famosos por sus rapiñas y abusos que por sus obligaciones de buen hacer. Esta actitud parece ser que también se extendió a su puntualidad, y adquirieron fama de llegar siempre tarde al lugar del crimen, cuando ya no había nada que solucionar o simplemente se había solucionado por sí solo.
Tan repetidas ocasiones de produjo dicha actitud, que alguna voz se alzaría entre los expectantes y creando la famosa expresión: ¡A buenas horas, Mangas Verdes!
Al parecer esta actitud no es solo propia de la tatarabuela de la benemérita, pues en sus congéneres europeas solía repetirse esta afición por llegar tarde.
Ahora que acostumbramos a una vida más rápida y de menor paciencia, cualquiera puede ser un Mangas Verdes, aunque dudo mucho que nuestros amigos/as vengan a resolver un crimen o asalto en un camino, que ahora quedaría más afín al mismísimo Seprona.
Carlos Albalate Sánchez