Me servia café frió con la inmensa amabilidad de quien nunca sabría ser una ama de casa, como ella me dijo una vez, pero yo era feliz de beberlo, pese a mis escasos años, tenia la conciencia de que no siempre es posible sentarse, hablar y compartir con un monumento nacional viviente. Sí, fueron pocas las tardes a su lado, pero suficientes para percibir los cimientos de aquella singular persona: Fuerza, Esmero, Sencillez, Humildad y Sensibilidad, que como pétalos a una flor recubrían su esencia: HUMANIDAD.¿Cuántas personas de un taller igual al de Carmen Naranjo se sientan a escuchar a quien desea expresarse, cuando no tienen la obligación de hacerlo por sentirse observados? ¿Cuántos “ilustres” deciden darle la mano a quien empieza a transitar por la empinada ruta de las letras? En un mundo en el cual se hace acostumbre coleccionar las medallas y en dónde el tropiezo constante con el éxito no permite recuperarse de los logros, me toco conocer a Carmen Naranjo y solo vi a un ser humano profundo y calido que se tomaba el tiempo para leer y meditar en mis primeros trozos de poseía, que como dijo García Márquez: “Tenían el germen de su propia destrucción.”
No será posible olvidarla, ella me dijo algo que por insignificante y trivial que parezca, me reveló quien soy, deseo dedicar las últimas líneas de este escrito a recrear un poco aquella escena. Después de examinar parte de mi trabajo alzó los ojos y pronuncio:“usted es alguien muy sensible”. Repito sé que es sumamente trivial y parece poco significativo, pero aquello me permitió entender porque el mundo me resulta tan distinto de cómo lo ven y viven otros, porque me detengo a rozar los árboles y detallar en el color de las hojas sobre el suelo. Aquella noche en el Teatro Nacional frente a su foto, reviví las horas de mi adolescencia junto a la sonrisa amable de quien tenia la grandeza suficiente para hablarme del Quijote, de Horacio Quiroga y otros forjadores de arte, pero jamás revelar que era un premio Magón, la que me llevaba a su mesa y tomaba de su tiempo para enriquecer el mío…
Para La Coleccionista de Espejos:
Kiria Perry B