Revista Sociedad

A cien años de un falso octubre

Publicado el 15 noviembre 2017 por Tomarlapalabra

A CIEN AÑOS DE UN FALSO OCTUBRE

Por Luis Cino

Tomado de Cubanálisis

LA HABANA, Cuba.- La revolución bolchevique de octubre de 1917, cuyo centenario ya se ha cumplido, según la cuenta la historiografía comunista está llena de contradicciones, omisiones, distorsiones y mentiras.

La Revolución de Octubre ocurrió en noviembre. Según el calendario juliano, que estaba vigente en Rusia, se inició el 25 de octubre, pero de acuerdo al calendario gregoriano que regía en el resto del mundo, fue el 7 de noviembre.

La revolución, que realmente fue un golpe de Estado, no derrocó al régimen zarista -Nicolás II se había visto forzado a abdicar cuatro meses antes- sino al gobierno republicano y democrático de Alexander Kerensky.

Los líderes del movimiento, Lenin y Trostky, realmente no se llamaban así, sino Vladimir Ilich Ulianov y Lev Davidovich Bronstein, respectivamente.

El decisivo papel que jugó Trostky en la insurrección bolchevique sería escamoteado por los historiadores soviéticos.

Trostky fue más importante que Lenin en la toma del poder por los bolcheviques. Lenin, el teórico de la revolución, trazó una vaga estrategia insurreccional. Trostky se ocupó de la táctica.

Mientras los destacamentos de choque de Trostky tomaban todos los centros vitales de San Petersburgo, Lenin, con peluca y afeitado, se ocultó en la barriada industrial de Wiborg casi hasta el último momento.

En una habitación contigua al salón del instituto Smolny, donde se celebraba el Segundo Congreso de los Soviets, Lenin, con su disfraz, aguardaba con aprensión el desarrollo de los acontecimientos, cuando Trostky lo increpó: “¿Por qué sigue usted disfrazado? Los vencedores no se ocultan. Lleva usted 24 horas de retraso”. Fue solo entonces que Lenin, muy nervioso pero ya sin peluca, seguido por Trostky, penetró en la sala del congreso, y se convirtió en dictador.

En los años que siguieron, Trostky, al frente del Ejército Rojo, garantizó a sangre y fuego la supervivencia del Estado Soviético. Luego cayó en desgracia. Desterrado por Stalin, sería asesinado en México en 1940 por Ramón Mercader, un matón español de la KGB.

Con una interpretación distorsionada y caprichosa de las ideas de Marx y bajo la consigna de “Todo el poder para los Soviets”, Lenin dijo que había instaurado la dictadura del proletariado. Realmente, el Poder Soviético no fue el gobierno de los Consejos Obreros, como aseguraba Lenin, sino la dictadura del Partido Comunista, o más bien de su Comité Central. Luego, el Buró Político, que había sido creado provisionalmente durante la guerra civil, se convirtió en el aparato que suplantó al Comité Central. Al final, Lenin se impuso al Politburó y organizó un súper estado policial de burócratas y militares.

En la Unión Soviética y los demás gobiernos del llamado “socialismo real”, el Estado no fue un instrumento al servicio del proletariado, sino que sirvió para implantar la dictadura sobre él. Dirigentes, burócratas y militares, invocando los intereses de los trabajadores, se atrincheraron para su propio beneficio tras el Estado y el Partido Único.

A diferencia de la Revolución Francesa y la de las Trece Colonias, que garantizaron derechos y libertades al individuo, el régimen surgido de la Revolución Bolchevique impuso al Estado sobre el individuo, conculcándole sus libertades civiles y políticas.

El estalinismo no fue una aberración, una desviación del marxismo-leninismo, como pretenden hacer ver, sino su más pura y dura expresión.

El supuesto “primer estado de obreros y campesinos” proclamado por Lenin, se convirtió en una prisión de naciones y originó una monstruosa pesadilla totalitaria que duró 73 años.

Lenin, que ha sido presentado por los comunistas como “el genial guía del proletariado”, fue un teórico dogmático, cegado por el odio y cuya principal herramienta para gobernar fue el terror.

A poco más de un mes de estar en el poder, en diciembre de 1917, Lenin, para implantar un “riguroso orden revolucionario” dijo que era preciso “aplastar sin misericordia los brotes de anarquía entre gamberros, borrachos, vagos y contrarrevolucionarios”.

Un mes después, proclamó que su objetivo era “limpiar la tierra rusa de todo bicho nocivo”. No se refería a los piojos. Eso fue después, cuando advirtió que los piojos, que trasmitían el tifus y diezmaban a los soldados del Ejército Rojo, podían acabar con la revolución.

En cumplimiento de las orientaciones de Lenin, los guardias rojos y chekistas asesinaron a decenas de miles de opositores, mencheviques, eseristas (social-revolucionarios), aristócratas, kulaks, sacerdotes e intelectuales.

Tuvieron que pasar más de 60 años para que se supiera la verdad sobre cómo asesinaron los bolcheviques, por orden de Lenin, a la familia del zar Nicolás en 1918. De madrugada, los fusilaron a todos, incluidas las niñas. Y también a los sirvientes. Los guardias rojos los remataron a bayonetazos. Así, Lenin dio por vengado a su hermano, ahorcado hacía más de 30 años por participar en un atentado contra la vida del zar.


A CIEN AÑOS DE UN FALSO OCTUBRE
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