Terminó la investigación sobre el destino de Daiana Garnica, la joven de 17 años desaparecida en mayo de 2017. Y la conclusión, según el fiscal Claudio Bonari, es tajante: fue asesinada por Darío Suárez, su vecino.
El hombre de 42 años enfrenta la pena de prisión perpetua, acusado de haber secuestrado a Daiana, haberla matado y ocultado el cuerpo. Para que ello ocurra, el juez deberá hace lugar al requerimiento de elevación a juicio, elaborado recientemente por el fiscal. Luego, un tribunal lo Juzgará.
El investigador detalló en el escrito las pruebas que, a su entender, demuestran que Daiana fue víctima de femicidio y que la mataron a traición, aprovechándose de que estaba indefensa. Entre ellas, son fundamentales los mensajes de WhatsApp que ambos se enviaron el día de su desaparición.
Los mensajes borrados
Según la hipótesis que plantea la Fiscalía, Suárez conocía a Daiana por ser vecinos del barrio Julio Abraham, en Alderetes. El sábado 6 de mayo de 2017, por la tarde, Darío Suárez le pidió a Daiana que lo acompañe a buscar una cosa, e insistió en que fuera a la ruta sin decirle a nadie que se encontraría con él. La joven accedió y le pidió que, también, la llevara al centro de esa localidad a hacer unas compras.
Este plan quedó plasmado en el intercambio de mensajes de WhatsApp entre ambos que, tras el hecho, Suárez borró de su celular. Sin embargo, no contaba con un detalle: Daiana tenía poca batería en su aparato, por lo que decidió dejarlo cargando en su casa cuando salió a su encuentro. Así, su familia, al notar que ella no volvía, pudo saber a dónde había ido.
Los mensajes pueden leerse haciendo click aquí.
Tras este intercambio, el celular de Darío Suárez deja de emitir señal por dos horas, para volver a ser detectable por las antenas a las 21.20. Daiana ya estaba desaparecida.
Sus familiares le preguntaron dónde estaba ya que, a esa altura, sabían que había ido a encontrarse con él. Pero -siempre según el requerimiento de elevación a juicio- él negó haber acordado encontrarse con ella y, como prueba, les mostró su celular, donde no había ningún mensaje. Sin embargo, ellos tenían en su poder el teléfono de Daiana, donde los textos habían quedado intactos. Las pericias telefónicas, además, probaron que los mensajes existieron y también que Suárez los borró de su aparato.
Luego, Suárez se fue a la cortada de ladrillos donde trabajaba para alimentar el fuego del horno (aunque se hicieron numerosas pruebas en el lugar para saber si el cuerpo de Daiana fue incinerado allí, nunca se encontraron sus restos). Pasada la medianoche, los familiares de Daiana fueron a ese sitio para volver a interrogar a Suárez sobre lo que le ocurrió a la adolescente pero él escapó del lugar, internándose en los montes. Luego, Suárez declararía que lo hizo porque la familia de joven lo apuntaba con un arma.
Daiana no se fue
La Fiscalía enumeró las pruebas que apuntan a que la muchacha no pudo haberse ido por voluntad propia. Entre ellas, que partió sin dinero ni pertenencias, sin su teléfono (como toda adolescente, estaba muy apegada a él), que Daiana era muy cercana a su familia y que no tenía motivo alguno para abandonarla. Además, el tiempo transcurrido sin que se supiera nada de ella da cuenta de que algo malo debió haberle ocurrido.
Pese a ello, la Fiscalía siguió todas las pistas que llegaron apuntando a que la joven podría estar viva en algún sitio, retenida por la fuerza o en libertad. Así, investigó en Chaco, Florencio Varela, Los Gutiérrez, Salta (en dos oportunidades) y Juan Bautista Alberdi, además de otros barrios del Gran San Miguel de Tucumán. Todos los resultados fueron negativos.
Respecto de la posibilidad de que Daiana esté viva y sea víctima de una red de trata de personas, la Justicia Federal investigó varias pistas pero terminó archivando la causa. Sin embargo, si surge un nuevo indicio, esa investigación puede volver a movilizarse.
Quién es Suárez…
El acusado vivía en la misma cuadra que la víctima. Había sido denunciado en el pasado por violencia de género y tenía dos causas penales por ese delito pendientes. El exámen psicológico que se le realizó dio cuenta de una personalidad con tendencia a la impulsividad y “otros rasgos psicopatológicos”.
El hombre, además, incomodaba a su propia cuñada con acercamientos cuando estaba embarazada. En tanto, otros testigos señalaron que él les confesó que Daiana le resultaba atractiva, pese a ser menor de edad. Por ello, podría inferirse, la insistencia en que el encuentro que planeaba con la víctima sea en un sitio donde hubiera pocos testigos, no en el refugio de la parada de colectivos, sino “más adelante”.
La mayoría de los testimonios recabados en la investigación (incluso los de sus propios familiares) coincidieron en que Suárez estaba nervioso ese día, antes del encuentro con Daiana y, mucho más, después. Su actitudes eran llamativas, se paseaba de un lado al otro e incluso tartamudeaba. Pero fueron sus propias contradicciones en su declaración lo que terminó de sellar las sospechas en su contra.
… y qué dijo él que pasó
Según la versión del imputado, él volvía esa tarde de sábado de trabajar cuando Daiana, al verlo pasar, le gritó que por favor la llevara a Alderetes. Él, asegura, no le contestó. Este es el primer punto flojo de sus dichos, puesto que nadie escuchó ese llamado a viva voz y los mensajes, más tarde, lo desmentirían.
Suárez dice haber salido de trabajar a las 18.15, transitado en moto cerca de un kilómetro, haber encontrado y saludado en el camino a sus hijos, subido a la moto a su mujer, llegado a su casa, dice haberse bañado, haberse sentado a tomar mate, recibido a su suegra que llegó de visita, haber compartido dos mates con ella, haberla despedido y recién recibido un mensaje de Daiana. Todo ello, de acuerdo a los rastros telefónicos, debió haber ocurrido en 4 minutos.
Pero además hay otro detalle: Suárez sostiene que el primer mensaje se lo envía Daiana, lo cual quedó descartado por las pericias telefónicas. Además, el imputado asegura que no se enviaban mensajes seguido, que él no usaba mucho el teléfono y que no borró los mensajes que se enviaron. Todo ello fue destruido por los análisis enviados por la compañía de teléfonos.
Según la versión del acusado, ellos sí quedaron de acuerdo en encontrarse en la ruta, pero luego él se arrepintió, se lo dijo y, por lo tanto, no se vieron. Sin embargo, en la última comunicación que mantienen él le dice que ya está en el lugar. No hay rastros de que él haya cancelado la cita. Por el contrario, todos los indicios apuntan a que el encuentro ocurrió.
Un homicidio sin cuerpo
Si la causa llega a juicio tal como espera el fiscal Bonari, no será el primer caso que se juzgue en Tucumán por homicidio sin el hallazgo de los restos de la víctima. Como antecedente, dos ex novicias fueron condenadas a 20 años de prisión en 2009 por la muerte de la maestra Beatriz Argañaraz, cuyo cuerpo nunca fue hallado.
No es el único antecedente. El investigador, entre la jurisprudencia citada, destaca un fallo de la Corte Suprema de Catamarca que señala que se puede probar un homicidio sin el hallazgo del cuerpo. De lo contrario, “resultaría imposible condenar los crímenes más aberrantes, pues bastaría que el homicida haga desaparecer el cadáver de la víctima para que su conducta quede impune, y la sociedad se encontraría indefensa precisamente en aquellos casos que ponen de manifiesto mayor peligrosidad del autor”, sostiene ese tribunal.
En ese caso, en el proceso se juzgará a Suárez por el delito de privación ilegítima de la libertad seguida de homicidio doblemente agravado por haber sido cometido por un hombre contra una mujer mediando violencia de género (femicidio) y por alevosía (la mató “a traición, con astucia, sobre seguro, tomando a la víctima indefensa y desprevenida de manera que le permita actuar sin riesgo para sí mismo”). Si el tribunal lo encuentra culpable, pasará el resto de su vida en la cárcel.
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