El mes pasado, tras haber estado desconectada del mundo durante la totalidad de mis vacaciones, fui a hacer la compra a mi supermercado habitual y al pasar por caja me fijé en que habían quitado el stand de chicles para poner en su lugar un nuevo lineal de gel de manos antibacteriano y antitodo. Cosas de marketing, me dije, y seguí a lo mío.Sin embargo, al día siguiente tuve un encuentro cuanto menos sorprendente con una de mis profesoras. Tras los saludos de costumbre y la pregunta de rigor sobre las vacaciones recibí una respuesta del estilo: "Espero que esté preparada para trabajar desde su casa llegado el caso". Ante mi cara de qué-tiene-que-ver-la-velocidad-con-el-tocino la profesora continuó su discurso: "¿Pero no sabe que ha habido un caso de gripe A en Avignon? ¡Hay que estar preparados para el cierre inminente de la universidad!"
Así que era eso; la dichosa gripe A ha llegado a Avignon. Abróchense los cinturones.
La gente necesita motivos de preocupación. La felicidad es demasiado complicada, demasiado aburrida. ¿Se imaginan los encuentros con sus conocidos si no hubiera desastres naturales? ¿De qué hablarían? ¿Del tiempo? ¿De la cosecha? ¿De las fluctuaciones en el precio del atún escandinavo?El Avignews, periódico semanal gratuito de la región (nótese el hábil juego de palabras entre Avignon y News, "noticias" en inglés), dedicó hace un par de semanas dos páginas enteras a un reportaje sobre la gripe de las narices lleno de gráficos de quesitos y diseños de virus verdes con pinta de extraterrestre cabreado. Añadían la semana pasada el artículo "In bed with la grippe A: Cloé raconte" (en la cama con la gripe A: Cloe lo cuenta), una recopilación de extractos del diario que Cloé, estudiante de instituto avignonesa afectada por el virus, ha tenido a bien escribir para la redacción del periódico. En él la joven cuenta sus impresiones, sus síntomas e incluso sus idas y venidas al baño. Todo es motivo de interés cuando hay una epidemia de por medio.
Hace diez días me resfrié un poco y no pude evitar ir tosiendo por ahí. La primera pregunta que me hicieron todos mis amigos y compañeros sin excepción fue si tenía la gripe A. "Por supuesto", les contesté, "tengo la gripe A de Apocalíptica y he venido aquí a mataros a todos".
Me pregunto si se puede morir de estupidez. O de hipocondría. Eso sí que causaría una verdadera epidemia...