La duquesa fingida de tan buena tierra, La Mancha, por pena y también por sacar provecho, pidióle como favor reparase la escalera de su palacio, pues más de un príncipe quebrado habíase allí la testa.
―Ya oíste, fiel escudero ―dijo Don Quijote.
―Señor, molido llego de tanto camino, tanta cabalgadura y tantos palos como hoy recibimos, y no viendo agora príncipe alguno, digo yo, que el maldito escalón bien podría esperar a mañana.
―No, Sancho. El hombre se descubre hombre elevando sueños propios y ajenos sin esperas ni descansos. Además, te digo, un solo peldaño arruina escalera como escudero holgazán a caballero desmerece.