Revista Cuba

A dónde fue a parar Carlos Valenciaga el Jefe de Despacho de Fidel Castro?

Publicado el 30 agosto 2016 por Yusnaby Pérez @yusnaby
HAVANA, CUBA - JANUARY 22:  Cuba's Head of State and Party, Fidel Castro Ruz talks to his personal assistant Carlito Carlos Valenciaga (L) in the State Council January 22, 2002 in Havana, Cuba.  (Photo by Sven Creutzmann/Mambo Photography/Getty Images)

El mayor sueño de un defenestrado es vivir para contarlo. Cada día que pasa desde que fue apartado de su puesto como secretario personal de Fidel Castro, Carlos Valenciaga siente que está más cerca de sobrevivirlo. Qué se olviden de él, es lo que fantasea en medio de libros viejos, manuscritos llenos de polvo, en un oscuro departamento de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, en La Habana.

La voz de Carlos Valenciaga fue que leyó la proclama,  a través de la cual Fidel Castro cedió sus cargos en julio de 2006. Fue su rostro, lampiño y joven, el encargado de dar a conocer la noticia que muchos esperaban y otros tantos temían. En ese momento crucial, Valenciaga resultó el hombre elegido.

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Ahora mientras almuerza, en el sótano de la Biblioteca Nacional no pasa de ser  un hombre rodeado de mujeres que hace historias simpáticas y chistes verdes. Pocos recuerdan ya el poder que una vez tuvo.

Carlos Valenciaga se puso en la mirilla de la Seguridad del Estado de Cuba, cuando el 16 de septiembre de 2006 organizó una fiesta por su cumpleaños 34 mientras Fidel Castro luchaba por su vida en una cama de pena. Un video, que solo fue exhibido a los Militantes del Partido Comunista y funcionarios confiables, lo delataba con una botella en la entrepierna durante el festejo y una hilarante gorra del comandante sobre su cabeza.

398898 03: Government official Carlos Valenciaga (L) delivers documents Cuban President Fidel Castro (2nd L) during a National Assembly meeting December 20, 2001 in Havana. The parliament passed a new anti-terroism law. At (R) is Raul Castro, the minister of the armed forces. (Photo by Jorge Rey/Getty Images)

En aquel video se mostraban escenas que Raúl Castro denominaría como una “conducta indecente” en una atmósfera de “relajamiento moral”. El General se encargó de hacer eliminar a los dirigentes “probeta” que habían escalado desde organizaciones juveniles a puestos de mayor confianza. Querían dar la imagen de que apostaba por la institucionalidad en detrimento del capricho que pintaba en las decisiones de su hermano Fidel.

Aunque las imágenes se enfocaban en las razones para la destitución de Carlos Lage de su cargo de vicepresidente y de Felipe Pérez Roque como canciller, también abordaban la caída de otros altos dirigentes. Lanzaba a la picota pública a Otto Rivero, vicepresidente del Consejo de Ministros y unos de los pocos nombres mencionados en la Proclama; Fernando Remírez de Estenoz del Departamento de Relaciones Internacionales del PCC, Martha Lomas, ministra de Inversión Extranjera y Colaboración Económica, y Raúl de la Nuez, titular de Comercio Exterior.

Las acusaciones iban desde haberse vuelto “adictos a las mieles del poder”, hasta haber sido desleales, deshonestos o haber abusado de su poder. El “plan pijama” se cernió sobre todos, sin derecho a apelación. Lage languidece hoy en la campaña contra el Aedes aegypti, Felipe Pérez Roque ha debido rebasar una crisis nerviosa que lo llevó al borde del suicidio y Estenoz alquiló parte de la sala de su casa para gestionar un restaurante con el nombre de Complacer.

A Carlos Valenciaga, no obstante, le siguen atrayendo los hombres poderosos. Durante los años de su larga defenestración ha revisado minuciosamente los documentos que una vez pertenecieron al aristócrata Julio Lobo Olavarría. Los libros que formaron la biblioteca del hombre que llegó a poseer 16 centrales azucareros, una agencia de radiocomunicaciones, aseguradora, naviera y hasta una petrolera, son el foco de atención del Ex Jefe de despacho de Fidel Castro, que ahora redacta un estudio sobre el papel moneda en tiempos de la Revolución Francesa.

Carlos Valenciaga no pasa de ser un gris empleado que hace  hace todo lo posible por no ser visto como el hombre que una vez formó parte del Consejo de Estado y de Ministros. Lucha contra dos enemigos: la Seguridad del Estado y las enfermedades pulmonares que causa un ambiente cerrado, cargado de libros viejos y una deficiente climatización.

Sin embargo, el ex secretario del Consejo de Estado ha tenido a buen recaudo, eso sí, poner como primera bibliografía consultada para su investigación sobre el papel moneda, el libro Cien Horas con Fidel, Conversaciones con Ignacio Ramonet. Un volumen que generó en su momento un chiste popular en las calles cubanas en el que se cuestionaba “¿Para qué vamos a leer eso de cien horas con Él, si nosotros hemos pasado toda la vida soportándolo?”

El hombre que una vez se colocó al lado del poder camina ahora con cautela. Sus colegas de departamento aseguran que “no habla de política”, prefiere las insinuaciones sexuales sobre las empleadas más atractivas, que las alusiones a la Plaza de la Revolución y a sus antiguas responsabilidades. “Es como un muchacho con ganas de ir a fiestas y tocar nalgas”, cuenta una de sus compañeras más cercanas de la Biblioteca Nacional José Martí.

Con información de 14 y Medio.

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