Revista Coaching
A medio día de hoy he tomado un AVE en Zaragoza para impartir la última sesión de la semana en Barcelona. Me he sentado en mi butaca esperando que el tren recorriera en poco más de 100 minutos los 300 kilómetros que separan las dos ciudades.
Una joven con pinta de norteamericana se ha acercado al asiento que había situado delante del mío y se ha extrañado de verlo ocupado. Ha mirado varias veces su billete y el número de los asientos y le ha dicho a la persona que allí estaba sentada que ella tenía esa plaza en su billete. El tipo se ha levantado sin dirigirle la palabra y se ha ido del vagón murmurando algo malhumorado.
Oliver Wendell Holmes Jr., que fue juez de la Supreme Judicial Court de Massachusetts, iba viajando en un tren cuando el revisor pasó por su departamento recogiendo los billetes. Holmes no encontraba el suyo y empezó a ponerse nervioso. Miró su cartera, sus bolsillos, entre sus libros y notas. Y nada. No aparecía. Empezaba a sentirse muy apurado cuando el revisor le dijo:
- "No se preocupe señor Holmes. Cuando encuentre su billete, nos lo puede enviar por correo. Confiamos en usted".
El juez continúo con su misma frustración y respondió:
- "Querido amigo, ese no es el problema. Mi problema es que necesito mi billete para saber a dónde voy".
Y es que en estos tiempos extraños que nos ha tocado vivir es más necesario que nunca tener claro cual es nuestro destino, saber cual es nuestra estación de término, adonde queremos llegar, para que los sinsabores, trampas y recovecos del camino no nos lleven a un lugar equivocado.
¿Por qué no piensas este fin de semana hasta qué estación has comprado tu billete? ¿Y merece la pena?.