Revista Salud y Bienestar

A Dónde Va el Tiempo

Por Dlemus

Lo que hacemos durante un día normal puede dividirse en dos o tres clases principales de actividades. La primera y la que más tiempo nos ocupa incluye lo que debemos hacer con el objeto de generar energía para la supervivencia y la comodidad. Actualmente esto es casi sinónimo de “ganar dinero”, puesto que el dinero se ha convertido en el medio de intercambiar la mayoría de las cosas.

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Sin embargo, para los jóvenes que todavía estudian, el aprendizaje puede incluirse entre estas actividades productivas, ya que para ellos la educación es el equivalente del trabajo adulto y además es lo que les conducirá a éste. Entre un cuarto y algo más de la mitad de nuestra energía psíquica es dedicada a estas actividades productivas, según el tipo de trabajo que se haga y según se trabaje a tiempo parcial o a tiempo completo. Aunque la mayoría de las personas que trabajan a tiempo completo pasan en el trabajo alrededor de 40 horas a la semana, lo que significa el 35% de las 112 horas que pasamos despiertos a la semana, la cifra no refleja exactamente la realidad, ya que de las 40 horas semanales dedicadas al trabajo, generalmente sólo se dedican 30 a trabajar, mientras que las restantes se dedican a hablar, fantasear, hacer listas y otras ocupaciones lateralmente irrelevantes.

¿Es esto mucho o poco tiempo? Depende de con qué lo comparemos.tiempo

Según algunos antropólogos, entre las sociedades menos desarrolladas desde el punto de vista tecnológico, como las tribus de las selvas brasileñas o de los desiertos africanos, los hombres adultos rara vez dedican más de cuatro horas al día a proveerse del sustento, ocupando el resto del tiempo en descansar, conversar, cantar y bailar. Por otra parte, durante los aproximadamente cien años que duró la industrialización en Occidente, antes de que los sindicatos pudiesen regular el horario laboral, no era extraordinario que los trabajadores pasaran 12 o más horas al día en la fábrica. Así pues, la jornada laboral de ocho horas, que es la norma general, se halla a medio camino entre los dos extremos.

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Las actividades productivas crean nueva energía, pero tenemos que trabajar duro sólo para conservar el cuerpo y sus posesiones. Por ello, aproximadamente una cuarta parte de nuestra jornada está relacionada con diferentes clases de actividades de mantenimiento. Mantenemos el cuerpo en forma comiendo, descansando y arreglándonos; nuestras posesiones, limpiando, cocinando, comprando y haciendo toda clase de tareas domésticas. Tradicionalmente, a las mujeres se les ha cargado el trabajo de mantenimiento, mientras que los hombres se han dedicado a los roles productivos.

Esta diferencia es muy grande aún hoy día en Estados Unidos: mientras que hombres y mujeres pasan igual cantidad de tiempo comiendo (alrededor de un 5%), las mujeres dedican el doble de tiempo que los hombres a realizar todas las demás actividades de mantenimiento. Las tareas domésticas que tipifican el género son por supuesto mucho más marcadas en cualquier otro lugar.

En la extinta Unión Soviética, donde la igualdad de géneros era una cuestión ideológica, las mujeres casadas que eran médicos o ingenieros seguían teniendo que realizar las tareas domésticas además de sus trabajos pagados.

En la mayoría del mundo, un hombre que cocina para su familia o que friega los platos pierde su autoestima y el respeto de los demás. Esta división del trabajo parece ser tan vieja como la misma humanidad. Sin embargo, en el pasado el mantenimiento del hogar solía exigir una labor enormemente extenuante por parte de las mujeres. Un historiador describe así la situación en Europa hace cuatro siglos:

Las mujeres acarreaban el agua para mantener húmedas las terrazas montañosas en zonas… en las que el agua era escasa… Cortaban y secaban la turba, recogían kelp, leña y semillas a lo largo del camino para alimentar a los conejos. Ordeñaban vacas y cabras, cultivaban verduras y recolectaban castañas y hierbas. Para los campesinos británicos -y algunos irlandeses y holandeses-, el combustible más común eran los excrementos de los animales, que las mujeres recogían a mano y que se secaban apilados cerca del fuego familiar…

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Las cañerías y los aparatos electrónicos han marcado sin duda una diferencia en la cantidad de esfuerzo físico que exige mantener un hogar, del mismo modo que la tecnología ha disminuido la carga física del trabajo productivo. Pero la mayoría de las mujeres de Asia, África y Sudamérica, lo cual significa la mayoría de las mujeres del mundo, todavía tienen que dedicar la mayor parte de su vida a impedir que la infraestructura material y emocional de su familia se desmorone. El tiempo libre que queda al margen de las necesidades productivas y de mantenimiento es tiempo libre u ocio que constituye aproximadamente otra cuarta parte del tiempo total.

Según muchos pensadores del pasado, los hombres y las mujeres sólo podían realizar su potencial cuando no tenían nada que hacer. Los filósofos griegos afirmaron que es durante el ocio cuando nos hacemos verdaderamente humanos por poder dedicar tiempo al desarrollo de uno mismo: al aprendizaje, a las artes y a la actividad’política. De hecho, el término griego que designaba el ocio, scholea, constituye la raíz de la palabra “escuela”, puesto que se suponía que la mejor utilización del ocio era el estudio. Desafortunadamente, este ideal apenas se realiza.

En nuestra sociedad el tiempo libre se emplea en tres principales tipos de actividades, ninguna de las cuales está a la altura de lo que tenían en mente los eruditos griegos u “hombres de ocio”.

La primera es el consumo de medios de comunicación, principalmente la televisión, con unas gotas de lectura de diarios y revistas.

La segunda es la conversación.

La tercera es una utilización más activa del tiempo libre y, por ello, la más cercana al viejo ideal: incluye las aficiones, tocar música, practicar deportes y hacer ejercicio físico, ir a restaurantes y ver películas.

Cada una de estas tres principales clases de ocio lleva un mínimo de cuatro horas y un máximo de doce a la semana

¿A dónde va el tiempo?

Este cuadro se basa en las actividades diurnas según las respuestas de una muestra representativa de adultos y adolescentes recogidas en estudios recientes de Estados Unidos. Los porcentajes difieren en virtud de la edad, el género, la clase social y las preferencias personales -se indican los límites máximos y mínimos-. Cada punto del porcentaje equivale aproximadamente a una hora por semana.

Actividades productivas Total: 24-60%

Trabajar o estudiar 20-45%

Hablar, comer, ensoñaciones en el trabajo 4-15%

Actividades de mantenimiento Total 20-42%

Tareas domésticas (cocinar, limpiar, comprar) 8-22%

Comer Arreglarse (lavarse, vestirse) 3-6%

Conducir, transporte 6-9%

Actividades de ocio Total 20-43%

Medios informativos (televisión y lectura) 9-13%

Aficiones, deportes, películas, restaurantes 4-13%

Hablar, vida social 4-12%

Holgazanear, descansar 3-5% 

Ver la televisión, que supone como regla general el empleo de la mayor parte de la energía psíquica entre todas las actividades de ocio, probablemente también es, de entre las actividades de la experiencia humana, la forma más nueva. Nada de lo que hombres y mujeres han hecho hasta ahora durante los millones de años de evolución ha sido tan pasivo y adictivo por la facilidad con la que atrae la atención y la mantiene, a menos que tengamos en cuenta mirar fijamente al espacio, echar la siesta o entrar en trance, como solían hacer los balineses.

Los defensores de este medio afirman que la televisión proporciona todo tipo de información interesante. Esto es verdad, pero también es mucho más fácil producir programas excitantes que contribuir al desarrollo personal del espectador; es muy improbable que lo que ve la mayoría de la gente le ayude a desarrollar el yo.

Estas tres principales funciones -producción, mantenimiento y ocio- absorben nuestra energía psíquica y proporcionan la información que atraviesa la mente día tras día, desde el nacimiento hasta el término de la vida.

Así pues, nuestra vida consiste fundamentalmente en experiencias relacionadas con el trabajo, con actividades que tienen por objeto impedir que las cosas que ya tenemos se deterioren y con cualquier otra cosa que hagamos en nuestro tiempo libre. Es dentro de estos parámetros donde se desarrolla la vida y es lo que escogemos hacer y cómo lo abordamos lo que determina si el conjunto de nuestros días se suma a una masa borrosa y sin forma o a algo parecido a una obra de arte.

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