Hay muchas cosas en las que fijarse de cara a las elecciones generales del día 7 en Reino Unido. Por ejemplo, en el menguante apoyo que recibirían los dos principales partidos –en torno al 60%-, en la traducción en representantes que obtendrá el fenómeno UKIP (vencedor de las pasadas elecciones al parlamento europeo) o en cómo afectarán estas elecciones a la situación del Reino Unido en la Unión Europea (con el referéndum de permanencia en el horizonte).
Estos son sólo algunos de los elementos que hacen de esta una de las convocatorias generales más interesantes de los últimos tiempos.
En este post, vamos a destacar uno que, por ser lo suficientemente relevante como para llegar a condicionar la política nacional británica durante –al menos- los próximos cinco años, merece nuestra atención.
Nos referimos al espectacular resultado que se espera obtenga el SNP (Scottish National Party).
-Seísmo escocés.
Los sondeos muestran a los nacionalistas -cuya posición salió derrotada en el reciente referéndum de independencia- como ganadores de más de 50 de los 59 asientos escoceses que se representan en la Cámara de los Comunes*. Un resultado para el que el término “histórico” se quedaría corto teniendo en cuenta que esta formación tenía su techo en los 11 escaños y que obtuvo 6 en las pasadas generales.
Este ascenso será a costa del Partido Liberal-Democrático y, sobre todo, del Partido Laborista, que parte de una posición tradicionalmente dominante en Escocia, considerada terreno “vedado” para el Partido Conservador en las generales.
El partido que hoy lidera Ed Miliband obtuvo en 2010 41 de los 59, siendo 18 de ellos ganados con un apoyo superior al 50% y cosechando en el conjunto de Escocia el doble de votos que el SNP. Distritos que antes eran disputados “neck-to-neck” por liberal-demócratas y laboristas, o por los laboristas y los conservadores (a más distancia), cuentan ahora con un tercer invitado, multiplicando así la competitividad en esos distritos, multiplicando exponencialmente el “valor” del voto en los mismos e incrementando –según la lógica “el ganador se lo lleva todo”- el “desperdicio” de recursos de campaña y de sufragios para aquellos partidos que se queden a las puertas de la representación.
Siendo esto así, y dada la enorme igualdad entre Laboristas y Conservadores en el conjunto del país (272 a 274 según sondeo de The Guardian a 2 de mayo), la madre de todas las batallas se libra para el centro-izquierda en Escocia. Por su capacidad de resistencia en este envite pasan buena parte de las opciones del pequeño de los Miliband para llegar a convertirse en primer ministro.
-En busca de la mayoría .
En 2010 se abrió un nuevo ciclo en la política británica con la constitución de la primera coalición de gobierno desde 1945.
Se dijo entonces que esa fecha y ese pacto culminaban una muy lenta pero inequívoca tendencia anotada desde finales de los setenta y principios de los ochenta: el crecimiento del apoyo electoral a un tercer partido nacional con dos importantes picos;
1983, cuando “La Alianza” (socialdemócratas escindidos del Labour y Liberales) se quedó a sólo dos puntos porcentuales del partido Laborista;
y el propio año 2010, cuando con un 23% de los votos y 57 escaños esta tercera fuerza se hizo necesaria para brindar una mayoría de gobierno a Cameron.
En un país “bipartidista” y de sistema mayoritario aparecía como una cuña un tercer partido nacional, que, acompañado además de un creciente apoyo a esa heterogénea bolsa de partidos que significativamente se denomina “Otros” (principalmente fuerzas nacionalistas en sostenido ascenso desde 1992), parecían alumbrar una nueva realidad y una nueva lógica de gobernabilidad basada en la coalición.
Varios factores explicaban la apertura de una nueva etapa que aparentemente llegaba para quedarse por corresponder a motivos estructurales tales como el lento declinar de los dos principales partidos (desde 1979, cuando Laboristas y Conservadores sumaban el 81% de los votos, hasta el 65% de 2010), la caída en las fidelidades e identificaciones partidistas, el cambio social y demográfico que ha caracterizado a la mayoría de las sociedades avanzadas, los cambios a nivel internacional, la aparición de las nuevas clases medias etc.
Sin embargo, y según revelaba en marzo de este año el estudio anual “British Social Attitudes”, el apoyo de los británicos a la solución coalicional está en sus horas más bajas. Aunque la mayoría de los votantes perciben que en las próximas elecciones la fórmula de coalición es más que probable, menos de un tercio (29%) la prefieren a un gobierno en solitario. En 2007 (antes de la experiencia actual), el 45% apoyaba la creación de gobiernos multicolores.
El deterioro que acusará presumiblemente el Partido Liberal-Demócrata cayendo desde los 57 escaños actuales a los 27 que proyecta The Guardian en su encuesta –lo que habla del papel de víctima propiciatoria que puede representar la parte minoritaria de un pacto de gobierno- nos devuelve a Escocia (protagonista de nuestra reflexión).
¿Por qué? Basta un vistazo a la siguiente infografía para comprenderlo:
europa.fhenriques.eu @FHenriques
-La calculadora escocesa.
El Partido Conservador aritméticamente no puede reeditar una coalición mayoritaria por el centro, tampoco por la derecha junto a los Unionistas de Irlanda del Norte (DUP) y el UKIP. El partido Laborista –a 51 de la mayoría según la proyección- no quiere intentarlo con los 55 representantes nacionalistas del SNP y tampoco puede utilizar la bisagra liberal-demócrata para llegar a la mitad más uno.
Ed Miliband: “prefiero no ser primer ministro a pactar con el SNP”. ¿Una frase redonda para acompañar a esta otra o estamos realmente ante una situación de bloqueo de cara a la formación del próximo gobierno británico?
La perspectiva de un partido nacionalista hegemónico en su territorio y como tercera fuerza en la Cámara de los Comunes evocaría, como recordaba el profesor Arthur Aughey recientemente en un artículo titulado, nada más y nada menos, “¿Sobrevivirá lo británico?” a lo sucedido durante los primeros compases del siglo XX, “cuando los nacionalistas irlandeses fueron dueños del equilibrio de poder” hasta llegar a la encrucijada de las generales de 1918, con 73 escaños y el 70% de la representación irlandesa que precipitó la independencia.
Tras el referéndum en Escocia la cuestión de la independencia se dio por cerrada al menos hasta la siguiente generación (tal y como dijo el abatido líder secesionista Alex Salmond). Sin embargo la cuestión escocesa parece más viva hoy de lo que estaba el día siguiente al referéndum, gracias en parte a que el primer ministro no se ha mostrado demasiado dispuesto a conceder las mejoras que presentó a los escoceses como alternativa a la independencia.
En el ardor de la campaña el Partido Conservador ha pintado a Ed Miliband “en el bolsillo” del nacionalismo escocés para agitar el miedo a que un líder débil -como presentan al progresista- quede además secuestrado por un partido nacionalista que podría ser tercera fuerza en asientos pese a situarse en el entorno del 3 o el 4% del voto nacional.
La presión nacionalista (inglesa esta vez) que representa el UKIP con su petición de una Asamblea Nacional propia para Inglaterra (la única de las cuatro naciones que por motivos históricos no tiene una), con la idea de que los ingleses no hacen más que financiar la autonomía de otros o con la recurrente propuesta de “votos ingleses para leyes inglesas” anima a estos a presentar la influencia política escocesa como algo negativo para los intereses ingleses (no hay que olvidar que el conjunto de escaños escoceses, galeses e irlandeses del norte sólo suman un quinto de los 650 escaños de la Cámara Baja y que un gobierno entre laboristas y nacionalistas podría presentarse ante ese electorado como un agravio que inflamaría el nacionalismo inglés poniéndose en riesgo la propia viabilidad del proyecto multinacional británico en el medio-largo plazo).
-¿Entonces qué?
Desde esta perspectiva se entiende la tajante respuesta de Miliband ante cualquier pacto con el SNP (que extiende también al Plaid Cymru galés).
Sin embargo, algún tipo de acuerdo o entendimiento con el SNP será necesario si los laboristas quieren liderar un gobierno en mayoría –desechando de antemano una gran coalición con los Conservadores-.
Algunos analistas apuntan que esta contundencia de Miliband respecto al SNP puede ser contraproducente ya que su inevitable “matización” una vez termine el recuento le perseguirá en forma de acusación de mentira o incumplimiento por parte de sus adversarios políticos durante los próximos cinco años. Esto, incluso en el caso de que liderase un gobierno en minoría sin miembros del SNP (lo cual es altamente improbable e indeseado por las dos partes) y consiguiera convertirse en Premier sólo con un “voto de confianza” del SNP para alejar a Cameron de Downing Street, dado que incluso desde fuera y sin un programa de máximos impuesto por el SNP, éstos serían sus principales y tal vez únicos aliados para sacar adelante legislación no devuelta a los territorios: la que se refiere entre otras materias a cuestiones tan sensibles como defensa, la política exterior o la economía. Munición para los Conservadores y UKIP, y posible competencia de puntería entre ellos.
Como hemos dicho, en 2010 se inauguró un nuevo momento político en Reino Unido: el del pacto tras unas elecciones generales.
Lo que viene después del 7 de mayo será un curso acelerado de esto mismo y además con una asignatura complicada de por medio: la del entendimiento con partidos de ámbito no estatal. La política arroja estas paradojas: lo que te aleja del poder es también lo único que en ocasiones puede acercarte al mismo.
Todo ello, mientras en el debate político se cuestionan algunas de las bases fundamentales de la Unión (por ejemplo, que Inglaterra, que cuenta con el 80% de la población total de Reino Unido no tenga un Parlamento propio que podría rivalizar en influencia y atribuciones con el que comparte con las otras naciones) y cuando los miedos, los agravios y los sentimentalismos (introducidos fundamentalmente en campaña por UKIP y seguidos todavía a cierta distancia por los Conservadores) comienzan a ocupar convenientemente su lugar en el tablero…
*El Parlamento Británico cuenta con 650 escaños correspondientes, cada uno, a un distrito electoral (constituencies) elegidos por escrutinio uninominal mayoritario. De estos distritos, 533 se encuentran en Inglaterra, 59 en Escocia, 40 en Gales y 18 en Irlanda del Norte.