Sabes, no solo aquel tipo negroque mataron hace mil años
y ya nadie recuerda tenía un sueño.
No es solo un eslogan más manoseado
que la Dolores en los lavabos del instituto.
Todos teníamos uno, tú también.
Y lo asesinamos asfixiándolo con bolsas de la compra.
Lo abandonamos en una gasolinera o cuneta.
Lo repudiamos dejando que se pudriera.
Todos nosotros, tú también.
Y ahora, ahora
Tan solo nos conformamos con no traicionarnos
demasiadas veces al día
haciéndonos trampas sobre el límite de ese demasiadas.
Tratamos de esquivar el espejo de soslayo
como un vampiro infiel de resaca.
Evitamos mirar viejas fotos y escuchar su latido sepultado
co-ra-zón-de-la-tor.
Mientras las grandes esperanzas yacen allí
donde fermentan las sombras con el regalo aparente del barro.
Lamento ser yo de nuevo el que diga estas cosas.
Lamento escribir otro poema que no quieres leer.
Alguien dijo que si no tienes nada que decir
mejor no intentes escribir nada.
En ese caso yo no debería haber escrito una puta palabra.
Tal vez fuera mejor para todos.
Tal vez esto tampoco sea un poema
ni diga absolutamente nada.
Solo sé que fabricamos ciudades para que nos refugiaran.
Y ahora ahora
tú estás sola en mitad de una de ellas
y yo con tan solo estirar mi mano podría acariciar tu espalda.
Pero no lo hago porque soy de asfalto y tú de agua.
Porque temo estar seguro de ser lo peor que te ha pasado.
Porque conozco la irrefutable combustión espontánea.
Porque soy poeta.
Y esto no tiene nada que ver con escribir una puta palabra.
Porque tengo sueño.
Y solo quiero dormir como en esa canción de los Smiths.
Porque tengo un sueño. Y tú también.
Uno pequeño, fuego fatuo, que sobrevivió al holocausto.
Y su fulgor nos enseñará el camino y será munición
al menos los próximos mil años.
