En esta ocasión se trataba de un pato colorado, del que no pudo leer la inscripción que llevaba en su pico debido precisamente a la enorme distancia que le separaba del animal.
Decidido no solo a observarlo con mis propios ojos, si no a hacerlo lo suficientemente cerca como para poder verificar así su lugar de procedencia, centré mis esfuerzos en localizarlo. No fue difícil. Cuatro días después, el 10 de noviembre, lo vi en la zona conocida como Forno do Duque, lejos de donde había sido visto por vez primera.
Aquella jornada, varios cientos de aves se congregaron en el río. Ánades reales, los más abundantes; frisos, fácilmente detectables por su peculiar forma de alimentarse, dejando medio cuerpo fuera del agua mientras introducen la cabeza dentro de ella, adoptando una posición totalmente vertical; grupos de silbones que no paraban de silbar; y las pequeñas cercetas, especie que me alegró observar especialmente. La población invernante en la ZEPA Estuario del Miño se reduce cada vez más...
"=A", el pato colorado marcado en Aveiro (Portugal). //Manu Sobrino
Zarapitos, chorlitos, garzas, cormoranes, garcetas, correlimos, archibebes, e incluso un par de avefrías, completaban este impresionante y biodiverso inventario ornitológico, antesala de un frío que no acaba de llegar.
Y entre todos ellos, una preciosa patita, pues el esperado pato colorado que estaba buscando no era un macho, si no una hembra. Era realmente bonita. Menuda, elegante, de cuerpo compacto y plumaje discreto, nadaba tranquilamente entre pausa y pausa para alimentarse de plantas acuáticas.
Me pasé prácticamente una hora vigilando sus movimientos e intentando realizar buenas fotos. Y aunque en un primer momento ―por culpa de los "nervios del directo" y el tremendo contraluz de la mañana― fui incapaz, finalmente conseguí varias imágenes que me permitieron descifrar el código de identificación.
Recurrí entonces a la persona que todos recurren en estos casos. Antonio Gutierrez, gran naturalista, experto en gaviotas y uno de los que más sabe de anillas en este país. Él me ayudó a despejar la incógnita.
"=A", podía leerse en letras negras bien visibles sobre fondo blanco. No podía estar más satisfecho con mi trabajo. Había localizado al primer Netta rufina de mi vida, y además, con "DNI".
"=A" el 01/12/2015, día en el que fue marcado en las Dunas de Sâo Jacinto.
Pero a nuestro protagonista no le hacía falta documentación ni papeleo alguno para volar de un país a otro. A falta de conocer su historial vital, una vez tramitados todos los datos, Antonio ya sospechaba que el ave procedía del vecino Portugal, concretamente de las Dunas de Sâo Jacinto, en Aveiro. Aserto que se confirmaría varias horas más tarde.
"=A" fue marcado como joven el 01/12/2015, como decía, en la Reserva Natural das Dunas de Sâo Jacinto, por el ornitólogo luso David Rodrigues. Allí permaneció hasta el 04/02/2016, fecha a partir de la cual se pierde su pista. Nueve meses y 200 kilómetros después, la anátida recalaría, por fin, en A Guarda, donde al parecer todavía continúa. El martes 15 fue visto varios kilómetros río arriba, ya en el concello de O Rosal, por Juan Pita.
Pero no quería terminar este artículo sin antes lanzar una reflexión. La utilización de sillas, discos o placas nasales para el seguimiento científico de aves, principalmente acuáticas, plantea un debate ético. ¿Hasta que punto es necesario? ¿Resulta incómodo para el animal?
En esto, como en todo, hay disparidad de opiniones, y los expertos no se ponen de acuerdo. Lo cierto es que no pude evitar sentir lástima por "mi" colorado. Pude comprobar como, en ocasiones, las plantas verdes que consumía se enganchaban en aquel artefacto de plástico duro. Sufría de verdad dándole vueltas a este tema...
El anillamiento con fines científicos es tan viejo como la misma ornitología. Aristóteles pensaba que las golondrinas pasaban el invierno hibernando en el fondo de los lagos. En 1822, el hallazgo en la región de Mecklemburg (Alemania) de una cigüeña con su cuello atravesado por una lanza de origen centroafricano supuso la primera prueba de que estas grandes zancudas migran al continente negro(1).
Sólo mediante la aplicación de las modernas técnicas de marcaje y estudio se han llegado a conocer a la perfección los viajes de las aves. A este argumento me agarraba yo para justificar la mínima molestia que ocasionaría al pato portar aquella "pulserita".
Seguramente consciente de la ilusión que me haría, Antonio tuvo el detalle de enviarme una fotografía de mi joven amiga el día en que fue marcada. Tengo que admitir que se me caía un poco la baba. "=A" se había convertido ya en una suerte de hija adoptiva con plumas. Espero que esta no sea la última vez que nos veamos...
(1)Sandoval. A. ¿Para qué sirven las aves? Tundra Ediciones, 2015