Revista Opinión
¿Dónde se originan estas creencias?
Las adquiriste en tu infancia, cuando eras fácilmente programable y cuando las ideas las grababas automáticamente en tu subconsciente. Especialmente durante el proceso de socialización, antes de los 7 años, cuando todo lo que veías y oías lo grababas y archivabas, sin cuestionarlo. Por tanto, tus creencias proceden del entorno en el que has vivido, la experiencia y/o las opiniones de los demás.
Frecuentemente, piensas que “no puedes” hacer tal cosa sencillamente porque hace un tiempo, un día, o quizá más, lo intentaste y no lo lograste. O alguien cercano a ti (familia, compañeros, profesores) te dijo que no lo podrías hacer, que no servías para eso, etc. Ese recuerdo te queda grabado y ante una situación similar, es la primera frase que te viene a la mente, o dices, sin cuestionarla en absoluto.
Ahora de adulto, seguramente, tienes otras capacidades, otros conocimientos o recursos, estas mejor preparado(a), pero esa idea en tu mente te frena, y te impide actuar.
El cerebro humano aprende a saber qué esperar de cada momento.
La neuropsicología ha descubierto que nuestro cerebro aprende a saber qué esperar de cada momento; es decir, si esperas que en el próximo examen vas a reprobar, probablemente estudiaras menos, y entonces reprobaras de verdad. O si esperamos que en la próxima reunión de trabajo apenas vas a hablar porque una vez en la Universidad te salió mal hablar ante el público, y no vas a probar el hacerlo de nuevo.
Por tanto, estas ideas o pensamientos actúan como profecías auto-cumplidas, ya que actúan como puertas o barreras a lo que puedes hacer. Si crees que eres agradable, entonces te acercarás a los demás de forma más abierta. Si crees que no lo eres, te retraerás ante los demás y los demás te verán como tu haces que te vean (te tirarás piedras sobre tu propio tejado).
PIÉNSALO…