Escribo un tuit legítimo sobre una información en la que creo que el gobierno miente. Al instante me responde alguien que no me sigue, y no usa su nombre sino un seudónimo revolucionario. Como mi biografía dice que todo lo que sé lo aprendí en las telenovelas, esta persona en lugar de responder a lo que escribí, me ataca personalmente y me dice que es cierto que todo lo que sé lo aprendí en las telenovelas porque no tengo neuronas y soy pura pantalla. Argumento a mí favor que de ser así soy honesta y no he mentido en ningún momento.
Como lo que es igual no es trampa, leo su biografía, que dice que es aprendiz de comunista, crítico y odia el oportunismo. Reconozco su sinceridad pero olfateo su ingenuidad, porque si supiera algo más del comunismo sabría que la crítica no es demasiado querida en este sistema y que el oportunismo es el pan de cada día de las élites políticas que dirigen los países por ese empobrecido camino.
Ahora bien, lo que sí me parece hipócrita y farsante es el ataque a las telenovelas como un género vacío y de gente bruta, porque nuestra historia televisiva está llena de novelas que han ilusionado, entristecido y matado de risa a un sector del país del cual este gobierno vive hablando maravillas, por su sabiduría al elegirlos, por el bravo pueblo que son y por un centenar de ridiculeces retóricas más. Si algo tenía la telenovela es que “subía cerro” tanto como la cerveza Polar, aunque no lo quieran admitir.
Entonces, este señor revolucionario cuando desprecia la telenovela desprecia también a ese pueblo llano que tanto ha consumido el género. Desprecia a gente como Román Chalbaud, Roque Valero, Jorge Reyes, Roberto Mesutti, etc. que no disfrutarían de tanta fama y popularidad de no ser por este género, y que no habrían sido captados por el gobierno para prestarle su apoyo de no tener la trayectoria que tienen.
Hay que aceptar que la telenovela forma parte de la historia de nuestro país, que dicho sea de paso es muy televidente. La novela forma parte de nuestro ADN nacional al igual que el beisbol, y el hecho de que a mí no me guste el beisbol no me da derecho a llamar vagos cerveceros a quienes disfrutan estar horas viendo partidos que para mí son interminables. Además, en el país existió una novela como Por estas calles, que hace quedar bastante bien a RCTV ante críticas de ser complacientes con gobiernos anteriores, y que en este gobierno revolucionario no hubiera existido.
Lo medular de este asunto no es si la novela es buena o mala, lo serio es que el nivel de debate es cada vez más bajo, no se debate el argumento, se debate el nivel moral de quien lo dice, y por eso, la tendencia o los gustos te invalidan para opinar. Algunos defensores de la Revolución enaltecen al pueblo cuando está a su favor, e izan banderas de manipulación cuando se alejan de su posición. Atacar a la telenovela es una posición cómoda y propia de quien cree que piensa fuera de la caja porque la caja es más grande. Es una actitud generalizadora, y por tanto es similar a decir que los años que la gente votó por AD y Copei eran tontos, y los años que votaron por Chávez fueron genios, y eso los convierte en personas nuevas y diferentes. Esas posiciones seudo intelectuales no pasan de la superficie, y se parecen mucho a las fórmulas del acomodaticio marketing político que tanto critican, pero que tanto practican, y que terminan alejando a los gobernantes de la gente y sus necesidades. Es más, querido camarada revolucionario, la crítica simplista y facilona a la telenovela, es una conducta de intelectual pequeño burgués.
Estefanía (1979) Novela sobre el gobierno de Marcos Pérez Jiménez
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