Revista Política

A favor de un Estatuto de Autonomía Personal

Publicado el 27 septiembre 2015 por Civeperez

Con independencia de la bandera a cuya sombra transcurra su existencia, un pobre nunca podrá ser un ciudadano libre, pues la única nación en la que estará abocado a vivir será el Reino de la Necesidad.
En lo tocante a cuestiones como religión, nacionalismo o espectáculos deportivos de masas el escribidor de este blog se declara apatético. Es decir, que los debates en torno a estas materias, más bien le aburren. En el año 2015, una persona medianamente formada no puede tomarse en serio los argumentos nacionalistas, tanto sean periféricos como mesetarios.
Hay un hecho cierto, y es la diversidad cultural de las distintas regiones o 'realidades nacionales' españolas. Diversidad un tanto diluida por la estandarización cultural impuesta por el predominio de la economía de mercado. Grandes centros comerciales, supermercados y franquicias restan color y variedad a la vida cotidiana. El otro gran patrón homogeneizador de la sociedad son las políticas neoliberales que han conducido a la desigualdad, a la pobreza y a la exclusión a millones de personas que habitan en el territorio de las antiguas provincias de Spania, voz fenicia que admite la sabrosa traducción de “tierra de conejos”.
En efecto, se sabe que los fenicios y los cartagineses llamaron a la Península con el nombre de Span o Spania, con el significado de oculto (país escondido y remoto). Existe otra versión de que el nombre proviene del término fenicio I-shphanim que literalmente significa: “de damanes”, (shphanim, es la forma plural de shaphán, “damán”, Hyrax syriacus) que fue con este vocablo con el que los fenicios decidieron, a falta de un nombre mejor, denominar al conejo, Oryctolagus cuniculus, animal poco conocido por ellos y que abundaba en extremo en la península. Otra versión de esta misma etimología sería Hi-shphanim, “Isla de conejos” (o, de nuevo literalmente, damanes).
Hoy, en esta Conejalia, se habla de autonomías regionales, independencias territoriales e incluso del “derecho a decidir”, sin aclarar muy bien quién debe ser el verdadero actor de la decisión. Por su parte, los conservadores del glorioso bando nacional salen de sus madrigueras al grito de España se rompe. Pero no se rompe la España de trapo que esgrime banderas de distinta forma y color. La que se rompe día a día, quebrada por las políticas que fomentan la desigualdad, es la gente de carne y hueso cuyo “hecho diferencial” más notorio consiste en ser pobre, con independencia del lugar de las Españas donde habite.
A favor de un Estatuto de Autonomía Personal
Porque todavía está por ver que algún político decida romper una lanza por la autonomía personal de las gentes que viven en cada rincón de esos territorios. Pues, si por autonomía de la persona hay que entender la capacidad para elegir, hacer y actuar según las propias decisiones, esa autonomía, esa libertad de elección, no está al alcance de quienes viven bajo el umbral de la pobreza.
La política y la economía no serán actividades dignas mientras no sitúen a la persona como medida de todas las cosas. Representar a la persona por encima del territorio debería ser, por tanto, la gran prioridad de un Estado democrático, cuyos gobernantes son, no se olvide, elegidos por personas.
Una Renta Básica de Ciudadanía, universal e incondicional, es el primer paso en la senda que conduce a un Estatuto de Autonomía Personal para todos los habitantes de la España plural. Para ello, es preciso que los movimientos sociales que luchan contra la pobreza y contra la precariedad laboral exijan que los gobernantes aborden con valentía, sin complejos neoliberales ni gazmoñerías identitarias, la tarea civil de aumentar el grado de libertad real de las personas poniendo fin a las situaciones de pobreza dentro de su territorio. Con independencia de la bandera a cuya sombra transcurra su existencia, un pobre nunca podrá ser un ciudadano libre, pues la única nación en la que estará abocado a vivir será el Reino de la Necesidad.


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