Una de las cosas que nunca dejaré de entender es cómo las normas de algunos establecimientos comerciales pasan por encima de la ley, de la Constitución.
El jueves 6 de noviembre, a eso de las 3:30 de la tarde, hice unas compras en el Farmatodo de El Paraíso. Ya no hay cajeros como antes, sino computadoras en las que debes registrar tus compras. Hice lo debido, pagué y recibí la factura, hasta que, justo cuando me iba, uno de los chicos me pidió revisar mi bolsa y mi factura. Lo revisó detenidamente, y seguía revisando, y revisando…
Yo entiendo cuál es el trabajo de esos muchachos y muchachas de los establecimientos porque solo reciben órdenes de sus superiores y deben cumplirlas. Es culpa de esos dueños que quieren pasar por encima de la ley, pero, en este caso, le hice el reclamo al muchacho porque, a pesar de que dejé mi dinero en unas compras nada baratas en ese establecimiento, con su actitud constante de revisión, lo que ocurrió fue que se dudó de mi probidad.
Fue entonces cuando le dije al chico que es de muy mal gusto esa desconfianza y tanta revisadera (porque, de verdad, fue exagerado) y su respuesta fue que es normal que se revisen las compras en todos lados. No, no es normal. «Sí es normal en Venezuela», respondió.
Quizá el muchacho estaba nervioso porque tenía que cumplir con lo que le ordenan sus jefes y por eso se equivocó, pero la situación generó malestar innecesario. De hecho, la rabia se apoderaba de mí mientras el muchacho seguía revisando la bolsa y el ticket hasta que me dijo que yo me estaba llevando dos desodorantes y que no había registrado uno. Obviamente, sí lo había registrado porque revisé mi compra antes de pagar. Él insistió en que no lo había registrado y procedió a darle el ticket y la bolsa de mi compra a su «superiora», quien también agarró la bolsa y sacó uno por uno los productos para «comprobar» que supuestamente me estaba llevando algo de más. Muy de mal gusto y asquerosa fue la situación, porque te ponen delante de la gente como si fueras delincuente.
Al final, la supervisora verificó que estaba todo bien, que sí estaban registrados los dos desodorantes, que estaba bien toda la compra y procedió a poner todos los productos en la bolsa. Fue entonces cuando le dije que no quería la compra y que me devolviera el dinero, porque no tenía sentido gastar mi plata en un lugar donde me hicieron pasar un mal rato. De verdad es insólito que duden de ti hasta por gastar tu dinero allí. Su respuesta fue que no tenía suficiente dinero para devolverme lo que yo había gastado. No había manera de que lo hiciera y tenía que irme, entonces, con mi compra y con ese mal sabor.
¿Está bien que ocurran estas cosas, dueños de Farmatodo? En vez de invertir en personal que haga funciones de cajero, registren las compras y cobren, más bien les pagan a muchachos indefensos para que desconfíen y duden del cliente.
Esas situaciones no deben ocurrir. Ni allí ni en ningún establecimiento de Venezuela, porque, sí, es bien sabido que también ocurre en otros locales como Mango Bajito, algunos supermercados y quién sabe dónde más.
Y es que existe un maltrato sistemático en muchos locales: puedes comprarte casi toda la tienda, pero igual te revisan la cartera o la compra porque siempre presumen que la gente es ladrona. Eso es ilegal.
Si dudan tanto de sus clientes, entonces inviertan en barras de seguridad con alarmas, contraten personal para cajeros, compren cámaras de seguridad, pero no pueden hacer pasar mal rato a nadie, ¡a nadie!, solo porque te vistas como jipi o tengas la tez más oscura o porque simplemente desconfían de cualquier cliente.
Este tipo de maltrato al usuario debe parar; la gente debe denunciar si sigue ocurriendo y las autoridades deben darle coto con sanciones y todo lo que imponga la ley.
Es todo.
Rocío Cazal
