Revista Coaching

¡A fracasar! Fallar para lograr lo que queremos

Por Juan Carlos Valda @grandespymes

¡A fracasar! Fallar para lograr lo que queremos

En la cultura argentina el fracaso es un estigma tremendo, una marca indeleble. A tal punto nos define, que quien falla es un fracasado. Y el tratamiento legal de las quiebras amplifica este efecto, al adicionar consecuencias casi eternas que en ocasiones son peores que el fracaso mismo.

Pero en otros lugares la mirada es diferente. Desde el punto de vista de la valoración social, en el mundo anglosajón importa más la naturaleza de tus intenciones y la intensidad de tu esfuerzo que el resultado concreto de tus actos. Allí se condena al malintencionado o al que no pone suficiente empeño, pero nadie opina que fracasar sea malo en sí mismo.

Yendo un paso más allá, en la búsqueda de inversores para un proyecto haber tenido un fracaso previo puede ser visto, incluso, como un dato positivo. Las condiciones para ello son: no haber actuado maliciosamente, haber dejado todo en la cancha y haber sido capaz de aprender de los errores. El fracaso de alguien honesto, dedicado y humilde es visto como algo favorable.

Pero, ¿cuál será la realidad? Un estudio realizado hace un tiempo por la Harvard Business School reseñado en el New York Times se propuso contestar este interrogante. Esta investigación analizó los resultados de varios miles de empresas fundadas con aporte de capital de riesgo y verificó que aquellas que habían sido creadas por alguien con un proyecto fallido anterior no tenían ninguna mejora en su performance respecto de las iniciadas por quien intentaba por primera vez. Las chances de tener éxito no mejoraban por haber fallado antes, aunque el estudio observó que la probabilidad sí crecía para aquellos que ya habían sido exitosos previamente.

La consecuencia desde la mentalidad anglosajona es terrible. La primera frase del artículo dice amargamente: "Si la primera vez no tienes éxito, no importa que lo hayas intentado". Este resultado derrumba una creencia largamente arraigada en el imaginario social tanto de emprendedores e inversores como de la gente en general.

Pero lo interesante es que por la diferencia cultural mencionada más arriba, este estudio significa algo totalmente distinto para nosotros. También destruye una visión profundamente anclada en nuestro imaginario, pero ¡por las razones opuestas!

Mirado desde nuestra perspectiva, el dato central es que la probabilidad de éxito no tiene ninguna mejora, pero ¡tampoco cae! En otras palabras, haber tenido un éxito es algo positivo, pero ¡haber fallado no quiere decir nada! Tus posibilidades de lograr tus metas la segunda vez se mantienen intactas. ¡Quien fracasa no es un fracasado!

En un mundo incierto y cambiante, fallar es una parte inseparable del camino a lograr lo que queremos. Quien no se da la oportunidad de fracasar difícilmente consiga lo que quiere. Esto es especialmente cierto para las grandes empresas: todas afirman querer ser innovadoras, pero minimizan los riesgos y evitan el fracaso. Siempre que me cruzo con un alto ejecutivo que habla de su voluntad de promover la innovación en su organización le pido que mencione algunos fracasos recientes. Si no puede nombrar varios, su empresa no está innovando más allá de sus intenciones.

Librarse del miedo al fracaso es el primer paso fundamental para un proyecto, sea de negocios o de otro tipo, y se trate de una iniciativa personal, de una pyme o una corporación.

Como dijo Steve Jobs en su famoso discurso en Stanford: "No tenemos nada que perder: ya estamos todos desnudos y no hay excusa para no seguir a tu corazón".

Así que. ¡a fracasar!

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/2006545-a-fracasar-fallar-para-lograr-lo-que-queremos

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