Estoy sentado en un restaurante, esperando a ser servido. Veo que todos tienen su vida sobre la mesa. Pregunto por la mía. Se está haciendo a fuego lento. Muy lento. Pasa el tiempo, y noto que pierdo el apetito. Miro alrededor. Un plato elaborado. Una degustación. Una cata de vino. Un hueco vacío. Sólo el blanco del mantel. Tal vez no sea mi restaurante. Me levanto de mi mesa. Pago la cuenta. Me voy.
Arquero Urbano, 12 de mayo de 2008.