Sin saber cómo, cuando ya declinaba la tarde sus últimos casos, y mientras los ecos del noticiario percutían en su mente como si Moisés mismo los hubiera bajado del Sinaí como una nota a pie de página de las tablas de la ley, se había adentrado en aquel laberinto simétrico y desde la estancia central, vacía, miraba en todas direcciones tratando de encontrar, si no la salida, imposible, sí las huellas palmarias del error para seguirlas hasta su hura y si fuera posible ver de cegar allí a la Bestia.
(LUN, 25 ~ Micródromos)