Hablar de él es hablar de la gran literatura, con mayúsculas, en plural, toda ella, sin fisuras.
Hablar de él es hablar de pensamiento, de rigor intelectual.
Hablar de él, de José Saramago, es hablar de una hombre excepcional.
Su obra, su pensamiento, su vida, constituyen una referencia de excelencia poco común, por lo infrecuente. Por eso su muerte nos deja especialmente huérfanos.
Es cierto que nos queda su extensa obra y eso ya es un gran consuelo. La he recorrido con pasión una parte importante de ella. Si en "El Evangelio" encontramos a un Saramago provocador, atrevido, en donde defiende con fuerza el ateismo como contrapunto a la intolerancia de las religiones que sembraron, siembran y quizás sembrarán, el camino de separación, intolerancia y tortura.
En "El ensayo de la ceguera" aparece el más lúcido de los Saramagos posibles, en donde nos imparte una lección magistral sobre el comportamiento humano ante situaciones adversas, en donde el hombre se torna cruel, insolidario, brutal. Quizás su lectura sea ahora muy recomendable. Son tan sólo dos ejemplos de su extensísima obra.
Como pensador estamos ante un exponente de coherencia intelectual también poco común. A lo largo de su vida, de una forma natural, en conversaciones sencillas, en entrevistas , nos ha ido dejando un pensamiento sólido, valiente, coherente. Hay miles de frases de José Saramago, que le identifican como una mente clara y valiente:
* "Disentir es uno de los derechos que le faltan a la Declaración de los Derechos Humanos"
* "Yo no escribo por amor, sino por desasosiego, escribo porque no me gusta el mundo donde estoy viviendo"
* "Hay que recuperar, mantener y trasmitir la memoria histórica porque se empieza por el olvido y se temina por la indiferencia"
* "Es hora de aullar porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan se puede decir que merecemos lo que tenemos"
* "Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran"
* "Sólo si nos detenemos a pensar en las pequeñas cosas llegaremos a comprender las grandes"
* "Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos exisitir"
Podría seguir páginas y páginas recopilando sus más acertadas frases.
Si todo lo anteriormente dicho no fuera suficiente, el hombre Saramago es aún más inolvidable que el literato y que el pensador. Su intensa humanidad, sólida y empática, le convirtió en un hombre querido y admirado. Dicen que su amiga del alma, su compañera Pilar, sonreía ante los amores que despertaba su amado José.
Cuentan que cuando le concedieron el Premio Nobel y hallábase en Franckfurt, después de conceder una rápida rueda de prensa ante los medios, se retiró a un salón con sus editores, sus editores de todo el mundo, para agredecer su esfuerzo y su tesón. Cuentan que no hubo ni una frase de prepotencia ante un Premio tan deseado como lo es el Premio Nobel. "Yo no invento, sólo miro por detrás de lo que ya existe" decía para quitar importancia a su logro. Cuentan quienes allí estuvieron que nunca olvidarán la lección de humildad del gran maestro, ni olvidarán tampoco haber tenido el privilegio de vivir con él aquellos momentos.
Saramago decía que la muerte es un proceso natural: "Entraré en la nada y me disolveré en ella". Pero nosotros sabemos que no será así, nuestro recuerdo le mantendrá vivo para la eternidad.
Termino con un fado de Amalia Rodrigues, "Una lágrima" que seguro le gustará escucharlo.
¡Adiós, maestro!