Edición:Errata naturae, 2017 (trad. Regina López Muñoz)Páginas:504ISBN:9788416544301Precio:21,50 €
La británica Rosamond Lehmann (1901-1990), habitual del Círculo de Bloomsbury, firma en A la intemperie (The Weather in the Streets, 1936; Errata naturae, 2017), su cuarta publicación, una extraordinaria novela sobre la «vida interior» de una mujer jovenen el Londres bohemio de entreguerras, narrada con un estilo que la sitúa entre los mejores escritores del modernismo anglosajón de la primera mitad del siglo XX, junto a sus coetáneas Virginia Woolf y Jean Rhys. La protagonista, Olivia Curtis, es la misma que la de su anterior obra, Invitación al baile (1932; Errata naturae, 2015), si bien los dos libros se pueden leer de forma totalmente independiente, ya que no continúan una historia, sino que más bien retratan dos etapas vitales de la chica entre las que han transcurrido unos cuantos años (el despertar juvenil en la primera, la emancipación de una mujer adulta en la segunda). Si Invitación al baile constituye una buena toma de contacto con su universo narrativo —su voz experimental y elegante, su ojo clínico para hablar de la intimidad femenina, su forma de condensar lo trascendental en lo anecdótico—, A la intemperie muestra sus dotes en todo su esplendor.Como tantos cambios, el de Olivia comienza con una llamada: su padre está enfermo. Ella se ve obligada a regresar a su pueblo natal. Esta Olivia, no obstante, difiere mucho de aquella muchacha insegura que se marchó de casa años atrás: ahora, divorciada y sin hijos, vive en casa de su prima Etty, también soltera («está un poquito, un pelín… apergaminada. Y no parece adaptarse muy bien a estos tiempos tan solemnes que van sólo a lo fundamental. Etty es una especie de reliquia de posguerra», p. 106), y trabaja para una fotógrafa, por lo que frecuenta los ambientes artísticos e intelectuales de la ciudad. Aun así, el empleo le reporta unos ingresos escasos, por lo que Olivia conoce en primera persona la precariedad y los obstáculos para independizarse sola. Aunque su estancia en el hogar paterno durará poco, este regreso al origenmarca un punto de inflexión en Olivia. Para empezar, el reencuentro supone la toma de conciencia de que sus padres se han hecho mayores, de que ya no las tratan a ella y a su hermana como cuando eran niñas, que debe estar pendiente de ellos. La hermana, a propósito, casada y con una buena prole, representa la antítesis de Olivia; unas diferencias que se suman a las que había apreciado la protagonista en Invitación al baile.
—En lo que respecta a los viejos tiempos, sí, parece que lo recuerde todo. Cuando una es joven, cualquier detalle reviste gran importancia. Es como estar en una carretera desierta en la que no hay más que un puñado de señales de tráfico y unas pocas siluetas inmensas. Al menos, así era para mí. Se tiene muy poco, y se albergan muchas esperanzas.
En el tren que la trae de vuelta a su tierra, Olivia coincide con un viejo amigo, Rollo Spencer, de quien estuvo enamorada de jovencita. Él lleva una existencia más convencional («Hombre casado, hombre de la City… ¿Existe algo más aburrido?», p. 26), aunque esto no les impide entablar una larga conversación durante el viaje. Es en el diálogo (en este y en los que le seguirán; la autora se prodiga con acierto en ellos), junto con el estilo indirecto libre, también abundante, donde Rosamond Lehmann demuestra su ambición y sus excelentes dotes como novelista. Con lo primero, deja entrever los conflictos interiores de cada personaje que se relaciona con Olivia; con lo segundo, se adentra en los pensamientos, angustias y miedos de la protagonista. Los diálogos tienen esa virtud de pasar de lo trivial a lo profundo bajo la aparente sencillez de una charla apacible; sin contar nada de forma explícita, lo expresa todo a través de la contraposición de las voces. Con frecuencia emplea asimismo los puntos suspensivos; una puerta abierta para que el lector intuya, sospeche, imagine, sin dar nada masticado. No falta una pincelada de sentido del humor, ese humor que ayuda a sobrellevar los problemas, porque de cómica, la novela, tiene poco. El encuentro de Olivia con su antiguo amor platónico desencadena una relación intensa que pasa por muchas fases (todas, podría decirse) y ahonda en temas que hasta cierto punto continuaban siendo un tabú en la sociedad de la época, como la perspectiva de la mujer amante o el aborto, aún no legalizado. Estos asuntos, unidos a la condición de divorciada de Olivia, su profesión y su búsqueda de independencia, características que tampoco encajaban con los valores conservadores, hacen de A la intemperie una obra pionera en lo que respecta a cuestiones que atañen a las mujeres («Todo aquello era importante. Había conformado una experiencia de emociones más compleja, intensa y profunda que el matrimonio», p. 168). Rosamond Lehmann traza un retrato descarnado de la vulnerabilidad de una chica sola, una chica valiente e inteligente, que no se compadece de sí misma, pero aun así se halla en una posición frágil con respecto a los hombres. En este sentido, destaca la solidaridad femenina, en particular, por parte de la prima Etty y de la jefa de Olivia, pilares en quien confiar cuando los planes no salen como se preveía. En muchos aspectos, la autora tiene una mirada muy afín a escritoras de otras épocas y nacionalidades que han planteado estos mismos problemas, como Natalia Ginzburg, Edna O’Brien y Elena Ferrante, entre otras.
—Me gusta lo incierto… lo imperfecto. Me gusta eso que… eso que brota detrás de las facciones, que aparece de pronto y al momento desaparece. Me gusta que una cara se anime, se expanda, que se venga abajo y sea distinta cada día, cada noche, dependiendo del ángulo… y que no tema ser fea o cómica a ratos…
Esta Olivia adulta vive una experiencia equivalente (y al mismo tiempo contrapuesta) a una de Invitación al baile: un encuentro en el caserón de sus vecinos, los padres de Rollo y Marigold, una familia adinerada que contrasta con la suya, más humilde («Fachadas de virtud y rectos principios, un ejemplo para las clases bajas, tras las cuales puede ocurrir cualquier cosa, pues por algo sois unos privilegiados», p. 365). La primera vez, Olivia se presentó a la fiesta nerviosa, acomplejada, un tanto perdida, bailó con todos los hombres dispuestos a acercarse a ella y de este modo se abrió al mundo de los adultos. La Olivia madura, sin embargo, ha dejado de preocuparse por determinados temas, está de vuelta de todo y, si bien la tensión de clase pervive (les cae bien, pero los detalles le recuerdan que solo es una chica educada y trabajadora, que nunca será como ellos), demuestra más seguridad en sí misma. El paso del tiempo conlleva un intercambio de roles: mientras que antes ella encarnaba a la muchacha tímida que se hacía pequeñita ante los demás, ahora los adultos de antaño han envejecido y se percibe su debilidad. Y no solo los mayores son la imagen de la decrepitud: su amiga Marigold, a pesar de las oportunidades que su posición social le permite, también es, como ella, una mujer herida por la vida. Ni las pobres ni las ricas son felices.
Rosamond Lehmann
Rosamond Lehmann es una novelista muy delicada, exquisita, tanto en su voz narrativa como en algunos de los ambientes recreados (en ambas novelas destaca su habilidad para describir vestidos y salones de baile, por ejemplo). Utiliza metáforas e imágenes muy hermosas, tiene una manera de contar que por momentos recuerda a una ensoñación («Las personas poco observadoras la consideran sosa, insulsa; están muy equivocadas. El color blanco, al descomponerse, revela todos los colores…», p. 277). Con todo, no hay que tomarla por una escritora «blanda» o cursi. Nada más lejos de la realidad: su finura, en lugar de suavizar, acentúa, por contraste, la crudeza de los hechos, la profunda desazón de la protagonista. Es una estilista brillante e inteligente, escribe «bonito», pero para dar forma a una trama llena de asperezas y desdicha (sin caer, tampoco, en lo trágico: su conclusión no deja de ser una idea coherente con el conjunto la novela, e inspiradora para las lectoras de su tiempo y posteriores). A la intemperiees una novela excepcional, en la que forma y contenido se funden a la perfección. Si este año solo me aceptáis una recomendación, que sea esta.Citas en cursiva de las páginas 28-29 y 101.