No tengo prisa por pronunciar las palabras que tras pasar por un filtro no van a transmitir lo que pienso. No tengo interés por hacerlo.
He leído muchas historias, he inventado e imaginado otras tantas y he olvidado la más importante.
A la niña callada le dan correazos a un ritmo que esconde una melodía. Todo lleva un compás que baila sobre la piel de la niña silenciosa.
Las lágrimas que no caen salpican el entierro de la inocencia. Arde por dentro el dolor que irrita y destruye los sueños. El corazón solo es una máquina que palpita al mismo ritmo de la antigua melodía. Infancia rota que te persigue. Vacío oscuro en la mirada es la verdad del pasado. Di tu nombre, dilo, porque lo has olvidado.
Mirada al suelo, el pelo que cubre la cara. La sombra te delata.
Es la vida la fuerza más peligrosa. Son las manos las armas más discretas.
Texto: Elisabeth Moreno Prieto